marocco 2502 colPor Antonio Marocco

Empezaron las clases. Y que más de 360 mil alumnos salteños hayan vuelto a las aulas junto a sus docentes, en tiempo y forma y con las escuelas en condiciones, no es una cuestión menor.

— Que las clases empiecen es lo normal, no es algo para festejar— podrá decir alguno siempre atento a la chicana fácil. Desde luego que empezar las clases en tiempo y forma no es ninguna hazaña.

Es lo normal, lo habitual, lo esperable. Es parte del contrato social. El problema es que últimamente la normalidad en Argentina pareciera estar sometida a un estado de excepción permanente.

De hecho algunos se acordarán y otros más jóvenes tendrán que ir a la hemeroteca o googlear, pero en los 90, en más de una oportunidad, tanto en Salta como en otras provincias se tuvo que recurrir a la promoción automática para que los estudiantes no perdieran el año.

A raíz de la crisis que atravesaba el sistema educativo, la cantidad de días de paro docente y el deplorable estado de muchos establecimientos, cientos de miles de alumnos pasaron de curso prácticamente sin haber cursado. Aquellas y otras vicisitudes con las que lidiamos los argentinos en aquella época parecieran no habernos dejado las enseñanzas suficientes.

Siempre repito que no toda conquista es permanente y por eso es importante mantener los hitos. Y que las escuelas sigan llenándose de chicos creciendo es uno de ellos. Son tiempos en los que debemos aferrarnos a las cosas que funcionan bien, a las habitualidades perfectibles que nos hacen caminar todos los días un poco más hacia adelante.

La educación cumple en gran parte esa tarea. Atraviesa y ordena generacionalmente el desarrollo de las sociedades, nivela para arriba, genera comunidad y progreso. Desde la habitualidad, desde la convivencia del día a día, desde la igualdad del guardapolvo blanco, desde la paciencia docente, la solidaridad que cultivan los compañeros y el izamiento de la bandera argentina en lo más alto de cada patio en cada escuela.

Esta semana inauguramos el ciclo lectivo en La Silleta, junto a la ministra de Educación Cristina Fiore. Fue en la escuela Virrey Toledo, una de las tantas en toda la provincia que sigue estrenando refacciones y ampliaciones. La Provincia no se desentiende de la obra pública ni mucho menos de la educación.

Es como dijo el gobernador Gustavo Sáenz al inaugurar la Asamblea Legislativa. “A pesar de tantos desafíos y dificultades en cinco años de gestión, la obra pública con fondos provinciales no se detuvo”. Esto es cierto y los salteños son testigos.

Por supuesto que falta mucho, es una realidad. Y todos saben por qué. El propio Gobierno Nacional se jacta de ello. Motosierra a las provincias y que se las arreglen como puedan.

Amén de las deudas y la suspensión de las transferencias por parte de la Nación, Salta recibe por Coparticipación menos recursos per cápita que otras provincias. Esto nos obliga a los salteños a cubrir necesidades con menos recursos por habitante, lo que genera —por más eficiente que sea el Estado— un desarrollo más lento y desigual.

En su mensaje en la Legislatura, el Gobernador denunció una vez más la desigualdad que produce el esquema de distribución actual de la Coparticipación Federal y anunció el impulso de un proyecto para una nueva ley, más justa y acorde a las verdaderas necesidades para el desarrollo de las provincias.

Es un buen año para poner el debate sobre la mesa. Sobre muchos temas: sobre la educación, sobre la salud, sobre la producción y el trabajo. Que las elecciones sirvan para discutir un rumbo y no se conviertan en un ring en el que vale todo. Ojalá seamos capaces los argentinos de ponerle un limite a la desinformación, a las falsas indignaciones y a la deshonestidad intelectual. Falta menos de una semana para el cierre de los frentes que competirán en las elecciones legislativas de la provincia.

Quienes venimos trabajando desde el 2019 junto al gobernador Sáenz tenemos claro el proyecto. Lo hemos puesto siempre a consideración de los salteños y no habrá mayores sorpresas: Salta por encima de todo. Ojalá la oposición —por el bien de la democracia y la calidad institucional— sea capaz esta vez de ofrecer alternativas que mejoren el debate público y no solo rejuntes para sacar una ventaja electoral.