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El brutal asesinato a Fernando Báez Sosa interpela como sociedad a todos los argentinos, no es un caso más, es una de esas historias emblemáticas que marcan un antes y un después en la historia de una comunidad.

Por Natalia Aguiar

Tal es el efecto angustia que generó en la sociedad argentina que uno de los canales de televisión con llegada a cada rincón de este país, durante días y días mantuvo la pantalla con el tema, desarrollando paso a paso los detalles de la defensa, fiscalía, y acusación. Durante los dos días de alegatos se emitió el juicio de manera directa durante más de diez horas de alegato suspendiendo incluso las pautas publicitarias. Lo mismo ocurrió en otros canales, redes sociales y hasta el canal de la Corte Suprema que emitió la señal en directo. Hubo récord de audiencia, la gente está muy interesada en saber qué ocurrió y qué ocurrirá. La gente clama Justicia.

No es un caso más. Es un caso macabro, deshonesto, que marca diferencias, un caso que afecta de tal manera y atraviesa las entrañas de padres, hijos, hermanos, abuelas y tíos, porque podría ocurrirle a cualquiera que escriba o lea estas líneas. Fue tan cruel el asesinato que cualquiera de nuestros hijos podría estar involucrado en una situación de tal injusticia y desigualdad, con la cobardía de atacarlo por la espalda, por atrás, sin que Fernando se pudiera defender y dejándolo sin reacción en el piso por el tenor de las patadas, piñas y golpes que le perpetraron con “odio, saña, hasta matarlo”, como relataron los amigos del joven víctima y otros testigos. Un ataque cobarde por la espalda, con alevosía, sin posibilidad de defenderse, la víctima en estado de indefensión ante ocho atacantes que bloquearon a cualquiera que quisiera defender a esa persona que segundos después, perdiera la vida.

 

“Me lo voy a llevar de trofeo”

La madrugada del 18 de enero de 2020, Fernando Báez Sosa estaba de vacaciones en Villa Gessell, y había salido a bailar a la discoteca Le Brique, donde tuvo un altercado con un grupo de rugbiers que lo esperó a la salida y lo terminó asesinando a golpes.

Todo se habría iniciado luego de que uno de los amigos de Báez Sosa rozara a uno de los rugbiers y él intentara defenderlo, relató un testigo. Finalmente la seguridad del lugar los echó a todos.

Pero, mientras Fernando esperaba que el resto de su grupo de amigos saliera, fue visto por dos de los rugbiers que avisaron al resto de sus compañeros y a los pocos minutos todos fueron a atacarlo por la espalda. Segundos después, estaba muerto.

Son ocho los jóvenes rugbiers detenidos y acusados de "homicidio doblemente agravado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas" en un juicio oral ante el Tribunal en lo Criminal 1 de Dolores. Máximo Thomsen, Enzo Comelli, Matías Benicelli, Blas Cinalli, Ayrton Viollaz y Luciano, Ciro y Lucas Pertossi son los acusados del crimen de Báez Sosa. Todos ellos eran amigos que se encontraban de vacaciones en Villa Gessell para el momento del crimen. Thomsen está señalado por la justicia como quien le dio la patada mortal en la cabeza a Fernando cuando estaba "de rodillas sobre el suelo" y quien dijo a viva voz: "Me lo voy a llevar de trofeo".

Hubo otras frases que señalaron los testigos: “Maten a este negro de mierda”, mientras lo atacaban. Luego ya en plena investigación, los mensajes de los celulares de los imputados fueron analizados y reproducidos por el instructor de la Fiscalía General de Dolores, Javier Pablo Laborde. El contenido es escalofriante: “Amigo, flasheamos. Creo que matamos a uno, todo Gesell está diciendo eso”, fue uno de los textos más fuertes que se revelaron del celular de uno de los rugbiers y que fue enviado a las 5.15 del 18 de enero de 2020. Su interlocutor le contestó: “Los demoledores”. Otro de los mensajes tras la pelea: “Nos cagamos a piñas en el boliche. Nos sacaron a todos. Esperamos que se vaya la policía y ahí los recagamos a piñas. Dos convulsionaron, uno lo mandamos al hospital sin signos vitales. Ahora estamos yendo a McDonalds a ver qué pasa”. En un momento de las charlas expuestas, Cinalli se jacta: “Había un rubio que estaba agarrado a mi tobillo”. Esta frase también lo complica, debido a que se conecta con el testimonio de Tomás D’Alessandro, uno de los amigos de Fernando que intentó detener el ataque y quien refirió en su testimonio a que le agarró los tobillos a uno de los agresores. “Chicos, no se cuenta nada de esto a nadie”: el pacto de silencio en el grupo de WhatsApp de los rugbiers tras el crimen de Báez Sosa. Además, en otro mensaje a un contacto no vinculado a la causa, expresó tras el asesinato: “Nos vamos a la playa. Previa en casa, vienen todas las gatas”. “Yo sólo quiero tomar vino y fumar flores”, agregó luego. En el juicio oral que se inició el 2 de enero pasado, ante una pregunta del querellante Fernando Burlando sobre si al enviar esos mensajes Cinalli ya sabía que el joven estudiante de abogacía había muerto, Laborde confirmó que esas expresiones fueron escritas 13 minutos después del “caducó” de Lucas Pertossi, en referencia al fallecimiento de Báez Sosa. En otro intercambio de mensajes telefónicos de la mañana del 18 de enero de 2020, cuando alguien le pregunta a Cinalli: “¿Qué onda Blas, se dieron masa?, a lo que el rugbier responde: “Sí, pero no digas que lo dije yo porque no sé si es heavy o no. Le dimos murra a uno con el ‘perto’, lo recagamos a palos, pero mal. Nos vinimos corriendo a la casa”.

