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10 18 borlaLa candidata a presidenta de los argentinos, Patricia Bullrich, anunció que, ante un eventual acceso al cargo, su vencido en la disputa interna, Horacio Rodríguez Larreta sería su Jefe de Gabinete.

Por Pablo Borla

Mucha desesperación ha de tener la combativa ex montonera para tragarse semejante sapo, entero y sin condimentar, ya que antes de las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (P.A.S.O.) calificaba al actual Jefe de Gobierno de Buenos Aires como “de bajeza moral, oportunismo y falta de ética", cuando no de “deleznable” y “ventajero”, mientras Rodríguez Larreta afirmó que Bullrich piensa que “al que no piensa como yo es el enemigo, y hay que matarlo”.

El siempre sarcástico periodista y escritor Jorge Asís opinó en su cuenta de Twitter que “la decisión inteligentemente desesperada de Patricia de anunciar como primer ministro a Larreta tiene el sentido de mandar a cabecear al arquero cuando se pierde uno a cero y el partido está por terminarse” (SIC).

Nuestro querido Jorge Luis Borges citaba a menudo al filósofo y científico sueco Emanuel Swedenborg, quien -entre otras muchas especulaciones- decía que en realidad no había condenados en la otra vida, después de la muerte, sino que lo que hacíamos era elegir: al morir, nos reuníamos con quienes son parecidos a nosotros, de tal manera que el cielo o el infierno consistían en estar acompañado de personas -celestiales o infernales; ángeles o demonios- que se nos parezcan.

Está claro que tenemos algunos ejemplos de Frankenstein en la historia argentina, como la del radicalismo de De la Rúa y el Frente Grande de “Chacho” Álvarez o la de Cristina Fernández con Julio Cobos, por citar solamente a un par relativamente reciente.

Viene al caso entonces, recordar al politólogo Natalio Botana, quien dijo en su momento que “la historia argentina, desde que se construyó nuestro Estado nacional en 1880, ha sido un cementerio de hegemonías fallidas”. Es evidente que necesitamos de propuestas de acuerdos programáticos que nos alejen de los axiomas y los fundamentalismos.

En nuestro transitar por esta vida, vamos eligiendo -en aquellas circunstancias en las que podemos hacerlo- con quiénes queremos estar; con quiénes nos sentimos a gusto y coincidimos, en el arte, el deporte, la fe, la política; en suma, en la cultura en el sentido que Arnold Toynbee daba al término.

No es fácil imaginarse un gobierno en el que ambos líderes formen parte, no tanto por Rodríguez Larreta -que se mostró desde el principio como más proclive al diálogo y la pacificación- como de Patricia Bullrich, precisamente por esa concepción política maniquea amigo – enemigo que denunció su ex adversario.

Aunque, en otros términos, en este caso volveríamos a encontrarnos con un esquema de puja interna como el que dominaba el oficialismo actual hasta la candidatura de Sergio Massa entre el presidente Fernández y la vicepresidente Fernández. (Por cierto, en lo anecdótico, Fernández es estadísticamente el apellido con mayor presencia en estos pagos).

Como sea, ya cerca del día de las elecciones que darán o no paso a la instancia del ballotage, las cartas están echadas.

Alea jacta est, diría el general romano Julio César antes de cruzar el Rubicón. Es un momento de decisión. Y es por cuatro años, nada menos.

Ya no hay vuelta atrás, pues seguramente la mayor parte de los argentinos han tomado su decisión, aunque no la manifiesten. Solamente una catástrofe mediática hará subir o bajar la performance de los candidatos tal como está hoy en la mente y el corazón de la ciudadanía.

Y como especulaba Swedenborg, buscaremos que ganen nuestros iguales –a quienes percibimos así, aunque no lo sean más que en apariencia- y nos volveremos ángeles o demonios al entrar al cuarto oscuro, dependiendo de quién nos evalúe.

Lo que no deberíamos intentar es ingresar al cielo pasando por el infierno, porque ya sabemos que, en todas las mitologías, del infierno no se sale fácilmente.

Los que caemos ahí -por culpas propias o ajenas- somos la mayoría, mientras que el Ticket to Heaven (al decir de Dire Straits) lo tienen unos pocos y son siempre los mismos.