12 07 golgota3El verano en los Valles Calchaquíes y la Cordillera Oriental trae consigo un aire de aventura que invita a descubrir rincones únicos de Salta. Entre ellos, el Cerro El Gólgota, ubicado en el municipio de Campo Quijano, se erige como un destino que combina misticismo, arqueología y paisajes de altura.

Con sus 3.510 metros sobre el nivel del mar, este cerro no solo es un desafío para los caminantes, sino también un viaje en el tiempo hacia las huellas de los pueblos originarios y la presencia incaica en la región.

El Gólgota toma su nombre del griego, que significa “lugar de la calavera”, el sitio donde, según la tradición cristiana, fue crucificado Jesucristo. La similitud de su fisonomía con aquel monte bíblico inspiró la denominación, otorgándole un carácter espiritual que se suma a su atractivo natural. Así, cada paso en la ascensión parece estar impregnado de un simbolismo que conecta la geografía con la fe.

El acceso al cerro se realiza por el mismo sendero que conduce al Sillón del Inca, en las ruinas de Incahuasi, situadas a 2.860 metros de altura entre las quebradas de Incahuasi y del Toro. La caminata, de aproximadamente tres horas, es una experiencia que combina esfuerzo físico con la recompensa de paisajes majestuosos.

Tras un ascenso constante, el sendero alcanza los 3.600 metros sobre el nivel del mar, donde se encuentra una apacheta y una pequeña gruta con la imagen de la Virgen del Caminante. Este punto marca una bifurcación: un camino conduce directamente a la cima del Gólgota, mientras que el otro desciende hacia el abra de Incamayo, donde se hallan las ruinas del Sillón del Inca.

 

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La apacheta y la cruz

En la cima del Cerro El Gólgota se levanta una apacheta coronada por una gran cruz. Desde allí, la vista es sencillamente imponente: se divisan los nevados cercanos, el Cerro Pacuy, el Cerro Incamayo y las ruinas que guardan el misterio del Sillón del Inca. Es un mirador natural que invita a detenerse, respirar profundo y dejarse envolver por la inmensidad de la Cordillera Oriental.

El recorrido hacia el abra de Incamayo revela otro tesoro: un pequeño arroyo serpentea entre las piedras y, al cruzarlo, se accede a las ruinas incaicas. Allí se conserva una casa de piedra con revoque de barro, en cuyo interior se encuentra el famoso Sillón del Inca, construido con lajas y apoyado contra la pared como respaldo.

En los alrededores se observan pircas de baja altura, que habrían funcionado como corrales o defensas. Los registros históricos indican que esta zona estuvo habitada entre los años 1000 y 1450 por pueblos originarios, y desde 1450 hasta 1532 por los incas. El sitio arqueológico de Incahuasi habría cumplido un rol administrativo clave, al estar estratégicamente ubicado en un punto de conexión entre la Puna, el Valle de Lerma, la Quebrada del Toro y el Valle Calchaquí.

 

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Naturaleza en estado puro

El Cerro El Gólgota no solo es historia y espiritualidad: también es naturaleza viva. Sus laderas están adornadas por cardones majestuosos, que entre noviembre y diciembre se visten de flores, ofreciendo un espectáculo único. La fauna acompaña el recorrido con la presencia de aves rapaces, colibríes y zorzales, que convierten la caminata en un encuentro permanente con la biodiversidad de altura.

 

Para los habitantes de Campo Quijano, El Gólgota es mucho más que un destino turístico: es un cerro cargado de significado espiritual. Cada Semana Santa, se realiza allí un Vía Crucis nocturno que convoca a cientos de fieles. Con antorchas en mano, los peregrinos ascienden en silencio, deteniéndose en cada estación para rezar y recordar el calvario de Cristo. La escena, iluminada por las llamas y el cielo estrellado, es profundamente conmovedora y refleja la unión entre la fe y la montaña.