abelcornejoPor Abel Cornejo

Por primera vez desde que este gobierno inauguró su mandato, las mediciones correspondientes al mes de julio dan muestras de cierta fatiga en la sociedad.

Los cansancios, en plural, tienen que ver con el costo de la vida, la chatura de los salarios con respecto a la inflación y la falta de un horizonte claro en materia de recuperación económica.

El Observatorio de la Realidad Social acaba de producir su informe y registró que el 54% de los argentinos están situación de pobreza y la indigencia creció ahora del 17 al 19% por ciento. Y que lo que se denomina clase alta a nivel de ingresos, es solamente el 5% de la población. Claramente estos números no pueden endilgársele en su totalidad al actual gobierno, que a esta altura comienza a tener una dificultad adicional que es la de exhibir logros de gestión ¿Acaso los tiene? Si se toman como patrones referenciales a la baja de la inflación y el achicamiento del déficit fiscal, sobre el cual ya se renunció a colocarlo en cero, las opiniones, incluso de economistas liberales que adhieren al ideario libertario, difieren.

El ajuste más grande la historia de la humanidad, como le gusta denominarlo con orgullo al presidente, se realizó sin el éxito esperado, no sólo por la hecatombe social que trajo aparejada y el desplome generalizado de la actividad económica, sino que si bien los índices inflacionarios bajaron y el déficit fiscal otro tanto, eso se consiguió difiriendo pagos, suspendiendo la obra pública, con lo cual comenzó a crujir la infraestructura del país y retrasó los salarios a niveles desconocidos hasta ahora por los trabajadores argentinos.

A ello se suma la baja de tasas de interés en los depósitos a plazo fijo, particularmente la última, desde la cual el dólar paralelo que estaba relativamente quieto, se despegó del oficial y de paso aniquiló los ahorros de la clase media. Con un consejo adicional del Ministro de Economía, que se asemeja más a la recomendación de ingesta de veneno que otra cosa, cuando dijo que los argentinos deben sacar los dólares del colchón para pagar impuestos. Es decir, vaciar los ahorros para que no se corten servicios esenciales. La tan anunciada salida del cepo, que pudo haberse hecho en enero, o pasó a mejor vida o se hará en las calendas griegas, es decir dentro de mucho tiempo. Esta decisión que había hecho abrigar expectativas a sectores de la producción, de hecho, quedó pulverizada.

Cuando asumió Carlos Menem, su redactor oficial de discursos Gustavo Béliz, por entonces niño prodigio, le hizo acuñar la frase con sesgos evangélicos: Argentina levántate y anda. Parafraseando aquel momento histórico, igual admonición se le podría realizar a la oposición que permanece en un larguísimo letargo invernal, cual reptil que no quiere ser perturbado, y hasta ahora más que críticas individuales no se cohesionó para exponer en sociedad una alternativa productiva, desarrollista y superadora de las ideas libertarias que evidentemente ni aquí, ni en ninguna otra parte del globo pueden sostenerse seriamente.

Deberíamos consultar lo que ocurrió en Grecia en 2015, después del período denominado “de la austeridad” que duró siete años. Los griegos debieron hipotecar a manos foráneas hasta los terrenos donde se erigen sus veinte aeropuertos y llegaron a una situación de asfixia y desesperación tal, ante la cantidad de ajustes, que llegaron a decir que más que los antiguos dracmas -que era su moneda nacional, antes de la implantación del euro– necesitaban respiradores artificiales porque se estaban asfixiando. La crisis griega es un hecho histórico que debemos recordarlo, estudiarlo y meditarlo porque pudo haber terminado en una guerra civil, generada por las brutales presiones que fue sometido ese país tan querido, por ser la cuna de la cultura occidental por la famosa Troika, formada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional.

¿Acaso eso es lo que queremos para nuestro país? Fue después de la crisis griega que el Fondo Monetario Internacional comenzó a exhibir ciertos vestigios de humanidad ante las catástrofes sociales. De allí que le haya recomendado con insistencia al presidente Milei que sensibilice su plan que a esta altura tiene un efecto devastador en los hogares argentinos. Mientras tanto la oposición parece dormida, alguna que otra voz surge y sus principales exponentes aparecen como gastados en la consideración pública ¿No será hora que se produzca una renovación dirigencial y que se demuestre que puede existir una democracia institucionalmente viable, una economía desarrollista y productivista con una mirada social y un proyecto nacional que vuelva a poner a la Argentina en el lugar que nunca debió abandonar? Por eso decimos: oposición levántate y anda.