Recientemente nos llegó la noticia de que Samuel Altman, el director ejecutivo -entre otras empresas- de Open AI, proyecta crear la mayor base de datos biométricos del mundo, ofreciendo a personas que le permitan escanear sus iris, a cambio de unos magros dólares.
Por Pablo Borla
Largas filas de interesados demostraron no sólo que el planeta tiene una desproporción desmesurada de vivos frente a los incautos, sino también que muchísima gente no está informada o no le da el valor que realmente tiene su información privada, que puede ser usada para delitos o para ser víctima de estafas. Y no digo que siempre lo sea, sino que puede serlo.
Por supuesto, esta tendencia a exhibir públicamente lo que hasta no hace tanto tiempo era nuestra vida íntima no es novedosa: desde que hicieron su aparición las redes sociales, la humanidad es muy proclive a mostrar a los demás -por el menos en apariencia- como vive, que piensa, adónde va, que valores tiene y que cenó anoche, entre otros detalles, todo a cambio de un modesto entretenimiento: algo de información, mucho de diversión y, por supuesto, también conocer cómo -aparentemente- viven los demás.
Según el sitio especializado Websiteranking.com, existen casi cinco mil millones de usuarios activos de redes sociales en el mundo y más del 59% de la población utiliza al menos una plataforma de redes sociales, las que han crecido en 190 millones de nuevos usuarios en el último año.
También, se informa que una persona promedio utiliza casi dos horas y media al día en las redes sociales. Facebook es la red más utilizada, con casi tres mil millones usuarios activos que están autorizando a la empresa de Mark Zuckerberg que disponga tranquila de sus datos personales para vendérselos a diferentes empresas, quienes de esa manera pueden llegar a una precisa segmentación de perfiles de usuarios, lo que evita que su publicidad sea vista por gente a la que no le interesan sus productos.
También, recordamos el problema legal que aún enfrentan el inteligentísimo Mark y sus empresas, luego de que se filtraran a través de la empresa Cambridge Analytica, más de 80 millones de datos de usuarios, en el marco de las elecciones que llevaron a Donald Trump a la presidencia.
Mantener una plataforma como Facebook no es barato, desde luego, pero el problema no está en la publicidad, sino en los datos personales que le confiamos a una empresa, los que difícilmente compartiríamos con la gente, subidos arriba de un banquito y con un megáfono, en la Plazoleta 4 Siglos un sábado al mediodía.
Se puede objetar que en las redes tenemos “amigos” o “seguidores” y en la plazoleta no, pero, seamos sinceros, ¿Conocemos en persona (conocemos, no “ubicamos”) a toda la gente que nos sigue en las redes?
Así como Javier Milei a nivel nacional y Alfredo Olmedo en Salta nos hacen participar de sorteos a cambio de nuestros datos, la empresa que se dedica al escaneo de iris a cambio de dinero ya está presente en más de treinta países y su motivación hasta suena noble: tener una base de datos que permita diferenciar a las personas de las máquinas, con el crecimiento del uso de la inteligencia artificial.
Por supuesto que necesita que le demos nuestro consentimiento, tal como aceptamos el extenso contrato de uso de datos cuando usamos tanto aplicaciones funcionales como de redes sociales.
En Buenos Aires, están pagando en tokens -un crédito informático- un equivalente a más de cincuenta dólares (casi treinta mil pesos al cambio del inicio de semana), lo que es, por supuesto, muy tentador.
Creo que no está mal desconfiar un poco de las buenas intenciones de la iniciativa privada, en este país en el que solamente parece que nos quejamos de los políticos.
Porque por dinero, por entretenimiento o por solidaridad (me viene a la cabeza el conjunto de bidones amontonados con orina que mujeres bien intencionadas recolecta y recibe premios que tienen un carácter un tanto simbólico), hay empresas que tienen fines nobles y otras que simplemente buscan el lucro, lo que no estaría mal si se fuera lo suficientemente claro en ello.
Porque, como dije en otra columna y seguramente seguiré diciendo, ninguna cena es gratis, y a veces parece que te están pagando bien por lo que no te cuesta nada -un escaneo y ya-, pero también pasa que desconocemos el real valor de la información en el mundo de hoy.