A menos de una semana de las elecciones presidenciales, los argentinos no saben cuáles son las propuestas económicas de los dos candidatos presidenciales entre los que deberán elegir el domingo 19 de Noviembre.
Por Natalia Aguiar
Tras el paupérrimo debate, perdimos todos. A días de las elecciones más importantes en décadas, el encuentro de los aspirantes arrojó un resultado sumamente decepcionante. Las chicanas y contestaciones irónicas fueron protagonistas de un espectáculo público que dejó más dudas que certezas. No hubo propuestas concretas de ninguno de los candidatos y perdieron infinidad de oportunidades para conquistar votos. Los argentinos no saben qué propuestas tienen los candidatos presidenciales para solucionar los problemas que preocupan sobremanera a los ciudadanos de este país.
Sergio Massa y Javier Milei no aportaron nada respecto la temática Economía, quizás la que más expectativas despertaba entre la audiencia. No hubo propuestas. No hubo certezas. Nada de nada.
Si había un tema para que Milei atacara era la Economía, los altos índices inflacionarios, el valor del dólar, y la pobreza extrema en Argentina, sobre todo los niños. O sea la malísima gestión de Massa en Economía, podría haber sido un festín para Milei, pero no lo hizo. En cambio, el ministro en funciones arrinconó a Milei desde el minuto cero cuando se mostró sereno, bien parado y se desplazó por el escenario para luego arrinconarlo a Milei, exigiéndole respuestas por sí o por no, en un cuestionario cuasi periodístico respecto sus principales ejes de campaña. Milei se abatató, cayó en la trampa de Massa y se sintió obligado a contestar en vez de sacar a relucir que la actual crisis que vive Argentina se centra en la pésima administración del presidente fantasma Alberto Fernández, de Cristina Kirchner y del mismísimo Sergio Massa al mando de la cartera de Economía.
Lo cierto es que ninguno de los dos mostró solidez en sus argumentaciones. Sin embargo, Massa parece tener mayor expertíz en lo discursivo y si bien describió algunas medidas que tomaría, no las pudo explicitar. Milei apeló a sus ejes temáticos de campaña: dolarización, eliminación del Banco Central, entre otras aunque dio marcha atrás en otras como educación, salud y seguridad. El punto más débil de ambos candidatos fue la política internacional, a la que limitaron a acuerdos comerciales. Milei mostró un total desconocimiento o desconcierto, cuando el mundo de hoy se rige por las relaciones comerciales globales, sumado a la tecnología para la que no hay límites. Sobre todo, al considerar los más importantes socios de Argentina que son China y Brasil. No existe en la economía mundial un abordaje exclusivo entre privados sin la intervención estatal, menos aún en organizaciones asiáticas como el “gigante chino”, o Estados Unidos, o Corea, o Francia, o España, o Japón.
Sergio Massa demostró estar más preparado con sus artilugios, datos, y gestos, es al fin y al cabo, político. Logró intimidar a Javier Milei, dejándolo knock out a su contrincante incluso en su aspecto más débil: la economía. Sergio Massa logró que el debate fuera un plesbiscito sobre Milei y no sobre su paupérrima gestión en Economía. Un verdadero gladiador, porque en realidad enfrentaba a sus propios demonios.
Si tuviéramos que nombrar un ganador del debate, sin lugar a dudas, por su retórica, su destreza gestual y la información que recolectó de su contrincante para tirársela sobre la cara, es Sergio Massa.
Tenía una detallada hoja de ruta sobre las debilidades de Milei durante los últimos treinta años, trabajos, percances laborales, y juicios por presunto plagio en sus libros. Sin embargo, esa faceta que lo mostró arrogante, soberbio, con aires de superioridad, puede jugarle en contra. Massa logró correrse del lugar del interpelado y poner allí a Milei, que es el desafiante. Massa probó tener experiencia política, lo que desde ya no descalifica a Milei al que todos consideran un outsider. Así quedó demostrado tras el debate. Massa logró burlarse de las ideas del libertario, y lo puso en evidencia, y Milei se enganchó. Massa, se mostró excesivamente soberbio, lo que podría provocar el rechazo de algunos votantes indecisos.
