Por Mario Casalla
(Especial para Punto Uno)
Cuando esta nota esté en sus manos amigo lector se habrá iniciado la semana en que se recuerda el nacimiento de Juan Domingo Perón, el fundador del justicialismo.
Esto ocurrió en la ciudad de Lobos el 8 de octubre de 1895. El acta de bautismo está fechada tres años después, el 14 de enero de 1898 y su padre Mario Perón lo anotó como “hijo natural del declarante” en el registro civil de esa ciudad.
Primeros misterios y debates
La ceremonia de su bautismo tuvo lugar en la parroquia de Lobos y fue bautizado como Juan Domingo Sosa, o sea con el apellido de su madre, que por entonces sólo tenía 17 años. Su padre Mario Tomás Perón (1867-1928) también era oriundo de Lobos, provincia de Buenos Aires, donde se desempeñaba como oficial de justicia. Su madre, Juana Salvadora Sosa (1874-1953), era una mujer tehuelche nacida también allí. Tuvo tres hijos: Mario Avelino Perón (Lobos 1891- Sarandí 1955); el segundo fue Juan Domingo Perón y el tercero Alberto Perón (nacido en 1899 y fallecido cuando era bebé).
O sea que por las venas del tres veces presidente de los argentinos corre sangre indígena, de lo cual se enorgullecía. El mismo lo dijo en un reportaje periodístico: “Me contaba mi abuela que cuando Lobos era apenas un fortín, ellos ya estaban allí. Mi abuela inmemorial era lo que bien podemos describir como una mujer machaza, que conocía todos los secretos del campo. Cuando la vieja solía contar que había sido cautiva de los indios yo le preguntaba: entonces abuela ¿yo tengo sangre india? Me gustaba la idea ¿sabe? Y creo que, en realidad, tengo algo de sangre india. Míreme: pómulos salientes, cabello abundante. En fin, poseo el tipo indio. Y me siento orgulloso de mi origen indio, porque yo creo que lo mejor del mundo está en los humildes (Revista 7 Días, año 1967).
Después vino la leyenda de un supuesto origen sardo (italiano) del apellido Perón, motivado por la aparición de la novela “La máscara sarda”, de Luisa Valenzuela, que gira sobre la hipótesis de un Perón nacido en la isla de Cerdeña en 1893 (o ‘95), que emigró a la Argentina como Giovanni Piras y que –protegido por la bondad de Juana Sosa- cambió su identidad, para evitar volver a Cerdeña a cumplir con el servicio militar.
Más tarde ese Giovanni (Juan) por su matrimonio con Aurelia Tizón -cuyo hermano era un influyente funcionario de la época- escaló posiciones y dejó definitivamente atrás esa máscara sarda. Y no le cuento más, porque para eso está la novela y su autora se enojaría con nosotros, con toda justicia, si lo hago. Lo que sí le digo es que ese supuesto “Perón italiano”, es una de las tantas leyendas de su genealogía y que –como cuenta la autora- le fue narrada en la propia Cerdeña, más concretamente en el pueblo de Mamoida (2500 habitantes), donde el hostal se llama Sa Rosada (La Rosada), en recuerdo de nuestra casa de gobierno y donde los “peronistas” locales la abrumaron con diarios y artículos de época.
Los origenes del apellido Perón
La leyenda de un “Perón italiano, sardo” –que por ende no hubiera podido ser general de la Nación ni presidente de la República, por impedimento constitucional- tiene también una larga historia entre nosotros, como no podía ser de otra manera. Además convengamos que -al propio Perón- le gustaba ser un tanto misterioso en ese sentido.
Es muy citada su afirmación -de los años ’60- al biógrafo Pavón Pereyra: “Como si hubiese jugado al destino en una mágica apuesta, logré conservar hasta hoy el origen de mi nacimiento como un profundo secreto”. Sin embargo, nos parece que hay que entender ese “secreto” más ligado a lo que por entonces era un estigma social y familiar, que a su genealogía histórica: “hijo natural”, o “de madre soltera”, estigma que además compartía con Evita. Pero, en cuanto a la genealogía histórica del apellido Perón se refiere y a su lugar de nacimiento efectivo (Lobos, provincia de Buenos Aires), eso está hoy muy estudiado y comprobado.
Quizás la investigación genealógica más actual, exhaustiva y erudita sea la obra “El Coronel, 1895-1944” del historiador Jorge Crespo (Buenos Aires, 1998). A ella nos remitimos como fuente aquí. En ella Crespo –luego de señalar las distintas grafías del apellido- concluye que el primer Perón llegado a estas tierras es Silvestre Perón, un sevillano que participó en la expedición de Pedro de Mendoza (1536) y que presenció la fundación de dos ciudades, Buenos Aires y Asunción del Paraguay. En esta última se quedó a vivir y allí murió (posiblemente alrededor de 1500/1560), según consta en documentación del Archivo de Indias.
