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Los argentinos enfrentarán el próximo 19 de Noviembre la disyuntiva de elegir entre un populismo o el otro, y he ahí la cuestión. Para la sensibilidad republicana, ninguna de las dos opciones son buenas, óptimas, o capaces de generar cambios certeros.

Por Natalia Aguiar

Muchos de los argentinos son conscientes de que las próximas elecciones podrían cambiar el destino de este país, y esto les quita el sueño respecto qué decisión final tomar al momento de votar. Sea por una opción, la otra o el voto en blanco.

Cualquiera sea la decisión es importante acudir a votar para que los políticos acusen recibo de lo que piensa el pueblo. Quizás esté en manos de los votantes evitar el peor de los populismos, del que no hay retorno. Habrá que elegir entre dos males, pero inclinarse por el menos peor. Lo cierto es que no hay garantías para los argentinos.

Muchos se decidirán camino a la escuela que les toque para votar o ya en el cuarto oscuro.

 

El síndrome de Estocolmo

Los miedos, inseguridades, los patrones de repetición, hacen que en la mayoría de los casos la gente tienda a inclinarse por lo que ya conoce en vez de arriesgarse a un cambio. O peor, quizás muchos voten como víctimas del síndrome de Estocolmo, que, si bien se vieron privados de su libertad, posibilidades, secuestrados en un país sin una moneda fuerte, sin poder salir al exterior, sin poder cubrir las necesidades básicas alimenticias, sin posibilidades laborales y educativas, sin dignidad, pero eso sí, con planes sociales. Plan platita, planes y más clientelismo barato mientras las causas de corrupción ahogan a los argentinos. Pero los resultados de las últimas elecciones, demuestran que a la gente la ilegalidad, la fiesta de la corruptela, no le interesa.

Javier Milei pudo vivenciar que el peronismo unido jamás será vencido, pese incluso al yategate, Insaurralde, las langostas de Sofia Clerici, y los chocolates.

Los peronistas renacen de las cenizas como el ave Fénix y hay que reconocerles que son solidarios con los compañeros. Claro que hay enemistades, pero ante las crisis se juntan, están unidos. Hacen de la explotación de la pobreza y el clientelismo barato, y a la falta de valores morales su mayor capital político. Saben mostrarse como los salvadores del abismo. Son inescrupulosos, no tienen límites y van a por todo a cualquier precio.

Juntos por el cambio perdió la mayor posibilidad de su historia, por la torpeza de pelearse entre ellos, de ser rivales ante la posibilidad de poder. Poder que se les fue como agua entre los dedos por la idiotez de querer acaparar un poder que aún no tenían.

 

No vale todo

Para algunos, la jugada de Mauricio Macri de acercarse a Javier Milei, y que Patricia Bullrich se mostrara amorosa como patito mojado frente al león libertario y vegetariano, fue óptima. Par otros, no vale todo. Hay límites morales, ideológicos, dignos, todo tiene un parate. Así lo sostuvieron en el espacio de Juntos por el cambio, los radicales Gerardo Morales, Martín Lousteau, y la líder del PRO Elisa Carrió entre otros. Lo cierto es que pese al rechazo que generaba ver la imagen del abrazo de Milei con Bullrich, a Juntos por el Cambio le quedaba como otra opción llamarse al ostracismo. Pese a los enojos y acusaciones de falta de moralidad y dignidad, Patricia Bullrich sigue en carrera electoral, ya como fiadora del supuesto gobierno de Milei, ya como la encargada de bendecir su gestión. Una vergüenza para muchos de los militantes de Juntos por el Cambio. Todo indica que el quiebre es total más si se confirma que los radicales avalarán a Sergio Massa.

La fractura de la coalición es casi inevitable, el apoyo abierto a Milei hizo saltar las térmicas, las diferencias que venían arrastrando desde hace años. Hasta ahora, los radicales y los de Juntos por el Cambio, como los de la Coalición Cívica y el PRO, estaban unidos para derrocar al kirchnerismo. Ahora que este espacio se autodestruyó, salen las diferencias irreconciliables a flor de piel. Los unían los valores republicanos, la lucha por la justicia, la verdad, la pelea por desterrar la corrupción de la política, pero ahora la gente de Macri, responde con la misma moneda y luego de que a Bullrich Milei la acusara de “montonera y tira bombas”, se dan abrazos tan falsos que dan ganas de llorar, al descubrir que quizás no haya futuro con políticos a los que no les interesa nada más que el poder. Patricia Bullrich no se rinde y el miércoles pasado leyó un documento en que manifiesta su apoyo a Milei con sustento en “la necesidad de defender la república ante la posible continuidad de un proyecto hegemónico que ya ha provocado un daño inmenso”. El texto fue irreprochable, pero Milei ha encarnado una postura totalitaria, violenta, irrespetuosa que no es más que una copia de populismo kirchnerista. Vendría a ser una versión de Cristina Kirchner pero de sexo masculino.