Massa es parte de la “casta” política de la que reniega Milei. ¿Quién le quita todo el camino recorrido, candidaturas a diputado, otras a presidente, intendente, etc.? Fue titular de cargos públicos de relevancia. Tiene calle, cordón y vereda política. ¿Quién le quita lo bailao? Le sacó viruta al piso.
Javier Milei, tuvo su protagonismo en la segunda etapa del debate, donde se cansó de retrucar al ministro y no dudó en varias oportunidades de llamarlo “mentiroso”, explicando los detalles técnicos del asunto. El libertario estaba nervioso, le faltó argumentación y no pudo acorralar a Massa, ni incomodarlo o cuestionarlo con la crisis económica, la inflación ni los escándalos de corrupción que tan cerca le pegan al candidato oficialista: el “yategate”, el “chocolategate”, las causas de espionaje. Pudo haber sacado mucho jugo, o hacer correr sangre. Pero no lo hizo. Sólo se sustentó en descalificaciones, respecto lados oscuros del oficialismo. Casi con cierta improvisación, aunque demostró sus dotes de polemista en la mayoría de las contestaciones. Fue evidente el desconocimiento de Milei respecto la vida pública de Sergio Massa. Quizás se trató de una táctica, en la que el libertario prefirió defenderse de la supuesta “campaña del miedo”, que atacar. Milei se siente víctima del oficialismo. De hecho, decidió mostrarse como la contracara de Massa.
Milei tuvo grandes logros. Se mostró despierto y auténtico al contestar con humor e ironía como cuando ratificó su idilio por Margarte Thatcher. O desmintió las estadísticas de Massa sobre discriminación laboral en relación al género. Fue ácido e inteligente en la mayoría de las intervenciones, aunque demostró cierto desconocimiento del manejo estatal. En un momento Massa le pregunta sobre el ”GDE”, y Milei le responde sin querer demostrar que hacía agua, que le explique. Y Massa le dice: Si querés ser presidente de los argentinos debés saber lo que es el GDE. A lo que Milei le contesta: “Ya tenés tan asumido que voy a ser presidente que me querés someter a un interrogatorio”. Massa seguía hablando y explica que el “GDE es el sistema de administración de los expedientes del Estado”. Una fuerte pulseada de Massa, que el libertario supo sortear. Parecía por momentos, que Milei no tenía un plan de juego, y eso lo llevó a quedar entre el “sí o no” al que lo sumergió su rival.
Sin embrago, Milei logró algo muy importante para él, consiguió evitar el riesgo al que Massa quería llevarlo: un desborde emocional. Su objetivo fue no quebrarse emocionalmente y resistir los ataques psicológicos y golpes bajos de su rival que estaba dispuesto a todo, incluso dar detalles de las razones por las que no le renovaron la pasantía en el Banco Central, o que el ahora libertario fue parte del partido político del tigrense. Milei entre sus debilidades, puso sobre la mesa las cartas de ser un verdadero outsider de la política. Aunque es lo que lo sostiene e impulsa en su carrera. Es lo que gusta de él. Es lo que seduce al votante, al trabajador, al público. Que Milei sea como uno de ellos. Un outsider del sistema. Un indignado. Un asfixiado por la desidia e inoperancia política. Así pues, a no dar por ganador a ninguno hasta el próximo domingo, porque el ciudadano tendrá la última palabra.
Si el debate lo ganase quien impone los temas de agenda, Massa debería festejar sus destrezas, pero a no cegarse con los flashes porque no está claro que los indecisos, quienes podrían definir esta elección histórica, se inclinen por un “político de raza” o justamente busquen lo contrario: un outsider, un kamikase dispuesto a enfrentar la realidad argentina con las herramientas de un ciudadano común. Un ser que pueda enfrentar a los políticos que llevaron a los argentinos a vivir esta tragedia, esta infelicidad, angustia y desastre económico. Un ciudadano devenido en el súper héroe de la motosierra para terminar con la corrupción, la pobreza, la incertidumbre.
Ambos candidatos tan pobres de propuesta, como toda la campaña. El debate dejó más oscuridades que claridades. Ninguno estuvo a la altura de lo que Argentina demanda, pero dejaron en claro dos modelos de país diferentes.
Que estas elecciones no sean una pérdida para los argentinos, sino una posibilidad.