medranoPor Josefina Medrano

Hace pocos días se festejó el Día de la Madre. Día que en mi casa nunca tuvo demasiada trascendencia bajo el concepto de mis padres, que el día de la madre es todos los días. Honrarla, acompañarla, tener un gesto, un detalle o recordarle lo importante que son en nuestras vidas deberían ser cosas de la vida diaria.

Pero no obstante esto, es un día de reflexión donde no se escapa pensar si uno está haciendo una tarea adecuada en la crianza de los hijos. Ahora bien, en esta gran labor estoy segura que el “pájaro carpintero” como lo llamo de repetir las cosas una y otra vez, algo les quedara grabado. Si es cierto también que ante determinas preguntas o reclamos, que seguramente a todas les paso, parecen no escuchar y terminamos con la pregunta obligada ¿Escuchas lo que te estoy diciendo?? y del otro lado ni una mueca hasta que se repite 3 o más veces la pregunta. ¿Será un síntoma adolescente? ¿Será una manera de desafiarme? Cuántos interrogantes en esta gran tarea materna o será que al final deberíamos preguntarnos ¿será que escucha bien? ¿O ese auricular que parece una prolongación de su cuerpo no le permite oír?

La hipoacusia ha aumentado de manera preocupante en el último tiempo y el trauma acústico definido como la exposición a ruidos altamente fuertes que producen daños en el oído interno es una de las principales causas de la misma, provocando una pérdida de la audición permanente que puede prevenirse sin lugar a dudas.

“Millones de adolescentes y jóvenes corren el riesgo de sufrir pérdida de audición debido al uso inapropiado de dispositivos de audio personales y a la exposición a niveles de sonido nocivos en lugares como clubes nocturnos, bares, conciertos y eventos deportivos”, señala la Dra. Bente Mikkelsen, Directora del Departamento de Enfermedades No Transmisibles de la OMS.

La pérdida de la audición puede tener consecuencias serias no solo para la salud física y mental, sino también a la hora de educarnos y salir a buscar empleo. Las cifras son alarmantes. A nivel mundial se estima que para el 2050, casi 470 millones de personas sufrirán este daño.

Si bien las normas de cuidado y las causas se conocen y están al alcance de la mano, es válida la pregunta si estamos actuando adecuadamente en las medidas de prevención, educación y control. En lo personal no he visto personas en los bares o boliches controlando periódicamente los niveles de sonido y el tiempo de exposición a los mismos, como tampoco la rutina de chequear si los dispositivos o sistemas de audio que utilizan nuestros jóvenes cumplen con la normativa o se usan adecuadamente. Es necesario explicarles claramente a los jóvenes que una vez perdida la audición no se recupera. Enseñarles el uso responsable de dispositivos como la exposición adecuada a los ruidos o a la música. Lo cual no implica dejar de divertirse en esta etapa de la vida.

Esta problemática de salud masiva merece ser identificada y atendida sin lugar a dudas como podría ser el sobrepeso o la hipertensión teniendo en cuenta que es una enfermedad crónica no transmisible. El accionar en los distintos niveles es indiscutible, desde la prevención como la implementación de normativas y controles, seguimientos de seguridad e higiene en el ámbito laboral, recomendaciones del personal de la salud y el uso adecuado del dispositivo son algunos de los ejemplos del amplio campo de acciones que se debe abarcar para evitar los daños.

Actualmente se está constatando daño en personas que realizan home office como así también en los niños que reciben clases virtuales y utilizan dispositivos de manera inadecuada sin el tiempo de descanso necesario. Medidas adecuadas de salud pública podrán sin lugar a duda disminuir un alto porcentaje de casos de perdida de la audición por estas causas.

Dicho esto, señoras madres, desde nuestro lugar empecemos a monitorear el uso adecuado de los dispositivos en nuestros hijos para tener la certeza que su audición esta en las condiciones adecuadas y que la falta de respuesta a nuestras preguntas responde realmente a una actitud propia de la edad, o como dirían ellos, nos hacen “el vacío”.