Por Antonio Marocco
Hace poco me crucé con un amigo al que no veía hace algunos meses. Nos pusimos al día y entre novedades poco felices me contó que su mamá, una señora ya grande, había tenido un accidente doméstico y se había caído.
Afortunadamente -me contaba- el golpe físico no fue tan duro. El desafío para la familia, en cambio, fue y sigue siendo la recuperación del ánimo y del semblante.
Reflexionaba: es la historia común de tantos. Todos hemos pasado o pasaremos por algo similar, nosotros mismos o nuestros seres más queridos. A veces las enfermedades, los accidentes o los contratiempos parecen generar muchas más frustraciones en el espíritu que en el propio cuerpo. Es también un síntoma de época aunque no se presuma en redes sociales. La pena invisible puede llegar a ser más grande y permanente que una cirugía o un moretón.
Se dio la casualidad que también esta semana recibí a dos voluntarios de la Fundación Payasos Mediquín. Una organización de acompañamiento terapéutico que trabaja en hospitales de toda la provincia asistiendo a pacientes durante sus procesos de internación y rehabilitación. Son más de 150 voluntarios que sin ningún ánimo de lucro acompañan a los salteños en sus momentos más dramáticos. A veces la risa y el humor pueden hacer que la gente recupere las ganas y el entusiasmo que las circunstancias dolorosas de la vida suprimen.
No quiero que suene a cliché, pero entenderán que muchas veces -para quienes atraviesan un momento difícil- una buena charla, una buena compañía y una sonrisa genuina pueden generar un impacto tan valioso como el mejor de los tratamientos.
Cuento estas cosas porque encuentro en ellas el rastro del humanismo que los salteños no debemos perder. Las personas no somos autómatas que se puedan medir por su productividad económica o su funcionalidad física. Me resisto a aceptar la cultura del descarte, esa cultura que por un lado quiere tirar a los viejos por la ventana y por el otro empuja a los jóvenes a un futuro de individualismo y de sálvese quien pueda. Creo que si tenemos una chance para salir de la crisis en la que han sumergido a nuestro país será a partir de fortalecer los vínculos familiares y sociales, los vínculos que nos hacen seres humanos. La reproducción y la evolución del género humano tiene más que ver con su condición de ser social que con su destreza biológica. Es la organización, la cooperación y la fraternidad. Lo demás es darwinismo.
En ese camino es ineludible la responsabilidad en todas las escalas. Desde la célula fundamental de la sociedad que es la familia, hasta la organización más superior del Estado. Y ahí, en la responsabilidad del Estado me quiero detener, porque es en el Estado donde se deben tomar decisiones firmes que trasciendan a los gestos meramente declamativos.
Esta semana, a partir de una iniciativa del gobernador Gustavo Sáenz, la Legislatura aprobó la rápida intervención del municipio de Morillo, en Rivadavia Banda Norte. Salta otra vez fue noticia nacional por el accionar de un intendente desapegado de la ley, el honor y la ética pública. Como bien lo señaló la Justicia con el pedido de detención del jefe comunal, el robo y contrabando de los rieles del ramal C25 del Ferrocarril Belgrano Cargas es un millonario delito trasnacional, pero sobre todo un nuevo golpe para una de las poblaciones más vulnerables del país.
Ya está en funciones el interventor designado por el Gobierno, Marcelo Córdova, a quien acompañaremos para que su gestión devuelva la paz social y la institucionalidad que se vio amenazada por quien ocupaba su tiempo no en solucionar los problemas de los vecinos, sino en llenarse los bolsillos a costas de actividades cuanto mínimo ilegales e inmorales.
Quiero dejar algo en claro. Muchos señalaron con indignación que ese intendente llevaba casi 30 años al frente del Municipio. Sepan que eso, luego de la reforma constitucional que impulsamos con Gustavo Sáenz en el año 2022, no volverá a ocurrir. Sin más que una reelección, se terminan los intendentes eternos.
Y también se terminará la impunidad. Porque esta misma semana hemos ingresado al Senado Provincial el tratamiento de una ley para limitar los fueros de los funcionarios que ocupen un lugar de decisión en cualquier poder del estado. No podrán excusarse más en la inmunidad, habrá libertad de opinión y acción política como desde 1983, pero se terminará la tergiversación de aquellos que se apalancan en sus cargos para no rendir cuentas ante la Justicia.
En fin. Con marchas y contramarchas, en Salta seguimos avanzando, y lo hacemos empujando también el Norte Grande. Porque algún día -estamos convencidos-, así como hicimos la independencia nacional en el siglo 18, haremos de la Argentina el país desarrollado que necesitamos para el siglo 21.