A Milei se lo ve sobresaltado, como si el saco empezara a quedarle grande, como si no pudiera manejar sus impulsos, empieza a mostrar deslices psiquiátricos -esto dicho por médicos especialistas- y su falta de estabilidad emocional podría jugarle en contra. Decidieron mostrarlo solo en lo que queda de campaña para no perder votantes, es decir sin Patricia Bullrich, aunque ya señalan por lo bajo a dos economistas de Juntos por el Cambio, como posibles funcionarios de Milei: Daniel Artana y Rodolfo Santángelo. A los que el libertario, considera “amigos”.

 

“Massa ministro, candidato y objetivo: presidente”

Estas fueron las consignas de quienes asesoran a Sergio Massa para llegar a la presidencia del país. Massa se presenta como el garante de la unidad del espacio, y se dedicó a intentar desequilibrar a su gran rival, Javier Milei, que para perder el eje está mandado a hacer. El último tramo de la campaña será mostrar a un “Massa presidente”, que si bien intenta despegarse del kirchnerismo, trabajará en las semanas que quedan para bajar la inflación y tratar de estabilizar al dólar. Además de su asesor político, Antoni Gutiérrez Rubí, encargado de esa mirada estratégica de la campaña. Lo secundan asesores del equipo comunicacional del presidente brasilero Ignacio Lula Da Silva, que hacen un trabajo milimetrado, en terreno y en redes, nada queda al azar.

No se entiende que la gente se incline por quien ha llevado a la Argentina al abismo financiero y económico. Massa por su parte, apostará hasta fin de año a la austeridad, y por asesoramiento de Gutiérrez Rubí, y el experto en comunicación Santiago García Vázquez, mostrarse como pieza de unión y con un perfil moderado, alejando los símbolos del kirchnerismo, lo que podría garantizarle el éxito. Aseguran sus asesores que en los debates -y apuestan a que suceda lo mismo el 12 de noviembre- pudo mostrarse con seriedad y poner en duda las postulaciones de Milei. Respecto del caso Insaurralde argumentan que inmediatamente Massa decidió sacarlo de la campaña.

Para la última etapa ya se puso en marcha el lema “Trabajo, diálogo y responsabilidad”, junto a los personajes que acompañarán a Massa, Malena Galmarini, Eduardo “Wado” de Pedro, Sebastián Galmarini a cargo de las encuestas y sondeos de opinión diarios y el intendente de San Fernando, Juan Andreotti, a cargo de las sensibles y estratégicas redes sociales.

Empieza a escurrirse la disyuntiva típica de la política argentina sobre derecha o izquierda. Massa se inclina por decir que Milei es fiel símbolo del fascismo. Así, más radicales de lo pensado se arrimarán a Massa.

La Argentina quebrada desde lo moral y financiero. Una economía en picada y sin paracaídas, una sociedad marcada por índices de pobreza históricos que indican que Argentina, gane quien gane en la segunda vuelta, estará en una situación de extrema vulnerabilidad durante décadas. Así pues, llegaron al ballotage dos formas de populismos, uno peor que el otro, entre los que se debaten millones de argentinos porque está en juego el rumbo del país y el futuro.

Lo único sano de todo este contexto corroído por la ineficacia política, es que al ciudadano de bien le genere angustia y le tiemble el pulso al momento de ir a votar.

Ante la Argentina quebrada, desmantelada, con empresarios que boicotean al gobierno con falta de combustible, sin mercadería suficiente en los supermercados, sólo queda la esperanza de un voto consciente y el liderazgo de un candidato que crea en Argentina y deje de lado los intereses personales. En esta disyuntiva se comprometen años de vida de los argentinos, hijos, nietos, y aquellos por venir. Mucho en juego…