Algunas muletillas de campaña que todavía tienen algo de eco en las redes sociales, como la lucha contra la casta, están cada vez más desdibujadas a partir de las propias acciones del gobierno. Hasta el momento, de las administraciones con más vicios de casta que se hayan visto en la historia del país.
Por Franco Hessling
Tras el fracaso por la ampulosamente llamada “Ley de Bases” que el oficialismo pretendió hacer pasar como condición sine qua non para establecer un país liberal-libertario donde no hubiera más privilegios para la casta, las bravuconadas de un gobierno sin vocación democrática son cada vez más evidentes.
De tratar de coimeros a los diputados a extorsionar abiertamente a los gobernadores y amenazar, ahora, con un ajuste todavía mayor dado que el proyecto ni siquiera superó el filtro de Diputados.
Curiosa idea la de que con esa ley se combatía “la casta”, puesto que cada conjunto de artículos que componían el texto original obedecía a los intereses de grupos económicos bien definidos, algunos de los cuales ni siquiera están radicados en el país, tal el caso del afamado magnate Elon Musk, quien a menudo fisgonea con quien ocupa hoy el sillón de Rivadavia.
Pero, además, mientras el núcleo duro del presidente Javier Gerardo Milei y él mismo incurrían en una bataola de extorsiones a cielo abierto contra otros dirigentes, desde gobernadores hasta legisladores y referentes de otras fuerzas que, paradójicamente, se habían mostrado dispuestas al diálogo, la rara idea de casta de estos libertarios de poco gramaje intelectual se iba consolidando en una ambivalencia inexplicable.
Entonces, para justificar porque se encuentra rareza en la idea de casta de LLA, y porque eso deriva en cuestionar sus dotes intelectuales, habría que comenzar por mencionar que, a poco de asumir la presidencia, Milei tomó una medida que ningún otro presidente de lo que él llama “casta” se había atrevido a tomar: derogó una normativa por decreto sobre la designación de parientes directos en el Poder Ejecutivo y se apresuró a nombrar a su hermana, Karina Milei.
Ya en medio de los debates políticos que tensionaban las relaciones del círculo rojo de LLA en la superestructura de dirigentes de otras fuerzas -y algunos del propio gobierno-, continuaron las acciones que dejan en evidencia los raseros diversos que tiene el gobierno con respecto a los privilegios y todas esas cosas que bramaban durante la campaña. El vociferante que hace de vocero, Manuel Adorni, también dio una lección de la rareza con la que desde LLA están definiendo la idea de “casta”.
Adorni, de actitud petulante pero con escasos recursos culturales para la argumentación, ungido vocero presidencial tras el rechazo de varios nombres que lo antecedían en la lista, es el típico caso del “más papista que el Papa”. Fundamentalista de LLA y de sus clichés discursivos -cada vez más significantes vacíos que no hallan correlato con las acciones de gobierno- es uno de los que mayor extorsión pública ejerció contra “la casta”, ahora definida como tal sólo porque no aprueba a capricho del Ejecutivo todo lo que a este poder se le ocurra.
Así las cosas, en pleno debate y negociaciones políticas, cuando todavía algún retazo de la “Ley de Bases” podía ser aprobado por la oposición entreguista -a la que eufemismo mediante se ha llamado “dialoguista”-, la familia Adorni recibió una hermosa noticia. Igual que los Milei después de que Javier le diera trabajo a Karina con el dinero público, Manuel le consiguió una chamba a su hermano, Francisco, como asesor del Ministerio de Seguridad de Patricia Bullrich.
Por si quedan dudas de que nombrar parientes de los altos mandos del gobierno dentro de funciones públicas es muy de casta, más evidente se torna ello si se analizan los antecedentes del Adorni que no trabaja de emitir vocinglerías. Francisco, contrariamente a no haber “vivido del Estado”, como se supone que ha hecho la casta siempre, ya ha sido funcionario público. Pero, además, completando una designación de lo más casta, su experiencia pública, ni tampoco la privada, tienen nada que ver con el área de seguridad. No se lo designa por ser un impoluto que jamás trabajó en el Estado, tampoco se lo designa por su experiencia en el área específica. Se lo designa, entonces, porque tiene el mismo apellido que el vocero presidencial. ¿Se puede ser más casta?