Cristina Kirchner lanzó una nueva etapa de atropellos contra el presidente Alberto Fernández y contra la Democracia. Es que ahora pretende imponerle al mandatario una “mesa política” que tenga a cargo las grandes decisiones del Gobierno.
Por Natalia Aguiar
Abiertamente Cristina apunta contra la institucionalidad, arrincona más y más a Alberto que lleva adelante la “operación aguante”. ¡Hasta cuándo aguantará este cristiano!
La interna del Gobierno mantiene paralizada la gestión a punto tal que los ministros no saben para dónde disparar.
“Fui generosa al permitir que el Presidente pudiera elegir a su gabinete económico”, gatilló con precisión Cristina desde el escenario de la Universidad Nacional de Chaco, donde además advirtió que no puede tener una “disputa de poder” porque Alberto, “no representa ninguna fuerza política”.
Fiel a su carisma advirtió sobre la etimología de las palabras y advirtió que no existe ninguna pelea en el Ejecutivo, simples diferencias de ideas. “¿Qué es pelea? Se están pegando, golpeando o hay posibilidad de que haya algo bueno en una pelea. Yo no le pegue a nadie y nadie me pegó. Lo que está pasando en el Poder Ejecutivo pelea no es”. En un claro ninguneo dijo que sólo podría tener “una disputa de poder” con Sergio Massa, que lidera el Frente Renovador; Héctor Daer, de la CGT; o Emilio Pérsico, del Movimiento Evita.
Ella baila sola. “Hoy hay una insatisfacción democrática grande, la plata no alcanza, no llega a fin de mes y se produce un fenómeno que no habíamos conocido que es el de los trabajadores en relación de dependencia pobres. Esto nunca había pasado”, detalló la vicepresidenta como si mirara la gestión desde afuera y no fuera parte del caos.
Insistió además en que no hay disputas de poder con el presidente. “Dije que el poder es eso que, cuando una persona toma una decisión, esa decisión es acatada por el conjunto. En unos días más, el día del Censo, se cumplen tres años de aquel video en el cual le comuniqué a todos la decisión que había adoptado. Si fuera una disputa de poder, no sé, hubiera elegido al presidente del Frente Renovador (Sergio Massa), que venía de un partido político y de haber sido candidato a presidente, con legisladores, gobernadores... Elegí a una persona que hoy es Presidente, que no representaba a ninguna fuerza política que conformaba el frente, pero que además me había criticado duramente desde el año 2008. ¿Alguien piensa que puedo decidir las cosas por enojo o poder?”.
Aló, Aló Presidenta
Cristina habla, se pregunta y se contesta sola. Sin la mínima posibilidad para los interlocutores de esgrimir si quiera una mueca. La obsecuencia no es buena consejera. ¿Habrá algún valiente que se atreva a decirle a Cristina que está equivocada? ¿Habrá algún cojonudo que le advierta que podría caer al precipicio de la soberbia? Su personalidad arrolladora podría perjudicarla, porque no hay peor sordo que el que no quiere oír.
Las encuestas no dan bien ni para Alberto ni para Cristina, quien ya se conformaría con no perder poder en el conurbano bonaerense, aunque dará pelea hasta el final, porque su poder -como lo catalogan entre ellos- trasciende la institucionalidad.
La ceguera que genera la búsqueda desmedida de poder es palpable. El vamos por todo a cualquier costo ya no se niega. Avanza a pasos agigantados, como un huracán que se lleva todo por delante a su paso bravío.
Mesa política
En los últimos días se conoció que Alberto y Cristina mantuvieron conexión a través de interlocutores vinculados al Instituto Patria y a la Casa Rosada. Las palomas mensajeras le hicieron llegar al presidente el deseo de Cristina de armar una “mesa política” que tenga a cargo las grandes decisiones de la Casa Rosada, y que esté compuesta por el presidente, por ella, por Sergio Massa, por Máximo Kirchner y su ahijado político, Axel Kicillof”. Así lo detalló el periodista Marcelo Bonelli.
O sea que Cristina busca imponer su deseo cual emperador. Modificar la estructura jurídica del país que establece un sistema representativo y federal, conformado por tres poderes políticos independientes entre sí. Cristina busca exterminar al presiente con un nuevo sistema de Gobierno colegiado. Quiere diseminar ese poder con el que supuestamente ungió a Alberto y distribuirlo entre varios. Al hombre, esto ya esto no le gustó: “El presidente soy yo y no voy a delegar nada”, destelló Alberto a los intermediarios entrometidos.
¿Cristina 2023?
Ella sabe de su caudal político, pero también es consciente de que está perdiendo credibilidad. Sin embargo, apuesta a no perder la identidad política y muchos referentes cercanos hablan de su candidatura presidencial 2023. Aunque es consciente de que perdería las elecciones, apuesta a despegarse de los resultados del 2021. Acorrala a Alberto y apuesta a mantener la identidad política, recuperar votos, caudal electoral y consolidarse como cabeza de una oposición peronista indestructible. Resiliencia. Como senadora tendría fueros, como candidata presidencial no. Cristina 2023, va por todo.
En medio de estas maniobras politiqueras, la vice impulsa la reforma de la Corte Suprema, que ya es un organismo colegiado compuesto por cinco magistrados, pero el objetivo sería ampliar la integración de la misma a 13 o 15 jueces. Quizás, con diversidad temática y variedad de opiniones jurídicas, que además podrían garantizarle impunidad si logra nombrarlos durante esta gestión.
Ella
Su gran apuesta es intentar dar un volantazo en la cuestión económica. Para ello debe sacar del Gobierno a Martín Guzmán y Matías Kulfas. Redistribuir las riquezas, aunque sea a modo de pantalla para la tribuna y revisar punto a punto el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Pero los empresarios apuestan a Guzmán y le dan su apoyo. Alberto recibe presiones de gobernadores, intendentes y ministros que le piden algún accionar drástico ante Guzmán. Es que el oficialismo no sería la opción electoral más virtuosa ante los índices inflacionarios que ascienden sin cesar. Alberto resiste en su operación “aguante”, pero las presiones lo condicionan y habrá que ver hasta dónde llegará su paciencia. Estamos ante un héroe, o un sadomasoquista sometido del poder.