El primer informe de gestión que el presidente dio el 1 de marzo ante la Asamblea Legislativa, inaugurando el período de sesiones ordinarias del Congreso, estuvo plagado de datos erróneos o incomprobables, yerros en la lectura y difamaciones sin pruebas, ya una costumbre en el primer mandatario. Eso no interesa, el show salió a la perfección.
Por Franco Hessling
El presidente Javier Gerardo Milei ofreció su primer discurso de apertura del período ordinario de sesiones de la Asamblea Legislativa, en un recinto que él calificó como madriguera en más de una oportunidad. La oposición no atinó a nada creativo en la previa: azuzó la idea de que Milei montaría en cólera o tendría un ataque de pánico o de iracundia en vivo, especulando en que tal vez lo incomodaran algunos murmullos de los diputados y senadores cuando él les enrostrase “verdades” contra la casta. Pero la casta no aplaudió, como cantaron los aplaudidores que llevó el presidente para copar las gradas del recinto.
Milei se plantó con un atril y por la noche, en clara evocación al modelo estadounidense, algo que tampoco representa ninguna novedad ni ruboriza al oficialismo. El presidente se proclama a viva voz un yanquilófilo, tanto que en la misma semana puede fotografiarse con el secretario de Estado demócrata y luego disertar en una cumbre de la ultra-derecha republicana. Lo importante es la relación carnal con Estados Unidos, el faro del mundo libertario. El montaje, como todo su perfil de administración del Estado, emula las lógicas, usos y costumbres de la democracia que financia dictaduras en el resto del mundo.
El león no se aminoró, sin por ello haberse corrido de su papel penoso de gatito mimoso del poder económico, como lo definió la más aguda dirigente política de la actualidad, la trotskista Myriam Bregman. Ratificó que el rumbo del país está obstaculizado por falta de capitalismo, y no por su devenir lógico, tal cual lo viene diciendo el trotskismo, justamente, hace décadas. Los libertarios hablan de obstáculos al capitalismo, de falta de capitalismo, mientras que los trotskos hablan de crisis del capitalismo, de declive del capitalismo. Como se ve y ya se advirtió antes muchas veces en estas columnas, el escenario político a partir de la irrupción de Milei es despolitizante, pero sobreideologizado.
De hecho, Milei se tomó a pecho lo de encarar la derecha argentina. Tuvo tiempo para posicionarse en un lugar homólogo al de Carlos Saúl Menem, a quien citó extrayendo una frase de su primer discurso ante la Asamblea Legislativa. Nadie puede creer que los libertarios son improvisados, que vayan y vengan con algunas decisiones es lógico, pero que articulen elementos simbólicos con tanto afán de folklorización no es nada azaroso. Además del parangón con Menem, el discurso de Milei se dio lugar a una síntesis sobre el pensamiento de Milton Friedman, un economista al que la idea de mercado contra estado lo llevaba a pensar que la política no importa mientras se impongan las leyes del mercado, razón que lo llevó a formar parte sin culpas ni remordimientos de los conciliábulos para derrocar a Salvador Allende en Chile e imponer la dictadura genocida de Augusto Pinochet.
Pero Milei eligió hablar de la aparente idea de Friedman acerca de cómo administrar el gasto: en uno o en terceros, a partir de dinero de uno o de terceros. La peor forma de administrar el gasto dijo Milei citando a Friedman, porque atrás de la exacerbación del mercado se esconde el principio filosófico del individualismo utilitarista, es con dinero de terceros y en terceros. En otras palabras, el gasto que por su naturaleza de estructura y funciones tiene el Estado. El asunto está en que hasta los convencidos de que el capitalismo es un buen modelo de vida para la humanidad aceptan y apoyan que el Estado se ocupe de ciertas prestaciones y del lucro dentro de esos rubros. Por ejemplo, los monopolios naturales de la energía eléctrica o la recolección de residuos, por sólo citar algunas de esas incumbencias estatales.
La experiencia de Grafton, en New Hampshire, demuestra como esa propuesta libertaria sobre retirar completamente al Estado ha terminado dando resultados catastróficos, lo que ha llevado incluso a los republicanos de aquel condado estadounidense a rechazar de raíz estas ideas en extremo radicales a niveles fiscales y de deshumanización. Los interesados en conocer más de cerca la mencionada decadencia de un gobierno libertario en Grafton pueden consultar el premiado texto “A libertarian walks into a bears”, disponible en la web en su versión pirata para los lectores tercermundistas. ¿Internet hace que la libertad avance?
Al fin de cuentas, igual que con el debate presidencial, Milei salió ileso, sin luces ni brillantez, pero sin que ocurriera lo que sus detractores preveían que podía pasar. Leyó mal, como siempre, atropelló la verdad con datos falaces e incomprobables, despotricó contra la casta -con su hermana designada en el Poder Ejecutivo- y se granjeó de aplaudidores con un repertorio muy bien ensayado. Hay que reconocerlo, el show salió bien pese a que él no es un intérprete muy dotado para semejante circunstancia. El pacto es lo de menos para algunos votantes: una franja significativa de los votantes sólo se informa por tik-tok y en plena actitud de post-verdad (les importa tener razón, no saber la verdad). El montaje fue muy bueno.