No hay nada más lindo que el que te digan lo que querés escuchar. Pocas cosas más satisfactorias que el sentir que tenés razón. Nunca tenés la sensación de estar más acompañado que cuando una multitud coincide con tus decisiones.
Por Pablo Borla
Eso casi erotiza. Da una sensación de reparación de una injusticia de la que sos víctima. En el fondo, aunque no lo digas, te sentís un héroe. O una heroína.
Pasada la sensación de triunfo, debería llegar la hora del análisis. Porque a un héroe no se lo lleva de las narices.
Un héroe piensa, antes de que la fuerza de sus portentosos músculos destruya al enemigo.
Porque si sos de esos héroes de la economía informal, que trabajan del amanecer a la noche, y todavía no les alcanza. O de los que manejan una moto con una conservadora detrás, se te respeta.
Pero no pienses que un loco que le pide consejos a sus perros y va cambiando de opinión en la medida en que se le pone a mano la posibilidad de gobernar, te va a ayudar mucho.
Que te quede claro que no le importás. Nada.
Y sabrás que, desarmando de golpe y sin anestesia el Estado, todos los que no tengan trabajo van a ser tu competencia. Van a salir a vender lo que vos estás vendiendo. Van a treparse a las motos, como vos, a dividir el hambre.
No lo estoy inventando. Miguel Ángel Punte, asesor de temas laborales de La Libertad Avanza, ya dijo que la “uberización” del mercado es inevitable.
Porque el libre mercado, sin control alguno, no se parece a la justicia social. En muchas cosas, es todo lo contrario.
Y si creés que él es igual a vos y que piensa como vos, también le estás errando.
Hace cien años, Argentina era un país con alimentos para un mundo hambriento en la posguerra. El granero del mundo.
Por ahí te cuentan que éramos potencia. Y vos, que venís de crisis en crisis, añorás la versión que te cuentan.
Lo que no te aclaran era el costo de serlo y quienes lo pagaban. No creo que te sorprendas si te digo que ese costo recaía en los más pobres y, de entre ellos, aún más en los del interior del país, que trabajaban en fincas en condiciones de casi esclavitud y recibían una paga en un papel que le daba el capataz, y que servía solamente para comprar comida en el almacén del dueño de la finca.
No lo digo yo, lo dice la historia. La misma que te cuenta que situaciones de explotación e injusticia provocaron rebeliones que produjeron la “Semana Trágica” en 1919, en la que murieron reprimidos cientos de trabajadores que reclamaban mejores condiciones laborales.
Entre 1920 y 1921, en la Patagonia, se produjeron protestas de trabajadores, que fueron reprimidos, muriendo entre 1000 y 1500 obreros.
Después, con lucha y liderazgo, vinieron los derechos laborales y se consagraron con rango constitucional.
Si te parece que Javier Milei viene a defender tus derechos, es bueno que sepas que no lo hará.
Simplemente se aprovecha de tu hartazgo y se disfraza de una opción distinta, a fuerza de gritos y consignas.
Sus propuestas están escritas en el agua y, llegado al poder, te va a demostrar cuáles son realmente los intereses que defiende. No los tuyos, por cierto.
Vivís en Salta, allí a donde Milei no ve, porque él mira solamente donde mira el mercado y su conveniencia.
Y si triunfa en las elecciones -de vos y de millones como vos depende-, en el espejo de la Casa Rosada, contemplará su melena -que no se parece a la tuya- y sus perros y nunca más se acordará de vos, de tus hijos y de tu bronca.
Hay otras opciones, más democráticas, más federales, más dispuestas a dialogar que a imponer, y la “casta” política -que no es tal, pero la supongamos- tomó debida nota de tus urgencias y tu fastidio.