04 15 guemes

Amanece, que no es poco, en la altiplanicie jujeña. Nos encontramos en el corazón de la Puna, en Puesto Grande, centro comercial de la pujante Hacienda del Marquesado de Yavi. El campamento realista instalado allí, guarda un sueño largo, confiado, desprevenido… Nunca es tan oscura la noche, como antes de amanecer decía don Atahualpa Yupanqui; por eso todos esperan la llegada del sol, realistas y patriotas. Los primeros, para reanudar la marcha a Jujuy, los segundos, para sorprenderlos, allí en la Siberia argentina, a 3.700 mts sobre el nivel del mar.

Por Martín Miguel Güemes Arruabarrena (*)

Desde el atardecer del día anterior, una fuerza de caballería gaucha avanza cruzando arroyos, montes y cerros, desde la Hacienda de Tejada (ubicada más allá de la cuesta de Bárcena), donde el jefe de la vanguardia del Ejército Auxiliar del Alto Perú, Coronel Francisco Fernández de la Cruz, ha ordenado avanzar junto a las caballerías gauchas a un cuerpo de Dragones al mando del teniente coronel Rudecindo Alvarado y un cuerpo de Granaderos, precedidos por una división de infantería. El atraso de estas últimas, llevó a los Dragones y a los Granaderos a llevarlos a grupas, y de este modo la caballería gaucha se adelantó a estas tropas.

El casco de los caballos, su paso criollo, es un murmullo que crece en la noche… Están cerca de su objetivo: atacar por sorpresa a la avanzada realista. El General José Rondeau, al mando del Ejército del Norte, sabe de la operación militar y la aprueba.

A pesar de que los documentos históricos prueban que se encontraba al tanto de las negociaciones pacifistas entabladas por el Coronel Martín Rodríguez. Negociaciones iniciadas después de la “Sorpresa del Tejar”, donde cayera sospechosamente prisionero de los realistas y promoviendo conversaciones con el jefe del Ejército español, General Joaquín de la Pezuela, a los fines de lograr su libertad y volver con correspondencia pacificadora destinada al alto mando patriota. Misiva comprometedora de su intento de transar con las fuerzas del Rey.

No fue mal recibida esta tentativa en el Directorio porteño, que prefiere la paz a la guerra.

Al mando de los gauchos saltojujeños marcha el coronel Martín Güemes (ex Jefe de la vanguardia del Ejército del Norte, designado por San Martín), a su lado cabalgan don Luis Burela y Saavedra, aquel del Grito de Chicoana (1/3/1814) con el cual se inicia la guerra gaucha en el Valle de Lerma, el célebre y aguerrido Pachi Gorriti, que reclutó 300 gauchos “fronterizos”, Manuel Eduardo Arias al mando de 200 jujeños y los 500 salteños convocados por Güemes. En total, mil gauchos milicianos dispuestos a todo.

Don Diego Cala, baqueano del “Puesto” del Marquesado de Yavi, patriota convencido (será fusilado por “indio”, en 1816) se ha enterado que el General Pedro Antonio de Olañeta, jefe de la vanguardia realista estacionado en Tupiza, ha ordenado avanzar al Capitán Antonio Vigil, experimentado militar español, al mando de 300 hombres bien montados, equipados con las más modernas armas de la época y con pertrechos suficientes para llegar a Jujuy. Que han acampado allí, en el Puesto Grande, alrededor de una casona con pircas corraleras y con un pequeño arroyo cercano que serpentea entre las piedras, trayendo vida a su alrededor; quizás más allá se hunda entre los arenales.

Las tunas y cactus, pueblan las cercanías. Los churquis añosos dan sombra a los viajantes. Ese es el lugar donde se librará el combate. Todo es silencio y desolación para el invasor español. Los aborígenes practican el recurso de la tierra arrasada. La gesta precursora de Túpac Amaru está latente en su sangre, y reverdece en la memoria.

La proclama de Güemes lanzada a sus tropas, desde su cabalgadura, antes de entablar el combate, define su temperamento, su pensamiento, su decisión y su posición política, a voz en cuello, afirma: "(…) Hombres todos, patriotas, enemigos y neutrales; escuchad la verdad y el clamor de la naturaleza. Patriotas: confiad en los campeones que tengo el honor de mandar y tened el consuelo de que estos brazos fuertes e incorruptibles os darán la libertad que anheláis y la seguridad que deseáis. Secuaces de los tiranos; vuestra soberbia os precipita. Advertid que las dieciocho provincias de esta América del Sud que sacuden la opresión, no las podrá ultrajar vuestra impotencia, ni serán duraderas las tramoyas y seducciones de que os valéis...".

