marocco 2502 colAntonio Marocco

Nunca es deseable que la Justicia se involucre en la vida de las personas y las familias. A menos, claro, que se trate de casos extremos en los que efectivamente se precise un arbitraje judicial para resolver un conflicto que no encuentra salida por otra vía.

Es lo que ocurrió hace unos días cuando el Ministerio Público Pupilar obligó a que se completara la vacunación obligatoria de una bebé salteña, luego de que sus padres se negaran a cumplir con el esquema establecido por las autoridades sanitarias.

Ambos adultos se negaron a seguir las instrucciones de todo el equipo del hospital poniendo en riesgo la vida de la menor. La intervención de la Justicia fue clave para garantizar el derecho de la niña a la salud frente a la resistencia de los progenitores a vacunarla. Pero no solo se trata solo de esa niña, y de otros tantos niños que atraviesan situaciones familiares similares, se trata también de toda una sociedad.

Quizás hace un par de años podría haber parecido inconcebible. Siglos de ciencia al servicio de la salud desechados por la ignorancia o la desaprensión. Debates que ya deberían estar saldados. Pero vivimos en un nuevo tiempo: tiempo de la posverdad. Es una época en la que cualquier influencer puede despotricar contra las vacunas, refutar evidencia científica desde Tiktok y sembrar en la cabeza de sus seguidores información falsa que luego tiene un impacto concreto en la realidad: la vacunación durante 2024 y 2025 cayó a niveles históricos y el brote de enfermedades que se encontraban erradicadas o con muy baja incidencia volvieron a ser noticia.

No me gusta el papel de maestro ciruela. Más bien siempre fui amigo de la rebeldía y de la libertad de que las personas hagan lo que sientan y quieran hacer. Sin embargo, el tema de la vacunación nos obliga a ponernos serios y rigurosos: y quizás haya que seguir retando a algunos padres. Esto va más allá de la crianza que quieran para sus hijos. “Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados”. Así manda la sabia Constitución Nacional, pero esto no se trata de una decisión personal, porque el rechazo a vacunarse perpetúa la transmisión de patógenos, pone en riesgo a la comunidad, aumenta la mortalidad infantil y dificulta la erradicación de enfermedades con alto nivel de contagio.

No hay otro camino que la educación. Y es de lo que habló el gobernador Gustavo Sáenz en el Centro Cívico Grand Bourg hace unos días cuando entregamos reconocimientos a los docentes destacados del 2025: “independientemente de las retóricas y discursos políticos enfrentados con fundamentalismos que no nos llevan a ningún lado, se debe entender que la educación es prioridad”. Así lo pensamos en Salta, y así valoramos ese trabajo docente. Todos tenemos en la familia o conocemos de cerca a una maestra, un maestro o algún profe. Y sabemos lo importantes que son en la vida de sus alumnos y estudiantes: un acompañamiento clave que los estimula y les reconocemos el esfuerzo y la dedicación, a eso se refería el gobernador cuando, con mucho afecto recordaba a su madre usando la lapicera verde y la lapicera roja, porque eso significaba seguir progresando. Es lo que más tenemos que cuidar, por eso celebro que el Congreso haya protegido el financiamiento universitario en el presupuesto 2026.

Para ir cerrando, termina el año y muchas veces los balances que nos imponemos por el cambio de calendario nos producen ansiedad: lo que hicimos y lo que no, lo bueno y lo malo, lo pendiente y lo proyectado. No me gustan los consejos, pero solo decir que para cada uno de nosotros la vida sigue más o menos igual: nos dormimos y nos levantamos con los mismos anhelos y sueños, compartiendo la vida con los mismos que elegimos todo el año.

Con la esperanza como guía, que estas fiestas nos inspiren a creer en un futuro compartido.

 

Columna emitida por FM Aries.