En Argentina podría funcionar un negocio dedicado a las soluciones rápidas: Soluciones Rápidas S.R.L., por ejemplo. No podría ser una cooperativa, porque nos cuesta funcionar en conjunto y nos tienta mucho eso de limitar las responsabilidades.
Por Pablo Borla
Está en el ADN. Hay tesis, ensayos, artículos, etc, acerca del ADN nacional. Argentino como Messi. Como el dulce de leche. Como el colectivo y la birome (bueno, ahí no tanto). Argentino como la avivada, la ansiedad y la impaciencia. No es como la alopecia. Viene de padre y madre y no salta generaciones.
Pruebas al canto, que están atadas con alambre, como se atan las cosas por aquí: tres esquemas de soluciones rápidas y populares: Javier Milei, Santi Maratea y el esquema Ponzi, para ir citando algunas.
El folclore popular canta loas al self made man/woman modelo MERCOSUR: una persona que, de la nada (se dice así cuando alguien nació en medio de la pobreza, aunque esté rodeado de amor), llegó al éxito, que es un estado logrado cuando tenés guita y reconocimiento. O reconocimiento, que algo consuela.
Pero, en la práctica, nadie quiere ser uno. Es mucho trabajo. El que se prepara solo, estudia quitándole horas al descanso, por ejemplo, tarda mucho. A veces toda su vida.
En una nación en dónde el ascenso social es muy difícil, las soluciones suelen pasar por haber nacido con una muy buena voz, un cierto carisma, una habilidad para el deporte que sea superior a la media y haber logrado tener una alimentación decente los primeros tres años de vida, por lo menos.
En cada esquina un cantor, en cada potrero un changuito habilidoso y en muchos lados, ojos mirando, que es otra manera de hacer dinero al haber acertado en la búsqueda de un talento.
Pero volvamos a Milei, Maratea y el Ponzi.
Milei llama la atención por sus propuestas de cirugía mayor. Es un camino que nos tienta a los argentinos, cuando no reflexionamos mucho. De hecho, esa carencia de reflexión es la que hace exitosos a los vivos.
El multipelífero gritón propone acortar rutas en la economía, en la asistencia social, en la salud, en la educación, aunque duela. El problema es que no les va a doler a todos por igual. Algunos pocos lo van a disfrutar cuando se les licúen los pasivos en pesos de sus empresas. (A esta película ya la vimos varias veces).
Después está San(ti) Maratea. Pronto habrá alguna estatua o aparecerá colado en las figuritas del Mundial que viene. Todos quisiéramos tener un Santi que nos solucione rápido los problemas de plata con una colecta. El joven descubrió como se puede lucrar con la solidaridad, con la generosidad ajena y no quedar mal en el camino. Un genio.
Si en el camino hay donantes que pueden estar lavando dinero mal habido o no declarado, no es su problema. Él propone una solución rápida, efectiva. Y de paso se queda con un porcentaje. ¿Ilegal? Parece que no. Ahí está la magia: en una sociedad incrédula, basta con ser confiable.
El esquema Ponzi es “Una forma de estafa piramidal que atrae a los inversores y paga utilidades a los inversores anteriores con fondos de inversores más recientes. Lleva a las víctimas a creer que las ganancias provienen de actividades comerciales legítimas (por ejemplo, ventas de productos y/o inversiones exitosas), y desconocen que otros inversores son la fuente de los fondos”.
Viene un amigo y te invita a participar de “un negoción” que te hará ganar dinero rápidamente. Y te muestra como a él le funciona. Vos sabés que no es un gil y que se conocen desde niños, no es de venir a estafarte. Seguramente no. Te estás estafando sólo, porque te tienta sacar ventaja. Te tienta la guita fácil, el “Deme 2”, el “1 peso = a 1 dólar”. Así nos fue y así nos irá, porque si algo tenemos -además de impaciencia y culto a la viveza criolla, a la ventaja- es poca memoria.
Y seguimos cayendo. Y llegan los Cositorto y la Generación Zoe y el milagro de las criptomonedas. Plata fácil. Si tenemos películas y todo: “La guita” con el gran Norman Briski o “Plata dulce”, con Federico Luppi.
A Jorge Luis Borges le preguntaban acerca de que era ser un hombre inteligente. Respondía “Realmente, no sé. A veces cuando uno dice que tal persona es inteligente se refiere más a que es ocurrente, que tiene algo que decir de un tema inmediatamente. Esa persona puede no ser inteligente. La inteligencia puede ser lenta”.
Y Alejandro Dolina, un borgiano de alma, reforzaba: “La ignorancia es mucho más rápida que la inteligencia. La inteligencia se detiene a cada rato a examinar; la ignorancia pasa sobre los accidentes del terreno, que son las nociones a gran velocidad, y jamás hay nada que le llame la atención. Así llega rápidamente a cualquier parte… especialmente a las conclusiones”.
Se vienen tiempos decisivos. Tratemos de ejercer la inteligencia, de no llegar rápido a las conclusiones y el evitar dejar que otra gente piense por nosotros porque siempre, siempre, los que hacen eso están pensando en ellos y no en nosotros.