Por Pablo Borla
Oponerse tenazmente a toda propuesta del oficialismo, así sea beneficiosa para millones de argentinos, es la regla no escrita -pero seguramente muy charlada- que la oposición decidió tener como axioma.
Envalentonados por haber logrado obtener más votos en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (P.A.S.O.), decidieron no dar quorum en la Cámara de Diputados para el tratamiento de la Ley de Etiquetado Frontal de los alimentos, que ya obtuvo media sanción en la Cámara de Senadores.
Muy a tono con el tema en cuestión, podría decirse que este conflicto es uno más de los que nos comemos los argentinos. O que estamos siendo perjudicados por fuertes intereses empresariales y políticos, sin comerla ni beberla.
La ley en cuestión, en apretada síntesis, reza que los alimentos y bebidas sin alcohol deben incluir en la cara principal del envase un sello de prevención indeleble, que advierta si tienen exceso en azúcares, grasas saturadas, sodio, grasas totales o calorías y exige su colocación como una etiqueta octogonal de color negro, con borde y letras de color blanco en mayúsculas y que su tamaño no sea inferior al 5% de la superficie de la cara principal del envase.
La Organización Panamericana de la Salud dice que esta ley “es una herramienta sencilla, práctica y efectiva para informar a la población sobre los productos que pueden dañar la salud y ayudar a guiar las decisiones de compra” y destaca en su página web que “En cuanto a sobrepeso u obesidad, Argentina tiene una de las cifras más altas de la región y está en aumento: afecta a 4 de cada 10 niños, niñas y adolescentes y a 7 de cada 10 personas adultas.”
También, destaca que, en nuestro país, “Los tres factores de riesgo más asociados a la mortalidad son: hipertensión, hiperglucemia en ayunas elevada y sobrepeso u obesidad”, ocasionando 140.000 muertes por año.
La iniciativa también fue avalada por otras instituciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud, UNICEF y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Pero parece que para algunos de nuestros preclaros representantes, la OMS tiene razón dependiendo de la coincidencia con su pensamiento: es prestigiosa, prudente y acertada cuando no avala a las vacunas Sputnik o Sinopharm, cuidando la salud de la Humanidad y está equivocada cuando apoya leyes presentadas por el Gobierno.
Vale destacar que la ley en cuestión pretende prevenir enfermedades no transmisibles -que constituyen la principal causa de muertes en el mundo, en la actualidad- como la obesidad o las enfermedades coronarias causadas por exceso de consumo de productos con exceso de grasas saturadas, azúcares o sodio.
No es el sodio, es el odio.
El tratamiento del Proyecto de Ley fue casi ignorado por las tapas de los principales diarios opositores, que sí eligieron destacar en titular catástrofe la decisión de Kicillof de subsidiar viajes de egresados de escuelas públicas o privadas, con todo el movimiento comercial que ello implica.
La Ley de Etiquetado Frontal, solo en América Latina, es de utilización obligatoria en Chile, México, Perú y Uruguay.
Nótese que está presente en dos de los países citados frecuentemente por la oposición como modelo a seguir, sin mayores inconvenientes.
Entre las objeciones está el aumento de costos para las empresas que genera el poner una etiqueta, el que sería trasladado inmediatamente a los consumidores, según acostumbran a hacer. Pero lo cierto es que no sólo es mínimo, sino también esas mismas empresas cambian sus envases o diseños un par de veces al año por cuestiones de marketing, para el caso. Y esas mismas empresas exportan actualmente a Chile o a Uruguay, ya con las etiquetas obligatorias incluidas.
Dentro de la oposición, hay oposición, por decirlo así: los radicales del Cobismo pidieron a sus aliados, liderados por Mario Negri que se dé quorum. Pero no les hicieron caso, con argumentos como los del inefable Fernando Iglesias, quien astutamente excusó la falta de quórum con la urgencia de debate de otras leyes que tienen que ver con la producción y la educación pospandemia. Si Iglesias es su vocero, nada peor se puede decir de la oposición.
Es cierto que Argentina espera por muchas leyes necesarias y ésta no es de menor importancia, dado el gigantesco costo para el Sistema de Salud de las consecuencias de una mala nutrición. Y en la primera sesión presencial -todo un símbolo- no se presentan a debatir.
Pero mientras el interés partidario siga primando sobre las necesidades de los argentinos, más solos y abandonados nos sentiremos, con algunos legisladores a los que no les importan los alimentos grasosos y atractivos que llenan de colesterol, grasa, sodio y azúcar el organismo de sus propios hijos, con tal de sacar un centímetro más de rédito electoral.