La realidad política Argentina no tiene desperdicios y la verdad que sorprende un presidente distinto, raro, con lo bueno y lo malo y un peronismo ausente, sin líderes natos, casi a la deriva, cuando los peronistas gobernaron y fueron parte esencial de la historia de este país. Por su parte, el kirchnerismo que gobernó la mayor cantidad de años en los últimos veinte, ausente, oculto, expectante. El kirchnerismo, no está.
Por Natalia Aguiar
Es extraño ver que Javier Milei en su caballo libertario avanza, a tropezones, pero avanza al fin y que los referentes kirchneristas de peso, como Cristina Kirchner y Alberto Fernández, el ex presidente, no asoman por la ventana. Ella recibe a sus representantes en el Instituto Patria y por ahora apuesta a esperar que el tiempo dé las respuestas, un poco convencida de que a Milei le espera el abismo. Él, se encuentra en tránsito de su año sabático en España. Quien como Alberto.
Pero bueno, pese a las idas y venidas, finalmente el viernes pasado, se aprobó en el Congreso la ley ómnibus en general. Este proyecto de ley presentado por el presidente Javier Milei declara la emergencia en materia económica, financiera y previsional, de seguridad, de defensa, tarifaria, energética, sanitaria, administrativa y social hasta el 31 de diciembre de 2025.
El texto original constaba de 183 páginas y 664 artículos y está firmada por el presidente, el jefe de Gabinete Nicolás Posse y los ministros del Poder Ejecutivo. Pero, el proyecto final quedó reducido a 386 artículos, con la completa eliminación de las reformas fiscales y electorales, para facilitar su aprobación en el Congreso.
Mientras para los libertarios y sus nuevos amigos de la casta, estas reformas se consideran un complemento al Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU), y tienen como objetivo principal promover la libertad de todos los ciudadanos argentinos, los kirchneristas cuestionan el plan de privatizaciones y anticiparon que sólo acompañarán un artículo, el del Impuesto País. Los diputados de Unión por la Patria están en alerta por el debate en particular. “Te pueden poner artículos por la ventana”, advirtieron. También hablaron de “estafa parlamentaria”.
La diputada Victoria Tolosa Paz aseguró este sábado en Radio Mitre que sería bueno que el artículo del Impuesto PAIS “lo podamos rescatar” durante la votación porque es “lo único que vale la pena” de la Ley Ómnibus. “Necesitamos que el 30% se coparticipe”, sentenció.
Así pues, lo que queda en el Senado, luego el análisis de artículo por artículo de la ley ómnibus, no será fácil para el oficialismo que ya debió dar de baja varios puntos clave entre ellos, el paquete fiscal, eje de la reforma del Estado.
Un apolítico
El presidente Javier Milei es un otsider de la política, un fuera de serie, un raro para la política tradicional, un apolítico. No sigue los parámetros de los políticos, no le interesa quedar bien con nadie, más que consigo mismo, aunque aprendió que en este contexto debe dialogar y “negociar” aunque odie esa palabra.
Javier Milei casi no se muestra en público, no sale a la calle, no inaugura escuelas, ni pretende que le organicen actos para rendirle homenajes en vida. Todo lo contrario. Le molesta que la situación gire a su alrededor. No se deja llevar por lo que dicen u opinan, incluso los hombres de su círculo más cerrado. Es austero, cree que la sociedad merece ese respeto ante tanto manoseo, aunque no le tembló ni la voz, ni las palabras, ni los malos modos para apretar a sus adversarios si no le votaban la ley ómnibus.
El poder desde el sillón de Rivadavia le ha demostrado que en política debe saber maniobrar, incluso abandonar proyectos emblemáticos y bajarse de montañas de sueños que en la realidad argentina necesitan años de maceración, dejando de lado incluso algunos dogmas de su libertarismo religioso. Sin embargo, a ocho semanas de su gestión apuesta a su formato apolítico, a sus formas de hacer política de manera atípica, apolíticas, lo que se ha convertido en su principal rasgo personal y de administración.
Ese rasgo apolítico se refleja en el futuro, en el destino de Argentina, ya que no queda del todo claro cuál es el rumbo económico y político que pretende ofrecerle a este país, o por el que está trabajando. Si bien el presidente trazó un programa y un rumbo económico, no se percibe aún cuál es el método, el mecanismo, la forma desde la cual construirá y consolidará gobernabilidad, ante la falta de apoyo en las Cámaras y entre los gobernadores.
En el mundo de “la casta” lo miran de reojo, no logran descifrar sus jugadas y estrategias. Los que pretenden ayudarlo, a veces salen perplejos, desorientados y amargados. Los que se le plantan, no pueden creer que haya logrado aprobar esta ley ómnibus, por ejemplo. Parece que lo acompañan las fuerzas celestiales que tanto invoca. Creer o reventar.
