En el corazón del departamento de Los Andes, en la majestuosa provincia de Salta, se encuentra Chorrillos, un paraje de singular belleza y relevancia histórica ubicado a 4.102 metros sobre el nivel del mar.
Esta pequeña localidad, que podría pasar desapercibida en un mapa por su tamaño, emerge como testimonio vivo de la grandiosidad natural de la Quebrada del Toro y de la hazaña de ingeniería que representa el Tren a las Nubes.
Chorrillos se encuentra cerca de Mina La Poma y Mina Concordia, lo que le da un trasfondo vinculado al pasado minero de la región. Sin embargo, lo que verdaderamente le otorga identidad es su papel dentro del recorrido ferroviario más alto del mundo. La Ruta Nacional N.º 51, que serpentea por la quebrada, conduce hasta este paraje que parece suspendido entre los pliegues de las montañas.
La Estación Chorrillos es la segunda en el itinerario del Tren a las Nubes luego del Alisal. Desde sus andenes, los visitantes pueden experimentar la sensación de estar colgados entre los cielos, rodeados de cordones montañosos que se extienden como gigantes silenciosos. Esta estación, destacada por la sencillez y belleza de su arquitectura, está considerada una de las mejor conservadas del ramal C-14. Fue diseñada por el ingeniero Richard Maury, cuya visión transformó el transporte en la región y facilitó la comunicación con el Altiplano puneño.
Uno de los elementos más espectaculares del trayecto hacia Chorrillos es el segundo zig-zag o “switch back”. Este ingenioso sistema fue concebido por Maury y su equipo como una solución al desafío de la altitud. En esta maniobra, el tren debe retroceder temporalmente para continuar ganando altura, lo que permite sortear la abrupta geografía sin recurrir a túneles o estructuras más invasivas. En Chorrillos, esta técnica logra una elevación de cincuenta y dos metros, en una obra que combina precisión, audacia y respeto por el entorno natural.
Antes de llegar a la estación, dos colosos de hierro marcan el camino: el Viaducto El Panteón, de 115 metros de longitud, y el Viaducto El Candado, de 110 metros. Estas estructuras no solo cumplen una función práctica, sino que aportan al paisaje un aire de epopeya industrial. Elevados sobre barrancos y quebradas, permiten la continuidad del ramal mientras ofrecen al viajero un espectáculo inolvidable.
Los viaductos son puntos ideales para detenerse y contemplar el entorno: los colores intensos de la puna, el cielo que parece más cercano y el silencio solemne que caracteriza a los parajes de gran altitud. La Quebrada del Toro, por donde transcurre todo el trayecto, es un escenario natural que enamora por su autenticidad: vegetación austera, formaciones rocosas que cuentan siglos de historia geológica, y pueblos que mantienen vivas sus costumbres ancestrales.
Identidad y comunidad
Aunque pequeño, Chorrillos posee una estructura comunitaria significativa. Su conjunto de casas, la capilla y la organización de fiestas patronales reflejan una vida marcada por la resiliencia y la comunión con la naturaleza. En este espacio aislado pero vibrante, los pobladores mantienen tradiciones que han pasado de generación en generación, muchas de ellas ligadas a la devoción religiosa y a la cultura andina.
La capilla es más que un edificio: es el centro de reuniones, celebraciones y encuentros. Durante la fiesta patronal, que varía según la advocación local, Chorrillos se transforma en un foco de alegría y color. Se congregan vecinos de localidades cercanas, se realizan procesiones, danzas típicas y ferias artesanales, donde se exhiben productos del entorno como tejidos, cerámica y gastronomía andina.
Este componente humano, que se entrelaza con la monumentalidad del paisaje y con el legado ferroviario, hace que Chorrillos no sea simplemente un lugar de paso, sino un destino con alma.
Chorrillos forma parte del patrimonio tangible e intangible de Salta. Su estación, viaductos y paisaje son parte de la memoria viva del esfuerzo por conectar geografías aisladas mediante el ingenio humano. El ramal C-14, que incluye a Chorrillos, fue declarado Monumento Histórico Nacional, reconociendo el valor técnico, estético y social de esta línea férrea.
Visitar Chorrillos es enfrentarse a los límites del cuerpo y la percepción. La altura obliga a respirar despacio, a observar más atentamente, a escuchar el murmullo del viento entre los cerros. Cada rincón tiene una historia, cada rostro refleja generaciones que han sobrevivido en condiciones extremas pero con una dignidad admirable. Y aunque el mundo avanza con velocidad, Chorrillos permanece. No como un vestigio del pasado, sino como una declaración de permanencia, de identidad y de belleza que no necesita artificios.