Un año agridulce, como las comidas de las Fiestas de fin de año. Esas con carré de cerdo y ciruela, o algunos piononos. Un año con mezclas, como el Vittel Toné. Carne y pescado. Rico pero pesado, muy pesado.
Por Pablo Borla
Comenzamos a finalizar la pandemia. Hoy parece que fue hace mucho cuando hacíamos fila con distancia en el supermercado y transpirábamos barbijos. 2022 nos mostró que aún nos faltaban llorar muchos muertos.
También, este año nos mostró la reaparición de viejos fantasmas, que para la juventud son nuevos y nos les temen. Se divierten con sus payasadas. Pero los veteranos ya los vimos antes y no nos reímos tan fácilmente. Será que por eso nos aparecen las arrugas y uno se ríe menos a carcajadas, cuando los años pasan. Sonreímos, pero la carcajada fuerte, nos cuesta más.
Estos fantasmas viejos aparecen detrás de caras nuevas, como Javier Milei o Espert. Uno más payaso, otro más apocalíptico. No dicen “Buuuuu…” sino que son claros en sus gritos fantasmales: vienen a derrumbar derechos para beneficiar a los capitales, con el cuento de que la prosperidad de los poderosos se derrama.
A esa película ya la vimos. Tiene varias remakes y cada versión nos salió más cara. La última, tan cara que necesitamos cien años para pagarla. Pero mucha gente -acá en Salta la intención de voto de Milei es altísima- se ríe como si fuera un personaje de Tinelli y le creen. Creen que va a solucionar algo, hartos de los políticos de siempre. Yo les digo que aprovechen de reír ahora, porque si lo votan y llega al poder, van a llorar. Solo reirán unos pocos, los de siempre. Los que casi siempre ganaron, aún con gobiernos que dieron en llamar populistas.
Este año nos mostró que la oposición también se pelea y que el cariño y el abrazo conjunto de la coalición amarilla desaparece rápido cuando hay candidaturas en juego.
Si ganan -debería haber un milagro económico para que eso no suceda- no les irá muy bien como coalición, ahora que la Unión Cívica Radical parece salir de su letargo. Pero veremos, ya que los radicales tienen más amagues que Messi.
Ya dijeron durante el año y según sean halcones o palomas, que vienen a privatizar las jubilaciones, a quitar los planes sociales, a vender Aerolíneas Argentinas. Si ensayan la Convertibilidad, resucita Menem para aplaudirlos.
¿Cómo se llamaba esa película? Ya la vimos y varios (muchos) de los actores son los mismos, que vuelven con aire inaugural a decirnos como se deben hacer las cosas. A darnos lecciones.
Porque ahora saben. Aprendieron con la experiencia, dicen.
Gracias por usarnos de tubo de ensayo para sus experimentos socioeconómicos. Ya saben dónde pueden irse.
Y el oficialismo. Seré poco elegante: vienen de puteada en puteada. 2022 fue el año en que se condenó a la vicepresidenta, con polémica de por medio. Porque si hay algo que nos deja el Poder Judicial en 2022, es muchas dudas de por qué hace lo que hace y por qué lo hace como lo hace. Pero no les importa mucho despejarlas.
Justicia de país bananero, de estereotipo de Hollywood. Ya no hay dictadores de bigote finito, con esposa de sobretodo amarillo y amante escondida.
En 2022 se usa otra cosa. Hay una pátina más legal. No siempre legítima, no siempre parece justa, pero los dictámenes y las leyes están para cumplirse. Y para cambiarse por los medios que dicta la Constitución. Mientras tanto, como otras tantas veces, 2022 nos mandó a llorar a la iglesia.
Aunque las causas contra el oficialismo vayan en tren bala y las de la oposición en bicicleta. Sino que lo diga Pepín Rodríguez Simón, que ya cumplió dos años fugado. Digamos todo.
2022. El año en que Cristina Fernández se bajó de la candidatura. Luego dijo que la proscribieron.
El año de las marchas y las contramarchas. El año de Massa, remando en dulce de leche y cumpliendo con el FMI. El año del Gobierno enojado con el Gobierno.
2022. El dulce del agridulce lo puso la Selección. Tuvimos otros triunfos deportivos trascendentes, pero el fulbo es el fulbo. El rey. Tuvimos la alegría más grande. El orgasmo que retuvimos 36 años. Casi morimos de infarto en el camino.
Veremos que nos depara 2023. Algunas cosas no cambiarán, seguro. Esto no parece fácil de solucionar y, efectivamente, no lo es.
Será un año de decisiones a tomar. A tener en cuenta que una tuerca atascada se puede aflojar con gaseosa cola o con un conocido lubricante. No siempre hace falta que sea con un cortafierros y a los combazos.
Veamos que elegimos.
La esperanza, como el sol, siempre está.