06 07 oieni2Mariano Arancibia

En una época marcada por la velocidad, la superficialidad y una deriva de la profesión hacia el periodista showman, Antonio “El Tano” Oieni encarna una forma de hacer periodismo que resiste. Con pasión, largas horas de trabajo y rigurosidad, sigue remando a contracorriente. Porque cree -y lo demuestra- que un periodismo de calidad todavía es posible. Aunque cueste.

¿Cómo ves hoy al periodismo, en medio de tanta transformación tecnológica?

- Vivimos una transición llena de incertidumbre. Hoy la información está dominada por la inmediatez, impuesta por las redes sociales. Las redes ocuparon el espacio que antes tenían los grandes medios masivos, y con eso llegó una nueva forma de comunicar que prioriza la velocidad por encima de la veracidad.

¿Qué consecuencias trae esta lógica?

- Muchísimas. La inmediatez no es un valor periodístico, es un interés comercial. Las empresas necesitan clics, viralización, llegar primero. Pero eso perturba el oficio. Los jóvenes periodistas no tienen tiempo para chequear la información, y eso lleva a que se elaboren noticias superficiales, sin profundidad ni veracidad, con enormes riesgos. Si no chequeás, podés cometer el imperdonable error de dañar a alguien y desinformar a tu audiencia.

¿Y qué lugar ocupa la inteligencia artificial en este panorama?

- La inteligencia artificial ya está redactando titulares, notas, produciendo contenido. Muchos la toman como fuente inobjetable, y eso es peligrosísimo. La IA puede ser útil como herramienta, pero no tiene olfato, ni ética, ni compromiso. Es solo un programa que recopila datos. Si no volvemos a las fuentes del periodismo clásico, al chequeo, a la interpretación humana de los hechos, estamos comprometiendo el futuro de nuestra democracia.

¿Qué riesgo vislumbras?

- El periodismo está vinculado directamente con tres derechos fundamentales: la libertad de expresión, la libertad de prensa y el derecho a la información. Si lo que ofrecemos es superficialidad, fake news, títulos ganchos para atraer clics, estamos promoviendo una sociedad acrítica, una ciudadanía desinformada. Y eso se traduce en apatía política, abstención electoral, falta de compromiso. Lo estamos viendo todos los días y se reflejó en las últimas elecciones.

¿Cómo hacés para sostener el periodismo que te gusta en este contexto?

- Con mucho esfuerzo. Me cuesta horrores. Durante la jornada laboral tengo que atender la agenda diaria como cualquiera y siempre es una vorágine veloz. Pero cuando termina el día, sigo. Algunas veces me acuesto a las tres o cuatro de la mañana buscando datos, leyendo documentos, tratando de hacer el periodismo que me apasiona. Un periodismo de calidad, profundo, que aporte algo. Lo hago porque lo siento. Porque creo que podemos cambiar algo para bien. No hay atajos. No hay algoritmo que lo haga por vos. En ese momento no IA ni nada mágico, solo deslomarse por la nota. 

¿Cómo resumirías el momento que atraviesa el periodismo?

- El diario de papel es un anciano que no termina de morir. El digital es un niño que no termina de nacer. Mientras tanto, el periodista que cree en su oficio tiene que remar. Y mucho. Yo no hago esto para entretener. Hago periodismo para entender y ayudar a entender. Aunque eso me cueste noches sin dormir.