
Por Mario Casalla
(Especial para Punto Uno)
Un dato objetivo y compartido es que, a la fecha, el partido de gobierno (La Libertad Avanza) ha fagocito al PRO subsumiéndolo en su propia práctica política. Expresamente no utilizamos la palabra “fin” o “muerte” del PRO porque en la singular vida política argentina los fenómenos partidarios nunca mueren del todo, sino más bien se acumulan como capas de cebolla.
Tanto es así que en la Justicia Electoral de nuestro país hay 47 partidos de orden nacional y más de 700 de orden distrital reconocidos, convirtiéndola en el país sudamericano con más partidos políticos, aunque muchos de ellos no pasan de ser un sello que se prestan o alquila cuando llegan las elecciones. De allí que los saltos y cambios de casaca suelen ser también cosa bastante común.
Desde su nacimiento, en el turbulento contexto de 2001-2002, Propuesta Republicana (PRO), el partido fundado por Mauricio Macri, empresario y expresidente del Club Atlético Boca Juniors, resistió la tentación de diluirse en los partidos tradicionales y se convirtió en un espacio de renovación de la centroderecha argentina. En él convivían políticos de larga data con nuevos ingresantes a la actividad, relacionados con el mundo empresario y de las ONG y los “think tanks” liberales. El emprendedurismo y el voluntariado eran los valores partidarios dominantes, a lo que sumaban un discurso “postideológico”, una estética festiva y un liderazgo propio de un “team leader” empresarial.
El alma mater del PRO es Mauricio Macri, se crió entre esos dos y sin él ese mundo PRO sería, en lo político, muy poco sustentable. Quienes lo tratan más en intimidad dicen que suele repetir esta frase para explicar su destino: “Creo que la mejor definición de mí mismo me la dio Gregorio Chodos, que es como un padre para mí. El me dijo: Mauricio, en la vida están los que eligen tener y los que eligen ser. Vos elegiste ser. Y yo siento eso. Que yo tenía todo ya. Así que elegí ser”.
Un padre y varios tutores
De Franco -su padre biólogo- pueden decirse muchas cosas, menos que haya descuidado la educación de quien imaginaba como su heredero. Quiso que Mauricio fuera al exclusivo Colegio Cardenal Newman, así como él revalidó su título del Liceo Italiano, en el Colegio Nacional de Buenos Aires (a su manera también, exclusivo), dos años después de haber llegado de Italia como inmigrante. Y también bregó Franco porque Mauricio cursara la carrera de Ingeniería, la misma que él había iniciado sin concluir, porque rápidamente fundó su primera empresa, Urbana S.A.
Años después, cuando Mauricio le llevó su flamante título de Ingeniero (UCA) hizo lo mismo que Giorgio (el abuelo presidencial) había hecho con él: lo ingresó en el mundo laboral. Claro que su abuelo Giorgio fue mucho más duro con Franco, que éste con Mauricio. Según cuenta en su autobiografía (“Macri por Macri”, 1997), a los tres días de haber desembarcado, lo mando en colectivo a trabajar en la construcción del barrio Ciudad Evita, que recién comenzaba. Franco fue mucho más amable con Mauricio: terminado los estudios universitarios lo llevo a SOCMA como analista junior de una de las empresas del grupo (SIDECO Americana). Allí aprendió las dos cosas que le faltaban: la práctica empresarial concreta y el mundo de la política. Ambos, claro, inextirpablemente unidos.
El otro padre
Por aquellos años había en SOCMA cuatro gerentes de mucha confianza, a quienes Franco Macri consultaba en materia de política y gobierno: Carlos Grosso, Jorge Haieck, Ricardo Zinn y el ya citado Gregorio Chodos. Todos venían o representaban distintas líneas y tradiciones políticas y todos estaban en SOCMA (y se irían del grupo) por diferentes motivos y maneras.
Franco los respetaba y acercó a Mauricio a ellos para que fueran –en el día a día empresario- educando políticamente al delfín. Grosso y Haieck eran peronistas y un puente con el “peronismo renovador”, que surgía como alternativa al gobierno de Alfonsín, que ya empezaba a tener problemas; Ricardo Zinn fue su introductor en lo más duro del liberalismo económico y un puente de plata con los gobiernos militares, mientras que Gregorio Chodos representaba allí al desarrollismo y era amigo personal tanto de la familia Macri como del ex presidente Arturo Frondizi.
