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Alicia Moreau de Justo decía «Siempre creí que este país merecía ser distinto. Que un día íbamos a unirnos todos y el destino cambiaría. Recuerdo los barrios obreros de esta ciudad cuando llegábamos con las banderas rojas, y la gente se iba reuniendo y se iban logrando cosas. Cuando el Partido Socialista era una parte linda de la vida. Cuando las mujeres nos juntamos por primera vez y empezamos a pelear por nosotras…».

Por Pablo Borla

Fue una gran personalidad de la historia patria, cuyo aniversario de nacimiento, el 11 de octubre, pasó sin pena ni gloria, mientras devorábamos centimetrajes del romance entre Wanda Nara y L-Gante.

Pero nunca es tarde para recordarla.

Gozamos de un país que tiene numerosas y maravillosas virtudes en sus habitantes, pero también algunos pecados fatales: el desagradecimiento, la ingratitud y, con ellos, el olvido.

Fuimos ingratos con San Martín, que murió en el exilio; con Mariano Moreno, a quien no bastó “un océano para apagar su fuego”; con el Dr. Maradona -no Diego, sino Esteban-, quien estuvo cincuenta años ejerciendo la medicina en la Formosa profunda; con Martín Güemes, quien tuvo que esperar 200 años para ser reconocido como un héroe nacional.

Y así podríamos seguir.

Pero, mejor dedicar esta columna a recordar a doña Alicia, que no era argentina, pero es como si lo fuera. Nacida en Inglaterra, a fines del siglo XIX, llegó a estas tierras en 1890, acompañando a su padre, Armand, un francés socialista que fue exiliado por cuestiones políticas.

En Buenos Aires, inauguraron una librería y se contactaron con los movimientos socialistas argentinos, estimulando a los obreros a organizarse en sindicatos. De esas reuniones participaba su hija Alicia, quien comenzó a cursar estudios en la escuela Normal de Buenos Aires, en donde uno de sus profesores más influyentes fue nada menos que Hipólito Yrigoyen.

Formó parte del Centro Socialista Femenino como encargada de la creación de bibliotecas populares. En 1906 fundó el Movimiento Feminista Argentino.

Alicia fue la primera mujer en inscribirse en la carrera de Medicina, con especialidad en ginecología, concurriendo pese al malestar y las presiones del Rectorado de la Universidad.

En 1910 impulsó la fundación del Ateneo Popular, con el fin de promover la extensión de la educación secundaria y universitaria. También organizó el 1º Congreso Femenino Internacional, en el que impulsó que el pensamiento femenino tuviera igual nivel de representación que el masculino.

Participó de la «Huelga de los inquilinos» en contra de los alquileres muy onerosos que cobraban en los conventillos y apoyó la «Marcha de las escobas», una manifestación de amas de casa para defensa de sus derechos.

Se graduó en 1914, con diploma de honor, y fue la segunda mujer médica en Argentina. Abrió un consultorio gratuito mientras aún era estudiante. Fue docente en la Universidad de La Plata y ejerció el periodismo en la Revista Socialista Internacional. En 1918 fundó la Unión Feminista Nacional y, más tarde, creó el Comité Femenino de Higiene Social para combatir la prostitución.

Acompañada por su padre, recorría barrios brindando conferencias y donando libros a las bibliotecas populares.

Desde 1921 militó en el Partido Socialista, siendo parte del Consejo Directivo del partido, desde donde impulsó la conformación de agrupaciones femeninas. En 1932 redactó un Proyecto de Ley sobre el voto femenino, que fue aprobado en la Cámara de Diputados y rechazado por la amplia mayoría conservadora de la Cámara de Senadores.

Contrajo matrimonio con Jun B. Justo, un político socialista, con quien tuvo tres hijas.

Alicia Moreau fue una de las fundadoras de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Apoyó a las Madres de Plaza de Mayo y las acompañó en sus marchas reclamando la aparición con vida de sus hijos.

A los 100 años, dio su último discurso público, poco antes de fallecer, el 12 de mayo de 1986. Actualmente el Premio Alicia Moreau de Justo para la Mujer del Año, es uno de los más prestigiosos del país y lo otorga una fundación que lleva su nombre.

Dejo finalmente una frase suya dirigida a las mujeres: "Recuerden que, dispersas, las fuerzas se debilitan y que para conseguir el bien común, es necesario sacudir la apatía y elevarse por encima del bienestar del momento presente".