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A tan solo 8,8 kilómetros de la plaza principal de Molinos se encuentra uno de los sitios arqueológicos más conmovedores y menos explorados del noroeste argentino: El Churcal.

Enclavado sobre un espolón aluvional que abraza el río Calchaquí, este antiguo poblado prehispánico es mucho más que un conjunto de ruinas. Es un testimonio vivo de resistencia, sabiduría y conexión profunda con la tierra. Aquí, el tiempo parece haberse detenido para que las piedras cuenten su historia.

09 21 churcal3Visitar El Churcal es sumergirse en un silencio que no es vacío, sino lleno de voces antiguas. Al caminar entre sus paredes pircadas, aún visibles entre los caminos y patios, uno puede imaginar la vida cotidiana de las 1.400 personas que habitaron este lugar hace más de 600 años. Las culturas Santamariana y Churcal, que se asentaron aquí desde el año 1100, eligieron este sitio por su acceso al agua, sus tierras fértiles y su ubicación estratégica para la defensa. No era solo un hogar: era también un pucará, un bastión desde el cual se enfrentaron invasiones externas y se preservó la identidad de los pueblos originarios.

El Churcal se organizaba en tres sectores principales: el Alto, el Bajo y el Canchón, cada uno con funciones específicas dentro de la estructura social del poblado. Las excavaciones arqueológicas han revelado más de 500 recintos, muchos de ellos con evidencia de uso doméstico, ritual y funerario. Se han hallado cistas circulares —estructuras funerarias de piedra— que contenían restos humanos, tanto de adultos como de niños, algunos enterrados en urnas de cerámica o directamente en la tierra. En varios casos, los techos de las tumbas estaban sostenidos por tirantes de madera de algarrobo, una muestra del ingenio constructivo de estas culturas2.

Pero lo que más conmueve de El Churcal no es solo su valor arqueológico, sino su carga simbólica. Durante el Gran Alzamiento indígena, liderado por el curaca Juan Calchaquí, este sitio fue un punto de resistencia frente a las reducciones religiosas, la mita y la encomienda impuestas por los colonizadores. Desde sus muros, los pueblos originarios defendieron su lengua, sus costumbres y su cosmovisión. Cada piedra parece hablar de lucha, de dignidad y de una profunda conexión con la naturaleza.

09 21 churcal2El entorno natural que rodea El Churcal potencia su mística. Al atardecer, el sol tiñe los cerros de tonos dorados y rojizos, y el viento que recorre el valle parece traer susurros del pasado. Es un lugar donde la energía se siente, donde el visitante no solo observa, sino que experimenta. Muchos describen su paso por El Churcal como una vivencia emocional, casi espiritual. No es casual: este sitio fue construido con una lógica que integraba lo humano con lo sagrado, lo cotidiano con lo ritual.

Para los amantes del turismo cultural y arqueológico, El Churcal representa una joya poco conocida pero de enorme valor. A diferencia de otros sitios más transitados, aquí no hay multitudes ni estructuras invasivas. El recorrido se hace a pie, con respeto por el entorno y por la memoria que habita en cada rincón. Es recomendable contar con guías locales, que no solo conocen la historia del lugar, sino que transmiten el vínculo afectivo que la comunidad de Molinos mantiene con estas tierras.

Además, El Churcal se inserta en un circuito turístico más amplio que incluye la visita al pueblo de Molinos, con su iglesia colonial de San Pedro Nolasco, el Centro de Interpretación Casa Indalecio Gómez, y el Criadero de Vicuñas Coquena, entre otros atractivos. La gastronomía local, los vinos de altura y la calidez de su gente completan una experiencia que combina historia, naturaleza y cultura viva.

 

En tiempos donde el turismo busca cada vez más experiencias auténticas, El Churcal se presenta como una invitación a mirar hacia atrás para entender el presente. A escuchar lo que las piedras tienen para decir. A sentir cómo late la memoria antigua en medio del silencio del valle. Porque hay lugares que no solo se visitan: se sienten. Y este, sin duda, es uno de ellos.