Esta semana la Justicia argentina tiene la posibilidad de ponerse de pie o arrodillarse al condenar o no a Cristina Kirchner, ya que podría ser condenada o absuelta, por delitos de corruptela contra el Estado.
Por Natalia Aguiar
Sin embargo, la corrupción en Argentina parece que sólo existe para los ladrones de gallinas, porque los expresidentes condenados, como fue el caso de Carlos Menem, sentenciado por la venta de armas a Croacia, no cumplen las condenas. Ya sea porque cuentan con la impunidad de los fueros por conseguir bancas como diputados o senadores. También la edad puede ayudarlos a no cumplir condena, ya que la ley en este país permite la prisión domiciliaria a partir de los 70 años. Tanto Menem como Amado Boudou, vicepresidente de Cristina, condenado en 2018, no estaban en funciones.
El caso de Cristina Kirchner es emblemático porque ella está en el ejercicio de poder como vicepresidente de Argentina, y ser condenada en el mando del Ejecutivo, sería histórico. La Justicia tiene en sus manos una gran posibilidad de ejercer la ley, de defender la dignidad judicial.
Además, ella es la líder del partido al mando, ejerció la presidencia de la nación y ahora los hilos ocultos del poder. La resolución que tome la justicia será emblemática, ya que el oficialismo ha sostenido hasta la fecha que no hubo pruebas en su contra de contundencia tal que ameriten una condena. Para la ciudadanía, para la gente de trabajo genuino, se trata de “Corrupción o Justicia”, como lo dijo el fiscal Diego Luciani en su alegato, al pedir 12 años de prisión para la vicepresidente y la inhabilitación para el ejercicio de cargos públicos ante los delitos de asociación ilícita y fraude al Estado por los está acusada.
La causa es la de Vialidad, y tras tres años y medio de juicio, la vicepresidenta podría ser condenada este martes a una pena de cinco u ocho años de prisión y ser inhabilitada de manera perpetua para ocupar cargos públicos. Para los especialistas, entre penalistas y constitucionalistas, hay una coincidencia, el delito de asociación ilícita es de muy compleja demostración fáctica, por lo que esgrimen que podrá ser condenada sólo por el delito de fraude al Estado.
Los jueces que deberán decidir sobre la cuestión son los integrantes del Tribunal Oral Federal N° 2, Jorge Gorini, Rodrigo Giménez Uriburu, y Andrés Basso.
La sentencia a la que llegue el tribunal de la causa Vialidad, condenada o absuelta, se proyectará sobre el futuro de Argentina. La resolución judicial marcará un rumbo en el futuro político del país. Si prevalece la corrupción, este país no tendrá esperanzas, pero si la condena se plasma, la Argentina podría recuperar la dinámica de una nación con futuro, en movimiento, sin atropellos a los ciudadanos, ni a la ley, ni a la República. Los argentinos merecen volver a creer en las instituciones. Los argentinos merecen recuperar la igualdad, las posibilidades de un mejor porvenir. La impunidad de décadas aniquiló el tejido social que sostiene al país. Lo peor de todo, es que los argentinos han perdido la capacidad de asombro ante las tácticas de corruptela, porque esta se ha encarnizado, se ha naturalizado en el ideario social.
El kirchnerismo ha hecho de la corrupción su poesía, su relato de persecución política y social. Ha llegado la hora de la verdad. Los jueces tendrán la última palabra legal, porque la sociedad no es ingenua.
Los Kirchner armaron un entramado de ilicitud tal, sin precedentes en la historia. La causa Vialidad es una de ellas pero hay otras también, como Cuadernos, Hotesur, La Rosadita, los bolsos revoleados por los aires de Julio López, las causas de licitaciones públicas, los secretarios y operadores millonarios convertidos en empresarios y testaferros. Un derroche de vanidad y corruptela por doquier. Un guión de cine no sería tan enriquecedor como la realidad.
El arma secreta de Cristina ha sido hasta ahora el relato y desde ya declararse inocente ante el avance judicial al que describe como persecución. Para la vicepresidente los fiscales que participaron de este juicio son un “pelotón de fusilamiento” y también podrían ser periodistas estrellas de los grandes medios nacionales que la señalaron sin cesar. Los fiscales, que deben velar por la seguridad jurídica del país, y los periodistas, que resguardan la libertad de expresión, son los enemigos acérrimos de cualquier déspota en el poder. El relato kirchnerista ya ha sobrepasado las barreras de la psicosis y de la esquizofrenia.
Cristina Kirchner no es una ciudadana más
Es la vicepresidente de la Nación, es la cabeza del poder al mando de este país. Es la Jefa del oficialismo, es -guste o no- una de las más elevadas estrategas del poder en Argentina, siempre diez pasos adelante del resto.
Cercada ahora por la Justicia, grita su inocencia, está en su derecho, porque nadie es culpable hasta que se lo demuestra con pruebas concretas. Ella es consciente de que la condena será un hecho y ordenó a su tropa salir a retrucar con más palabrerías, acusaciones, y las típicas estrategias a las que nos acostumbra el kirchnerismo de que la culpa es del otro. No soy yo, es usted que piensa. Piensa distinto, pero pensar y querer hacer las cosas como la ley manda parecen un pecado mortal en el mundo de Cristina y sus militantes. Ella ya tiene analizada su defensa tras el veredicto.
Lo mismo ocurrió con su compañero Néstor Kirchner. Ellos se adentraron en el sistema para defenderlo desde lo discursivo pero destruirlo desde su estructura celular, para sacar rédito, desviar fondos públicos, someter al Estado a sus pies. Gobernar pese a la letra de la ley, a la que pisotearon a su antojo y parecer. Unos déspotas de la modernidad. Déspotas del mundo virtual. Déspotas al fin.
Los slogans ”Cristina Eterna”, “Sinceramente”, “Néstor por siempre” y demás, permitieron un discurso hegemónico para ejercer el poder al margen de la ley.
Para evitar la condena, Cristina pretende someter a la Justicia bajo el control del Consejo de la Magistratura, órgano encargado de seleccionar, sancionar y juzgar a los jueces por mala praxis -un arma letal para presionar- y además, maneja el presupuesto del poder judicial de norte a sur del país. Bueno, arrebatada esa facultad por la Corte Suprema, y avalado esto por Néstor Kirchner allá por 2011, pero es sólo un detalle. Lo que la ley diga no le importa a esta gente.
Quizás Cristina haya quedado enredada en su propia red, en su propia trampa. Está acostumbrada a manejar los hilos del poder, eso implica los hilos de la Justicia también, habrá que ver si ahora lo logra porque la situación es muy complicada y está en juego no sólo su condena o absolución, sino el futuro de las instituciones, el futuro de la estructura legal y social que sustenta a este país. Está en juego el presente y futuro de los argentinos. Los jóvenes, los niños, los de mediana edad y los más avanzados en edad. No será una condena más, es la condena a un sistema establecido desde que Néstor Kirchner arribó al poder para desmantelar a este Estado agónico que pide a gritos Justicia.
Está en juego lo trascendental, la proyección de país.