Pasan los años y uno mira para atrás recordando la cantidad de niños que han pasado por mi consulta. Algunos siguen creciendo conmigo, otros ya barbudos trabajando en su futuro, unas pocas ya madre, unos cuantos de paso y varios por venir, pero todos de alguna manera acompañándome en el desarrollo de esta noble profesión.
Por Josefina Medrano
Si bien la experiencia y las canas, que ya se asoman sin pedir permiso, parecerían una señal de que todo se puede llevar sin problemas, aun me resulta complejo contener a los padres desolados por la ocurrencia de un accidente a su hijo, donde muchas veces el sentimiento de culpa los invade, los angustia y se adueña de su ser.
¡Fue un accidente! Es sencillo decirlo rápido y de esta manera, pero es la complejidad del concepto, que así resulta para mí, donde aparece la disyuntiva sobre el mismo con los diferentes enfoques y perspectivas que lo hacen difícil a la hora de sostener a los padres ante estas situaciones.
La Organización Mundial de la Salud lo define como “un evento fortuito, generalmente dañino, independiente de la voluntad humana, provocado por una fuerza exterior que actúa rápidamente y que se manifiesta por la aparición de lesiones orgánicas”. Definición muy técnica y valida. Ahora bien, podríamos preguntarnos si son ellos una cadena de causas y efectos predecibles o es un evento completamente impredecible y aleatorio.
¿Siempre es responsabilidad de alguien o algo o es un evento inevitable? ¿Se podría haber tomado medidas preventivas conociendo los factores de riesgo? Y así podrimos seguir en los enfoques y perspectivas de previsibilidad o imprevisibilidad, casualidad o causalidad, responsabilidad y fatalidad, gradación y absolutismo. O simplemente algunos lo llaman mala suerte.
Los niños no son adultos pequeños. Sus capacidades y sus comportamientos son ciertamente distintos a los de los adultos. Las capacidades físicas y mentales de los niños, su grado de dependencia, el tipo de actividades que realizan y sus comportamientos arriesgados cambian sustancialmente a medida que ellos crecen. Su descubrir del mundo no siempre va aparejado de su capacidad de comprender y responder frente al peligro, con el consiguiente riesgo de sufrir lesiones. Lesiones que aumentan a partir de los 5 años de edad.
La mayoría de los accidentes infantiles ocurren en el entorno cotidiano del niño, sobre todo en la escuela y la plaza, seguido de los accidentes ocurridos en el hogar. Los accidentes que mayor frecuencia causan la muerte en menores son los accidentes de tráfico y los ahogamientos, seguidos de las caídas e incidentes relacionados con el fuego, como quemaduras y las intoxicaciones.
Las lesiones no intencionales, definición con la que mas comulgo, es una de las principales causas de muerte en los infantes como así también de padecer alguna discapacidad permanente con la cual tendrán que convivir el resto de sus vidas.
Son los accidentes en los niños un serio problema de Salud Pública. Problema que es ampliamente abordado por distintas agencias y sociedades científicas en defensa de los derechos de los niños de vivir en ambientes seguros. Y como digo siempre desde el lugar y el rol que nos toque debemos contribuir a que sea un tema central de acción en el desarrollo de políticas públicas, para de esta manera continuar protegiendo la vida y la calidad del desarrollo infantil.
Los padres de niños que han sufrido un accidente tienden a pararse cada uno en lugares diferentes, según mi experiencia, de acuerdo a sus personalidades, vivencias y situación al momento del evento. Donde sus enfoque y perspectivas sobre estas lesiones no intencionales son de las más variadas y podría decir que muy válidas.
Trabajar sobre los riesgos de sufrir un accidente a través de la prevención es una tarea fundamental en el quehacer diario de un pediatra y que seguramente lo hacemos con idoneidad y conocimiento técnico. Pero cuando el niño presenta un accidente el escenario es totalmente diferente y mas allá de la sapiencia y la experiencia recogida, es ineludible tomarse el tiempo necesario para conversar, explicar y acompañar a la familia en el entendimiento de la situación. Situación nada fácil y ninguna igual a otra, que hace que el ambiente se transforme en un momento único donde pintar canas sirve hasta por ahí nomás, ya que los distintos sentimientos que vivencian los padres muchas veces son complejos y requerirán de una intervención multidisciplinaria y no solo de un médico.