Por Pablo Borla
María Elena Walsh, allá por 1979, publicaba en el diario Clarín un artículo que denominó “Desventuras en el país Jardín de Infantes”, como una súplica a la dictadura gobernante, principalmente contra la censura. Un pedido se alzaba con urgencia: “Déjennos crecer”.
Afortunadamente, la sangrienta dictadura cívico militar ha terminado, aunque no sus consecuencias. Pero el ruego de María Elena Walsh aún persiste, aplicado a situaciones contemporáneas como el lamentable sainete que significó el frustrado debate para la sanción de la Ley de Presupuesto 2022, elemento fundamental para que el gobierno que el Pueblo eligió oportunamente pueda determinar y ejecutar el manejo del Estado.
La conjunción de saña de la oposición y de soberbia del oficialismo deja de lado lo importante: la democracia es un ejercicio permanente de búsqueda de consensos, en el que debe primar la razonabilidad.
Por un lado, el Gobierno Nacional, ante la adversidad de las urnas, cierra filas y endurece consignas. No parece terminar de entender que la mayoría de los votantes le ha exigido cambios de rumbos (y de modos) en las elecciones intermedias.
La oposición, por su parte, cree que el triunfo en las elecciones le ha dado una especie de pulserita de all inclusive, que lo autoriza a hacer lo que se le cante y en ello ni se molesta en disimular: ya María Eugenia Vidal había manifestado abiertamente que iba a por la presidencia de la Cámara de Diputados, sintiéndose autorizada a romper con una tradición democrática muy aceptada de que sea el oficialismo quien la presida. La razonabilidad la hizo retroceder.
En medio del debate, el incalificable Martín Tetaz, una especie de lamentable paradigma de un modelo de político actual, dijo que “Estamos a un paso de tener la mayoría para voltear el presupuesto”. Lo dijo orgulloso de lo que considera que es un logro, un concepto que no sorprende del mediocre legislador que demuestra ser cada vez que tiene oportunidad.
La fuerte diatriba realizada en el recinto por Máximo Kirchner -echando nafta para apagar el fuego- no fue entonces sino la excusa adecuada que encontró la oposición para poner el marco a una negativa a debatir que ya estaba decidida mucho antes de que el hijo del expresidente hablara.
Las cosas, como son. Lo demás es apariencia y el intenso deseo de mostrarle al Gobierno que la oposición también tiene poder y va a demostrarlo aun cuando esto perjudique a millones de argentinos.
En medio de tan lamentable sesión, se colaba la interna del radicalismo -una de las fuerzas integrantes de la oposición- que se terminó resolviendo al día siguiente, con Gerardo Morales ratificando su liderazgo frente al senador porteño Martín Losteau.
La oposición dejó claro que el Gobierno debe forzosamente dialogar, pero no demostró que está dispuesta a crear las condiciones adecuadas para ello, sino que más bien parece que solamente quiere imponerse, algo de lo que acusa al mismo Gobierno.
De hecho, otra de las fuerzas opositoras, la Coalición Cívica, dijo en un documento publicado el pasado sábado que "la incapacidad del oficialismo para entender que para gobernar cuando se está en minoría, se debe ceder, fue determinante", pero, en el mismo escrito, también criticó a sus propios aliados diciendo que “Voltear el Presupuesto no era una opción. Entendemos que la tensión y la insensatez del oficialismo puede haber encerrado a Juntos por el Cambio, pero necesitábamos aplomo para tener una posición más inteligente y responsable".
La falta de sanción del Presupuesto 2022, con la obligatoria prórroga del actual por medio de un decreto presidencial, pone en incertidumbre -por lo menos hasta marzo del año próximo- los presupuestos provinciales y las obras negociadas y comprometidas por el Ejecutivo Nacional para cada provincia.
También, por supuesto, agrega una connotación negativa a las complicadas negociaciones de renegociación de deuda con el Fondo Monetario Internacional.
Los diputados por Salta que votaron en contra de la continuidad de la negociación del presupuesto en comisiones deberían dar explicaciones, por lo menos razonables, a los salteños sobre obras que no llegarán por su voto negativo, pero, hasta ahora, no he podido escuchar nada con fundamentos adecuados, sino más bien justificaciones y excusas.
En este país que a veces parece de jardín de infantes, sólo queda pedir madurez cívica al oficialismo y a la oposición, desde el diálogo y no desde la confrontación.
Como pedía María Elena Walsh hace más de 40 años, “déjennos crecer”.