Lejos de ser solo celebraciones folklóricas, las fiestas populares se consolidan como una herramienta estratégica de desarrollo en Salta. Con ese objetivo, el Gobierno provincial puso en marcha el Programa Provincial de Difusión y Promoción de Fiestas Populares, una iniciativa que busca ordenar, visibilizar y potenciar el calendario festivo de los municipios como un verdadero producto turístico-cultural.
El programa, impulsado por el Ministerio de Turismo y Deportes junto a la Secretaría de Cultura, parte de una premisa clara: la identidad también genera movimiento económico. Cada festival, feria o celebración tradicional no solo preserva la historia y los valores de una comunidad, sino que activa circuitos de consumo vinculados a la gastronomía, la hotelería, el transporte, los artesanos y los emprendedores locales.
no de los ejes centrales de la iniciativa es la unificación y calendarización de las fiestas populares, una deuda histórica que dificultaba la planificación tanto para los visitantes como para los prestadores turísticos. Con una agenda provincial clara y accesible, Salta busca distribuir el flujo turístico durante todo el año y fortalecer destinos que muchas veces quedan fuera de los grandes circuitos.
El verano aparece como una vidriera clave de este esquema. Desde diciembre y hasta marzo, el calendario incluye festivales emblemáticos como el Festival de la Trucha en La Poma, la Feria Artesanal del Valle Calchaquí en San Carlos, la Vendimia en Animaná, la Serenata a Cafayate y el Festival Nacional del Poncho, Doma y Folclore en Molinos, entre otros. La diversidad geográfica y cultural no es casual: el programa apunta a poner en valor cada municipio desde su identidad propia.
Pero el impacto va más allá de lo turístico. Estas celebraciones funcionan como espacios de cohesión social, transmisión de saberes y fortalecimiento del sentido de pertenencia. Al mismo tiempo, generan oportunidades concretas de ingresos para economías regionales que encuentran en la cultura una forma sostenible de crecimiento.
Con esta política pública, Salta apuesta a transformar sus fiestas populares en un activo permanente, capaz de articular cultura, turismo y desarrollo local. Un modelo que mira más allá del evento puntual y entiende que, cuando están bien planificadas y comunicadas, las tradiciones también pueden convertirse en motor económico.