Milei por momentos no deja de ejercer una forma autoritaria ante los suyos y los derrotados. Señala a sus oponentes como los únicos responsables de la situación actual de este país, y le saca jugo al resultado que obtuvo en el balotaje, como si tuviera el futuro asegurado.
Por un lado, fomenta el intercambio de opiniones desde lo institucional con sus rivales, pero luego desautoriza o desdice a sus referentes a través de las redes sociales. Lo que deja en claro que descree del diálogo entre los diferentes sectores, y se encapricha con lograr sus cometidos. Pese a que se esfuerza por ser rudo y tozudo, debió dar marcha atrás en varias actitudes y proyectos, para que, por ejemplo, esta mega ley se apruebe. El zorro pierde el pelo, pero no las mañas.
Milei no comulga con los formatos de gobernabilidad de coalición política, y se lo dejó en claro, de manera rotunda, a Mauricio Macri, quien en un primer momento le ofreció un acuerdo de gobernabilidad con el PRO, pero el presidente lo rechazó. Sin embargo, de manera rápida incorporó a Patricia Bullrich y a Luis Petri, referentes de Juntos por el Cambio, como si se trataran de empleados especializados en la materia que les tocó abordar.
Si bien no se entiende la lógica de Milei, le dio a Daniel Scioli un abrazo de bienvenida a su gestión. Lo propio hizo con camporistas, otros kirchneristas peronistas de Juan Schiaretti y Florencio Randazzo, aunque lo más sorpresivo e impensable, fue la alianza que forjó con Osvaldo Jaldo, gobernador peronista de Tucumán. Lo mismo hizo con Raúl Jalil, gobernador de Catamarca. Ambos son las grandes adquisiciones peronistas de Milei. Y bueno, es que la mayoría de los políticos tienen flexibilidad al momento de acomodarse con el poder de turno. Razón ésta, tan importante para recordar. Que la memoria no les falle a los ciudadanos y votantes.
Milei considera que su fuerza política debe funcionar como una empresa, donde cada individuo aporta su sapienza y experiencia a un objetivo común. No comulga con construcciones colectivas, como la Democracia o la República, y eso no puede ocultarse. Tiene su propia forma de crear una casta, distinta, rara, activa, pero casta al fin.
Milei es tan cerrado a los acuerdos, que pese a no contar con mayorías en el Congreso ni mantener lazos férreos con los gobernadores de Juntos por el Cambio, o los peronistas rebeldes, o los antikirchneristas, se niega a aceptar ayuda de ellos. La situación de urgencia financiera como el colapso político que vivencia la Argentina, ameritaba que ceda a construir lazos, redes de contención política y lograr gobernabilidad cuando carece de fuerza territorial en las provincias y en el Congreso.
A aquellos que vinieron a ofrecerle lealtad pura, no los escuchó y a ningún gobernador recibió a solas, como marcando distancia. En un claro mensaje de que el que manda el Ejecutivo Nacional soy yo, y aquí no hay amigos, hay resultados.
La casta ya le ofrece espinas en su camino. No se la hará fácil. Desde que mandó el proyecto de Ley en diciembre pasado, el trámite engorroso de la aprobación de la ley, mostró el lado más oscuro de Milei. Salió a presionar y amedrentar a sus oponentes al acusarlos de “extorsionadores”, “coimeros”, “banalquizados”. Advirtió sin miramientos: “No estoy dispuesto a negociar nada”. Pero debió dar marcha atrás y dejar los caprichitos de economista de lado.
Tal fue la cuestión que debió eliminar 400 artículos de la ley para evitar un escandaloso fracaso en su gestión a sólo semanas de asumir. Existen persistentes incoherencias entre su discurso, los hechos y el pragmatismo. De hecho, Milei parece tener modismos de la vieja política, de la casta que él tanto cuestiona, pero a la que de que una forma u otra está atado e incluso imitando, en lo malo.
Muchos referentes políticos del mundo plantean que Milei logró poner las miradas del globo terráqueo sobre Argentina, y que soplan vientos de esperanza. Sin embargo, no será posible lograr gobernabilidad haciendo alarde de la debilidad o flaquezas de aquellos que se atreven a enfrentarlo.
La duda es si logrará generar el cambio radical e histórico que propuso y con lo que conquistó al 55% del electorado. Esa es su fortaleza hoy. Deberá mantener esa popularidad con hechos ciertos, con cambios genuinos, con proyección del país, con certezas.
Su gran desafío es lograr mantener el apoyo de la mayoría, cuando ya los ajustes se sienten en los bolsillos con angustia, desazón y magnitud severa. Habrá que ver si tiene la capacidad de lograr esos cambios, manejar la ira, construir gobernabilidad en ese contexto, mucho más negándose a recibir la ayuda de sus propios aliados. El desafío es titánico como la erradicación de la inflación.
Que lo logre o no, depende de muchas circunstancias, entre ellas, la habilidad de adaptarse a la realidad política y social. La gente ya le dio su voto, ahora Milei debe estar a la altura de ese mandato concedido.