O sea que ese “primer Perón” es paraguayo, algo que al último no le habría por cierto disgustado. Sin embargo, no es de esa rama española de los Perón en donde se ubica la genealogía de este Juan Domingo. Hay que buscar primero por el lado de Francia y luego en Italia.
Un largo viaje peronista: 1495-1797
Aquí es bueno reconocer -como lo hace el propio Crespo- “la intuitiva labor del historiador Fermín Chávez: el origen de Juan Perón podría ser vasco-francés”. Le corresponderá a Crespo probarlo documentalmente y -por lo que se ve en su obra- razones no le faltan.
Con mucha paciencia y pruebas a la vista, Crespo nos irá mostrando que esa rama española de los Perón se traslada –a mediados del siglo XVI- desde el sur hacia el norte de España, a la región Vizcaína (Bilbao y alrededores) y desde allí sigue rumbo a Francia. Durante su estadía francesa el apellido a veces pierde el acento ortográfico (Peron) y en otras gana una ere (Perrón). Así y todo, Crespo va rastreando su itinerario y demuestra que esos Perón (provenientes de España) terminarán asentados en el norte de Italia, a comienzos de siglo XVIII, muy cerca de Génova.
Y aquí comienza propiamente nuestra pequeña historia: la del “Perón sardo”. De ese puerto zarpa el buque que trae a América al joven Tomasso Marius Perón (el bisabuelo de Juan Domingo) y aquél que origina la rama argentina de los Perón. Según registros náuticos, Tomasso llega a nuestro país en 1831; mientras que otra rama de esos Perón genoveses irá al Brasil: son los descendientes de Angelo Perón, uno de cuyos hijos (Giovanni, Juan) ya nació allí, por lo cual desde el 1900 hay una rama Perón brasileña, que no es la que se proyecta entre nosotros.
O sea que hasta aquí, hay Perón para todos los gustos: españoles, argentinos, paraguayos, brasileños, franceses e italianos! Pero la rama argentina queda claramente identificada: son los descendientes de Tomasso Marius Perón, bisabuelo de Juan Domingo que llega a nuestro país en 1831. Ahora bien, ¿desde dónde?, ¿desde Cerdeña acaso?. ¿Era ese Perón sardo?
Un pasaporte mal leído
La respuesta es doblemente negativa: ese primer Perón llegado a la Argentina en 1831 (Tomás Mario) no era sardo, sino genovés; y, por supuesto, su bisnieto (Juan Domingo), no había nacido en Cerdeña sino en Lobos provincia de Buenos Aires, el 8 de octubre de 1895, de la unión de Mario Tomás Perón y Juana Sosa.
Para aclararlo, démosle directamente la palabra a nuestro investigador, Jorge Crespo: “Ha sido un error muy común de varios autores el conceder a la isla de Cerdeña el lugar original del apellido Perón y del nacimiento del bisabuelo de Perón, Tomassus Marius.
La confusión se debió a que el pasaporte del primer Perón llegado a nuestras costas, estaba expedido por un funcionario del “Reino de Cerdeña”. No se percataron los biógrafos de Perón, que el dueño de esos documentos había nacido en Génova y que en la casilla correspondiente al puerto o lugar de origen del permiso correspondía a “Génova”. Asociaron inmediatamente Reino de Cerdeña con “Cerdeña” y de allí en más dijeron que Tomasso Marius Perón había nacido en Cerdeña y –otro grueso error- que Juan Perón era de ascendencia sardo”.
No nos olvidemos que –por aquellos años- Cerdeña era colonia de la ciudad de Génova. Por cierto que esta verdad histórica, no cancela ni invalida la verdad literaria; más aún, la propia Luisa Valenzuela reconoce -con toda probidad- el carácter ficcional y anecdótico de su novela, lo cual también está muy bien. Por otro lado, la leyenda que le refirieron en la propia Cerdeña y fue su fuente de inspiración, llegó hasta nosotros y –como vimos- también provocó sus equívocos.
O sea que el justicialismo es doblemente enigmático: resucitó de varias muertes a las cuáles se lo condenó por adelantado y su creador guarda secretos en su mausoleo instalado desde 2006 en la quinta de San Vicente, donde en vida pasó hermosos momentos junto a su compañera Evita. En este presente donde está en juego nuevamente su reorganización partidaria, sería bueno no confundir “chicha con limonada”. Para llegar así a enfrentar con posibilidades de éxito las elecciones de renovación parlamentaria que tendrán lugar el año próximo.