Conscientes de que un balotaje podría ser inalcanzable, los libertarios añadieron un único elemento a su arsenal discursivo de campaña: ganar en primera vuelta, un clima de “ahora o nunca”. Así, si el 22 de octubre no gana definitivamente, la suerte podría estar echada para el intrascendente diputado nacional que dice odiar la casta.
Por Franco Hessling
En los comicios del próximo domingo podría quedar sellado el destino de gobierno argentino para el cuarteto de años siguientes. En honor a la verdad, esa posibilidad es prácticamente remota. Sin embargo, y aunque cada vez tengan menos credibilidad, no hay una sola encuesta que se atreva a posicionar al diputado nacional Javier Gerardo Milei en segundo lugar. Todas las mediciones coinciden en que ganará la elección, al igual que en las PASO del 13 de agosto último.
Sin embargo, las chances de que gane en primera vuelta son inciertas. Se tornan remotas si analizamos más que las encuestas. En general, la estructura de los partidos políticos está en crisis, pero todavía existe. Bien se puede deducir que muchas fracciones díscolas aprovecharon las primarias para enviar un mensaje interno a sus correligionarios, pero que volverán al llano de lo que conocen en las próximas elecciones generales. Negociaciones, coerciones, resiliencias. Rosca mediante, desde agosto a esta parte muchos alfiles de las estructuras partidarias se habrán reenfocado en su pertenencia original.
En esa misma línea de reordenar fracciones, se puede anticipar que los tentáculos territoriales del poder político partidario recuperarán el acompañamiento de muchos jóvenes de barrios marginales, y, asimismo, llevarán a las urnas una mayor participación que en el turno electoral de agosto. Se especula que, considerando los mejores números históricos de participación de sufragantes, podrían añadirse hasta 10 millones de votantes que no asistieron a las urnas en las PASO.
En contraposición, ciertas estructuras de lo más anquilosado de la política argentina, como el sindicalista Luis Barrionuevo, resolvieron su actitud luego de las PASO acercándose al candidato más votado. Se trata de un sindicalista apertrechado en su lugar gremial, en pleno declive tras el incremento de las tensiones internas con su ex-cuñado, Dante Alberto Camaño, que tiene una imagen pública deleznable. Barrionuevo fue la principal conquista de Milei luego de su triunfo en las PASO.
Así las cosas, si bien se puede acordar en que el candidato de la Libertad Avanza, diputado nacional intrascendente desde hace dos años, aumentará su caudal electoral y, seguramente, será el postulante presidencial más votado, también puede decirse que su escenario cada vez más se parece al de todo o o nada. Sus primeras semanas de campaña, antes de las PASO, mostraron una gran efectividad discursiva, con muletillas como “casta” y “dolarización”, las cuales le fueron resultando escasas en los últimos días. La única novedad discursiva de la Libertad Avanza ha estado puesta en abogar, quizá como confesión de parte, por ese ahora o nunca: intentan ganar en primera vuelta.
Ese intento resulta lógico y puede ser medido como una confesión de parte puesto que es la manera en la que Milei y sus aliados admiten, solapadamente y sin quererlo, que si no es en primera vuelta la victoria puede ser más esquiva de lo que parecía el 14 de agosto. Ganar en primera vuelta es el único añadido discursivo a la campaña de la Libertad Avanza porque, tal vez, de no ser así será muy difícil que el diputado nacional y candidato a presidente se mude a la residencia de Olivos.
En términos más estrictamente políticos, podríamos decir que el próximo 22 de octubre se podría dar una victoria en primera vuelta de la Libertad Avanza porque todo se ha dado para que su techo electoral se de en este turno comicial. Si no le alcanza para ganar definitivamente la elección, se podría decir que se le habrán “contado las costillas” a Milei y que, de frente a un balotaje, su techo esté más cerca que el de quien sea su contrincante. Es ahora o nunca, gatitos mimosos.