07 07 edesaCon la llegada del frío más crudo del año, crece el consumo eléctrico en toda la provincia. Estufas, calefactores, cocinas, termotanques, cada casa intenta resistir las bajas temperaturas como puede, pero el sistema eléctrico vuelve a fallar.

La semana pasada, miles de salteños se quedaron sin luz durante varias horas. El corte afectó a barrios como Villa Palacios, La Unión, Sociedad Rural, Cofruthos, el microcentro, Villa Primavera y Palmeritas.

La empresa EDESA explicó que fue un “esquema rotativo” para distribuir el impacto. Pero lo que muchos vecinos sienten es que siempre se distribuye el sacrificio, nunca las responsabilidades.

El problema no es solo el corte. Es la falta total de respuestas, de controles y sobre todo por los electrodomésticos rotos. Porque con las temperaturas bajo cero, no tener luz no es solo una incomodidad: puede ser un riesgo para la salud y un enorme problema para el bolsillo. Y eso exige, como mínimo, una gestión responsable y un control estricto del servicio.

 

Un contrato enorme

EDESA tiene la concesión del servicio hasta el año 2046. Inicio en la provincia en 1996 y tiene garantizada la exclusividad, tarifas ajustables y sanciones casi simbólicas. ¿Quién controla que haga las inversiones necesarias? ¿Quién fiscaliza su mantenimiento? ¿Quién responde cuando la red colapsa?

Hasta ahora, nadie lo hace con claridad. Ni la empresa da explicaciones completas, ni el Ente Regulador actúa con firmeza. El Estado parece estar de espectador mientras miles de usuarios se preguntan qué pasará la próxima vez que bajen las temperaturas o aumente la demanda.

 

El servicio no puede fallar

Cuando más se necesita la electricidad —por frío extremo, por salud, por trabajo remoto, por estudiar— es cuando más obligación hay de garantizarla.

Mientras el frío aprieta y la luz se apaga sin aviso, la falta de control estatal deja a los ciudadanos más expuestos que nunca. Y en medio de todo, una empresa poderosa sigue operando en silencio, con un contrato intacto y casi sin rendir cuentas.

Lo que se corta con cada apagón no es solo la luz. Se corta la confianza. Y se enciende, otra vez, una alerta urgente.