El choque es inminente, amaneciendo comienza la carga. Retumba en el aire el grito gaucho acostumbrado al arreo de mulas y vacunos. Resoplan sangre los hocicos de los caballos, ante el furioso galope tendido sobre la altipampa. Parece un trueno, el ruido que recorre la tierra. La carga emprendida es un relámpago que surca el horizonte. Las lanzas cortan el aire puneño, los sables apuntan al corazón del campamento enemigo que despereza un sueño, que despertará a la muerte. Entran a punta de lanza en los pechos sorprendidos. Se los llevan puestos. Los llantos de los heridos y los cuerpos tendidos de los muertos anuncian la derrota. Los pocos que han podido montar -dado que algunos durmieron con sus cabalgaduras ensilladas temiendo la sorpresa- salvan sus vidas.

Los alaridos de la victoria pueblan el aire. El caudillo orgulloso, con la barba crecida, cubierto de sangre, se pasea entre sus gauchos con una mirada penetrante ante el dolor de la muerte y un gesto adusto y tierno a la vez al ver los heridos; les agradece la confianza y la valentía demostrada en el combate. En el campo de batalla, quedan 100 realistas muertos, más de cien heridos, y todos los pertrechos abandonados en la desbandada.

Criollos, gauchos y aborígenes, vuelven a ser dueños de su tierra. EL comandante Vigil ha logrado escapar con unos pocos oficiales y tropa. Este mismo militar es el que atrapó al Coronel Martín Rodríguez en la “Sorpresa del Tejar”; esta vez, es él quien ha sido sorprendido en el Puesto Grande del Marqués; será el mismo que ordene cortar la mano derecha al guerrillero famoso, al Moto Méndez, en una derrota que le infringe en Tarija, su tierra natal.

Vigil seguirá peleando por el Rey, contra Güemes, contra San Martín, y en Ayacucho será el edecán del General José de la Serna, Virrey del Perú y Jefe del Ejército Realista. Esta vez, será Sucre quien los derrote, el 24 de diciembre de 1824.

El triunfo de Puesto Grande del Marqués (14 de abril de 1815), abre nuevamente las puertas del Alto Perú, y permite el tercer avance del Ejercito del Norte, al mando de Rondeau. Es la única victoria de las armas de la Patria, en este tercer intento de reconquistar el Alto Perú.

Lamentablemente, al igual que en Suipacha, se desaprovechará la ocasión y como en Huaqui (1811), Vilcapugio y Ayohuma (1813), sobrevendrán las derrotas de Venta y Media y Sipe Sipe (1815).

Güemes no participa en los fracasos citados, en el Alto Perú. ¡Si, comanda las victorias! Como protagonista vital de la primera victoria de las armas de la patria ¡Suipacha!, y en esta acción del Puesto Grande, Güemes es borrado del parte de los triunfos y excluido del mando de tropa. No por casualidad sino por causalidad nefasta.

En Suipacha, como Capitán de la Vanguardia, llevó adelante la carga de caballería, en Puesto Grande como Teniente Coronel al mando de las fuerzas de las caballerías gauchas, gestó la arremetida victoriosa, y fue “desmovilizado” él y sus milicias gauchas saltojujeñas. En este último caso, la causa fue una desavenencia, provocada nada menos que por el coronel Martín Rodríguez. El mismo que fuera sorprendido y tomado prisionero por el Capitán Vigil,en el Tejar, el mismo que entrara en componendas con el enemigo.

Se atrevió a menoscabar a las tropas gauchas, a despreciar su valor. Güemes por la Patria, y por los Gauchos, era capaz de romper con su padre. Le respondió con dureza e incluso se suscitó una tensión que pudo acabar en duelo personal.

Güemes fue amonestado por Rondeau y sospechado de rebeldía en Buenos Aires… Martín Rodríguez fue recompensado por sus derrotas, por sus intrigas diplomáticas, con el mando de la Vanguardia… Quien pactaba con el enemigo, debía asumir el mando del ataque… triunfaba el pacifismo a ultranza.

La lección fue aprendida por Güemes, no volvería a combatir bajo las órdenes de oficiales porteños como Balcarce y Castelli, como Rondeau y Martín Rodríguez, incapacitados para llevar adelante una guerra a muerte al absolutismo monárquico.

De esta forma, en 1815, comienza su autonomía militar (guerra de milicias gauchas) la autonomía política (Gobernador de la Provincia de Salta), autonomía social (Fuero Militar de los gauchos). Todo en procura de la unión nacional por la independencia de las Provincias Unidas de Suramérica. “Al pueblo que quiere ser libre, no hay poder humano que lo sujete” (1816).

 

(*) Académico de número Sitial 7º “Ricardo Rojas” del Instituto Güemesiano de Salta. Delegado al Norte Grande por el Instituto Güemesiano Nacional. Socio correspondiente de la Sociedad de Geografía e Historia de Tupiza, Tarija, Potosí y Sucre. Miembro correspondiente del Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”. Miembro correspondiente del Instituto Lopeziano de Santa Fe.