Por Natalia Aguiar
Alberto Fernández, presidente de todos los argentinos, parece haber perdido la brújula de su gestión y la falta de liderazgo se hace cada vez más notoria en temas claves de la agenda nacional como son Justicia y Economía.
Dicen aquellos que caminan los pasillos palaciegos de la Justicia argentina, que “ésta es el termómetro del poder”, o “el que detenta el verdadero poder maneja la Justicia”. Claro como el agua. El tema es que quien maneja los hilos judiciales es Cristina Fernández, dispuesta a lo que sea para lograr salir ilesa en las causas de corrupción en la que se la señala a ella y sus hijos.
La salida de la ministra de Justicia, Marcela Losardo, marca quien sostiene el bastón de mando, aunque a Cristina le conviene que a Alberto le vaya bien en las próximas elecciones. La unidad del peronismo y su competitividad electoral requieren de la dupla Alberto–Cristina, pero el Gobierno anda de mal en peor, casi sin rumbo cierto, por la interferencia de la señora en los asuntos judiciales.
Mírese así, es que la Justicia es la columna vertebral de un país que pretenda tener futuro, ya que con una Justicia Independiente se garantiza la lucha contra la corrupción, los abusos de poder, la igualdad de los ciudadanos a los que se mide con la misma vara. Pero en Argentina, la Justicia está siendo cooptada por el cristinismo duro y Alberto queda expuesto, ante su falta de liderazgo y la incapacidad de poner límites. No es no.
Pero Alberto quizás sabía a lo que se enfrentaba cuando aceptó la propuesta de su actual vice para emprender la fórmula electoral. Es que nada es gratis. Pero la firma del fracaso será la de Alberto, no la de Cristina. Si será un títere, que no sea el principal, que pase casi inadvertido. Pero la titiritera, mueve los hilos y expone a Alberto casi al precipicio.
Cristina es estratega, sabe lo que hace pero pone en primer plano su cuestión judicial para manejar los hilos judiciales en detrimento de todos los argentinos. Alberto hace caso omiso.
El primero de Marzo en el Congreso, además, el Presidente anunció una batería de proyectos de reformas judiciales, aunque aún no existían los borradores o pautas para concretarlos. Esto a Losardo la tomó por sorpresa. Le mostraron la puerta de salida por pedido de Cristina, pero Alberto la dejó ir. Ahora bien, que raro que si bien sonaron nombres de reemplazantes entre los colaboradores cercanos del presidente, ninguno quiso levantar el guante, y por el contrario salieron corriendo como si se tratara de un tornado.
El presidente enfrenta tres grandes desafíos
Por un lado, nombrar en Justicia a una persona de su riñón para evitar más atropellos. El nombre que suena con fuerzas alrededor de Alberto es, la especialista en derecho civil, Marisa Herrera, simpatizante del kirchnerismo sin pruritos. Por el otro, mantener el eje en sus capacidades máximas, mediar y moderar para conseguir lo que su gurú espiritual pretende. Pero esto ha debilitado a Alberto, quien además ahora deberá sostener al ministro de Economía, Martín Guzmán, quien parece seguir en la lista de Cristina de los “funcionarios que no funcionan”. Y eso que a Guzmán le tocó bailar con la más fea, acordar con el Fondo Monetario Internacional. El tercer desafío, es ponerle su impronta a la gestión, porque por ahora el sello está desdibujado.
La falta de brújula en un líder, puede hacer estragos, y en el caso de Argentina, agravar el panorama porque la Economía no encuentra rumbo, la justicia pretende ser cooptada y los fiscales independientes resisten, mientras los capitales huyen despavoridos y los precios del supermercado aumentan sin piedad. Los votantes viven en este país, y la falta de proyectos y esperanzas se hace cada vez más notoria e influirá en los resultados de las próximas elecciones, en la que pueden haber sorpresas. Es que la desilusión llega no sólo a opositores, sino también a oficialistas.
Cristina avanza y lleva bien puestos los pantalones, pero debe Alberto poner límites, porque quien lo puso al mando se lo llevará puesto con el sillón de Rivadavia a cuestas.
Fue un logro de Cristina nombrar a su abogado, Roberto Boico, quien ahora asumirá como juez de la Cámara porteña. Es decir, la segunda instancia donde se dirimen las causas de corrupción. Alberto, debe estampar su firma y se consolida en nombramiento.
Ahora, se sabe a viva voz que quien maneja el Ministerio de Justicia es la dupla de Juan Martín Mena y unos cristinistas a ultranza, pero la señora no quiere asumir oficialmente lo que ya hace bajo la mesa.
El reemplazante de Losardo se hace desear, pero es que las internas destellan en los cielos. Quien maneje Justicia, tiene el poder de mando. Y Alberto acaba de perder a un fiel soldado.
Lo bueno de esta supuesta crisis de gobernabilidad, es que Alberto incluso sin brújula, es una pieza imprescindible para la unión del peronismo y el diálogo con cierto sectores a los que Cristina desconoce y destrata. Alberto es la pieza fundamental del Gobierno de Cristina, lo necesita y la falta de nuevas figuras lo hace aún más necesario e irremplazable. Esa interdependencia, es lo que sostiene al presidente, pero la situación requiere un Alberto a paso firme que construya su propia identidad de poder, o será más de lo mismo. Si Alberto se fuera a Sevilla, vendrá Cristina y ocupará su silla.