Chodos invitaba frecuentemente a Frondizi a cenar con Mauricio y allí las charlas no eran tanto de ideología desarrollista, como de las implicancias de ejercer el poder real desde el máximo cargo del Poder Ejecutivo.
Frondizi, un conversador agradable y fascinante (doy fe), era además un especialista en saltear obstáculos, recibir golpes y salir a flote, además de una inteligencia evidente y una auténtica vocación de estadista (lo reconocían propios y adversarios). Cuando el joven Mauricio pronunció el discurso de asunción presidencial, nótese que el único nombre propio que citó fue el de Arturo Frondizi. Además había pedido -para ir luego a la Casa Rosada- el mismo Cadillac negro descapotado que utilizaron Perón y Frondizi (y que él no utilizó “por razones de seguridad”), y no mucho tiempo antes, ya como líder del PRO, declaraba: “Puedo armar el mejor equipo político de gobierno, desde Frondizi para acá”.
Evidentemente su “ideal de presidente” es Arturo Frondizi y su Ministro de Interior es un Frigerio. Pero claro, Mauricio no es Arturo, ni Rogelio (nieto) es su abuelo, pero ese “ideal de yo” (contra el que se medirá día a día, en su fuero íntimo) sí lo son.
El ideal de Frondizi vino mixturado, tal cual ocurrió en los ‘60: el otro lado de Frondizi fue Alvaro Alsogaray, a quien el desarrollista hizo su ministro de Economía (algo inexplicable desde el punto de vista ideológico).
En aquellos años, el abuelo de Rogelio dejó el gobierno de su entrañable amigo Arturo; hoy, al revés, su nieto Rogelio integró el gobierno de Mauricio, así como ahora gobernador de Entre Ríos, dio el salto a LLA sin problema alguno. Es que en su eclecticismo pragmático, Franco también arrimó a Zinn al elenco de tutores de Mauricio, y por eso el joven que cenaba cada tanto con Arturo Frondizi, recibía clases pagas de Economía del mismísimo Ingeniero Alvaro Alsogaray.
Aquí Zinn fue completado en la gestión por su tío materno, Jorge Blanco Villegas, quien contrató al Ingeniero para tales menesteres a través del Instituto de Economía Social de Mercado.
Alvaro no perdió la oportunidad y a las pocas clases le acercó una ficha: por un tiempo Mauricio Macri estuvo afiliado a la UCEDE. Claro que don Alvaro no sabía que fichaba a otro Presidente (de los varios que fichó) y Mauricio ni soñaba con hablar en el mismo recinto que habló Frondizi, ni bailar al son de Gilda en el balcón al que asomó Perón el 17 de octubre del ’45.
No duraron mucho esas mieles y el gobierno de Macri terminó en medio de una crisis política y económica de primer nivel. Debió recurrir al FMI y obtuvo un préstamo acordado en 2018 que fue el más grande de la historia argentina, inicialmente de US$ 50.000 millones y luego ampliado, en un intento por estabilizar la crisis económica y la fuga de capitales, pero fracasó en sus objetivos, se renegoció y gran parte del dinero se usó para pagar deuda preexistente y financiar fuga, generando fuertes críticas y denuncias de irregularidades por parte de la oposición y auditorías, según diversos medios y la Auditoría General de la Nación.
Esa deuda externa es la que todavía estamos pagando. El ministro de Economía fue el mismo que tiene Milei (Luis “Toto” Caputo) y el presidente del Banco Central era Federico Sturzenegger, el mismo que Milei tiene como ministro de Desregulación y Transformación del Estado. No sin razón se sostiene que el plan de gobierno de Macri es estructuralmente el mismo que Milei ejecuta ahora a una incomparable velocidad. Tampoco se ve que esto termine bien. Usted verá, amigo lector.

Mario Casalla
Franco Hessling Herrera
Antonio Marocco