Quizás estas frases demuestren la manera en la que solían manejarse estos jóvenes que parecen creerse superiores incluso al finalizar el juicio y dedicar unas palabras teatralizadas y preparadas. Pidieron disculpas a la familia, pero sin un signo de humanidad. Parece que aún, y tras tres años del hecho, de ver videos, pruebas contundentes, el relato de los testigos y padecer el encierro y la pérdida de la libertad, no entendieron aún. Mataron a un joven con todo un porvenir por delante. Fernando tenía proyectos, estaba estudiando, quería ayudar, acompañaba a sus padres, de los que estaba orgulloso, tenía una novia y era solidario. Tenía empatía con las necesidades y el dolor del otro.

Esta historia refleja la sociedad en la que los argentinos viven, en la que viven hijos, nietos, jóvenes y niños que desde la educación que reciben en la casa perciben cierta diferencia que los presenta como supuestamente superiores. Ahora, la realidad muestra que los que están en inferioridad de condiciones mentales y emocionales, son ellos. Los presuntamente “superiores”. Si, superiores en maldad, en ensañamiento, en pensar al estrategia para ocasionar mayor daño, en marcar diferencias para matar, para aniquilar.

Cuando planteo que este caso interpela a la sociedad me refiero a que expone lo que hay, lo que es, lo que hay que cambiar. Esto no puede ocurrir otra vez. Que haya ocurrido ya es una catástrofe, porque si hay jóvenes que piensan y actúan como estos rugbiers, el futuro del país está complicado. Poco margen, poca tela para cortar entonces queda.

El caso estremeció y conmovió a la opinión pública por el salvajismo que se viralizó en los videos y por el dolor, la entereza, la fuerza y dignidad con la que los padres de Fernando Báez Sosa, luchan por la memoria de su hijo. Su único hijo. La brutalidad y la frialdad del ataque y el silencio de los acusados durante y luego del asesinato fueron contundentes.

Este es un tema social y político, que podría considerarse una cuestión de Estado por el nivel de angustia y conmoción que generó en la ciudadanía. Los políticos deben tomar cartas en el asunto de los jóvenes, de lo que ocurre en la noche. Mientras existan diferencias de oportunidades para unos y otros, los políticos, funcionarios, empresarios, empleados, todos son responsables de lo que ocurrió esa fatídica noche. Cada uno desde su lugar es responsable de generar diferencias, dificultades para acceder a estudiar, a trabajar, a tener posibilidades. Este caso es un reflejo de lo que ocurre en la juventud argentina. Ese cuestionamiento interpela a cada ciudadano, ocupe el lugar que ocupe. Esto no puede suceder. En un país con posibilidades para todos, estas supuestas diferencias se erradican porque los jóvenes estarían pensando en progresar, estudiar, cambiar sus destinos, ayudar al prójimo.

Pero que le quepa el sayo al que le quepa, la familia argentina es la célula de la que parte todo. Si hay manzanas podridas en el seno familiar, eso se reflejará más tarde o más temprano.

Graciela y Silvino, los padres de Fernando Báez Sosa, son ejemplos de trabajo, lucha y dignidad. La Argentina los acompaña. "Estamos cerca de la justicia y las pruebas son contundentes", dijo Graciela Sosa. "Todos coinciden y creo que todos están implicados. Espero que les den la pena máxima, que es perpetua, porque Fernando está en un lugar del que nunca va a regresar". Los sindicados podrían enfrentar cadena perpetua, pedido realizado por la fiscalía y la querella, aunque eso lo sabremos el 6 de febrero día en que se leerá la sentencia.

Tamaña responsabilidad pesa sobre los jueces que deberán analizar las pruebas y tomar una decisión de orden técnica pero con gran dimensión social y política ante una sociedad que clama Justicia.