abelcornejoPor Abel Cornejo

John Anthony Burgess Wilson, o simplemente Anthony Burgess, escribió la novela A Clockwork Orange, conocida en español como La Naranja Mecánica en 1962. A su vez el talentoso director Stanley Kubrick la llevó al cine en 1971, causando un suceso mundial. Es lo que actualmente se llama película de culto, dada la popularidad y los numerosos análisis e interpretaciones que se hicieron sobre ella.

Desde entonces hasta ahora, La Naranja Mecánica recobra actualidad intermitentemente, y sobre todo en nuestro caso, si la comparamos con la actual realidad argentina. Hay quienes sostienen que Burgess, por las derivaciones de su novela a través del cine, hasta se arrepintió de escribirla y en sus últimos años era un fuerte detractor. Como si se tratase de una obra compuesta por la Inteligencia Artificial que superaba las intenciones del propio escritor.

Sin duda un caso notable. La película se caracteriza por su violencia gráfica que facilita una crítica social en psiquiatría, el pandillerismo juvenil, las teorías conductistas en psicología y otros tópicos ubicados en una sociedad futurista distópica. Recordemos que la distopía es lo contrario a la utopía. La distopía es la representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana. Es decir, es una sociedad donde la libertad deja de ser un valor en sí mismo, para convertirse en un antivalor, como es el gregarismo. La sociedad sucumbe ante los designios de quien manda. No importa cómo lo hace.

Los expertos coinciden en decir que el supuesto mensaje moral que deja La Naranja Mecánica es que es mejor ser malo por voluntad, a ser bueno por obligación (tal como lo dice el párroco). También se halla un mensaje de índole moral y social al comienzo de la película cuando Alex y sus "drugos" encuentran al anciano embriagado y este se enfrenta a ellos.

La novela trata también sobre el conflicto entre el individuo y el Estado, el castigo de los jóvenes delincuentes y la posibilidad o no de la redención.

Como vemos, subyace en el filme un ambiente cargado de violencia opresiva que viene a detonar a través de distintas manifestaciones. Lo que atormentaba a Burgess, es que la prensa le preguntaba si su obra más famosa no era una inspiradora de agresividad, salvajismo, brutalidad o ferocidad. Todos estos factores es lo que probablemente lo llevaron a reflexionar si era conveniente haberla escrito. Al menos de ese modo, porque lo que el autor originalmente buscaba era mostrar hasta donde los rasgos violentos o agresivos de una sociedad pueden condicionar su futuro, sus instituciones, sus costumbres y la conducta de sus integrantes.

Hay cierta similitud en actos, gestos y propuestas entre el presidente Milei y el personaje principal de La Naranja Mecánica, Alex De Large, encarnado magistralmente por el actor Malcom Mac Dowell. Dicho sea de paso, el film obtuvo cuatro premios Óscar y por orden del Congreso de los Estados Unidos es una de las seleccionadas para el National Filme Registry por ser cultural, histórica y estéticamente significante.

Alex De Large tiene tres placeres ante los que sucumbe: escuchar la música de Beethoven, el sexo y la ultraviolencia. Creó su propio idioma, por ejemplo, los drugos son los amigos; es disruptivo, quiere ser diferente al mundo y se siente que nadie puede competir con él.

El presidente Milei acaba de decirle a Luis Majul en un reportaje, que él es uno de los dos líderes más importantes del mundo, por dar un caso. A la vez pregona que hizo el ajuste más grande de la historia, sin saber ni medir cuáles serán exactamente las consecuencias sociales de ese ajuste que puede cambiar para siempre la vida de los argentinos. Uno de sus asesores, Fernando Cerimedo, en el programa de Romina Manguel, sostuvo que no importa cuánto impacten los trolls en la vida y reputación de los ciudadanos; que son preferibles a la prensa de carne y hueso. Al requerírsele que diga cómo se hace para frenar una agresión en cadena, sonrió y expresó que solamente hace falta saber bloquear. No explicó, en cambio, como una persona puede reponerse o neutralizar esos ciberataques. Dicho sea de paso, especialidad –que, aunque no la tenga– el presidente Milei le atribuye a su candidato en la Corte Suprema el juez Ariel Lijo.

Lo cierto es que la concepción íntima del poder está convencida que su hipersensibilidad económica se condice con las libertades públicas. Es decir, practican indisimuladamente un liberalismo autoritario que en definitiva es un oxímoron.

Tal vez La Naranja Mecánica nos pueda ilustrar sobre la complejísima personalidad de un presidente irritable, absoluta y unidireccional, que no admite ningún disenso ni cambio de opinión sobre un destino preseleccionado que a esta altura cabe preguntarse si es realmente por lo que votaron la mitad de los argentinos.