Gobierno de Salta
Banner central top 1 separador

09 14 borla

Parece evidente que a una buena parte de los argentinos los seduce la monarquía. Seguramente no tanto como forma de gobierno sino por su glamour, sus etiquetas y sus leyendas, que Hollywood contribuyó a ensalzar.

Por Pablo Borla

Falleció Isabel II, monarca del Reino Unido, y la cobertura que muchos medios nacionales hicieron de diferentes aspectos de su reinado (aún mínimos) y de la ceremonia que precede a su sepultura, se pautaron a sabiendas del interés que despiertan en cierto público masivo los detalles de la realeza.

El machismo vernáculo llamó durante mucho tiempo a la esposa como “la reina del hogar”, hasta que comenzó a ser socialmente mal visto por el avance de los derechos de la mujer. Asimismo, nos encantaba presenciar y, de ser posible, elegir, a las más diversas soberanas que reinaban sobre la vendimia, los estudiantes o cualquier tubérculo importante, lo que también está en retroceso, afortunadamente.

Bienvenidos sean el olvido para la realeza hogareña y juvenil, que han colocado durante décadas al género femenino en calidad de objeto evaluable.

El mismo público que hoy sigue los pormenores de la vida de la monarca fallecida, posiblemente se haya sentido orgulloso de que los argentinos tengamos una compatriota que haya llegado a ser reina de los Países Bajos, país que la mayoría de nosotros no lograría ubicar rápidamente en el mapa en el primer intento.

He leído tweets de veterinarias argentinas replicando, fascinadas, un cortometraje animado producido por Disney, muy conmovedor, que muestra al también extinto príncipe Felipe regalando un cachorro Corgis nuevo a la reina y con el que ella se muestra devota y embobada, a tal punto que le presta muchísima más atención que a su esposo.

Bajo esos parámetros, los buscadores de candidatas a legisladoras deberían comenzar a fijarse como miden Reina Reech y Carola Reyna. En una de esas… ¡Quien les dice…!

Las monarquías, a esta altura de la civilización, están en decadencia, siendo una institución limitada a la representación simbólica y generalmente muy costosas para el país que decide mantenerlas. Sus competencias son sumamente acotadas, ya que el poder es detentado por el Parlamento y el Gobierno.

Por supuesto que las democracias respetamos las elecciones de la forma de gobierno que un pueblo decide libre y voluntariamente adoptar y así debe ser.

Pero no dejó de llamarme la atención tanto centrimetraje en la gráfica y la web y tantos minutos en radio y televisión -cuando no los trending topic de las redes- dedicados al fallecimiento de la reina y la asunción del nuevo soberano, Carlos III.

Por supuesto que, ciertamente, la reina fallecida fue una de las figuras más conocidas de los últimos 70 años, sobre todo por su larguísimo reinado, que vio pasar guerras mundiales, muchos presidentes y primeros ministros; que contempló la llegada del hombre a la Luna y asistió tanto a la creación como a la caída del Muro de Berlín.

Pero hasta la referente televisiva local y objeto de variedad de memes comparativos con Isabel II, la actriz y conductora Mirtha Legrand, destacó que la dolorosa Guerra de Malvinas fue durante su reinado, lo que mucha gente no parece haber considerado.

El Centro de Ex Combatientes de las Islas Malvinas de La Plata difundió un duro comunicado en el que lamentaba "El tratamiento edulcorado de la figura de la Reina Isabel II de los sistemas dominantes de la cultura estratégica que contrasta con los rostros de las Madres de los Soldados muertos bajo el fuego enemigo durante la Guerra de Malvinas en 1982".

Figuras prominentes de la política local -que se negaron a condenar el intento de asesinato de su propia vicepresidenta- manifestaron públicamente su duelo por el fallecimiento de la reina Isabel y algunos -como la ex titular de la Oficina de Anticorrupción Laura Alonso- hasta difundieron condolencias en inglés por Twitter.

De hecho, una de esas figuras, Patricia Bullrich, dijo en su momento en una entrevista que “Pfizer no pidió los hielos continentales, ni las Islas Malvinas, bueno, las Islas Malvinas se las podríamos haber dado”. Por lo menos, es coherente en su postura con respecto del archipiélago.

“Más cipayo no se consigue” escuché decir a un ex combatiente salteño de esas actitudes.

El fallecimiento de cualquier persona en el mundo debe ser tomado en serio por su mera condición de vida humana, y en ello lamento el fallecimiento de la reina inglesa.

Pero creo que el exceso de cobertura en los medios y en las redes nos interroga y nos exhorta a que algunos hechos muy importantes de la Patria como la Guerra de Malvinas no deberían solo estar presentes en la conciencia nacional en ciertas fechas, para después pasar al olvido hasta el año siguiente.

La Patria está en muchos lugares, por cierto, pero no en la mera retórica de ocasión.