Desde que se convirtió en intendente electo, el propietario de Que Pasa Salta y senador provincial ha venido denunciado a la actual gestión, incrementando su popularidad. Desde diciembre, se acabaron las excusas y chivos expiatorios. A gobernar, Emiliano.
Por Franco Hessling
La transición municipal comenzó el 1 de noviembre, tal como se había hecho ya en otras ocasiones, aunque en este caso se rodeó de especulaciones, tensiones, fuegos cruzados, atirantamientos y acusaciones mutuos, tantos desde el equipo de la actual intendenta, Bettina Romero, como desde los asesores del intendente electo, Emiliano Durand.
El proceso se dará de modo veloz, en un mes, pese a los intentos de realizar la transición de manera más detenida.
En mayo, luego del resultado de los comicios, en la semana inmediatamente posterior, Durand y algunos de sus edecanes se llegaron hasta el Centro Cívico Municipal (CCM) buscando empezar los diálogos que habiliten la transición. Con razón, Romero y los funcionarios se mostraron reticentes, pues todavía tenían por delante varios meses de gobierno y no había por qué involucrar tan prontamente a quienes asumirían el gobierno recién a partir de diciembre.
Así empezaron las tensiones. Entonces, con el paso de los meses, hubo fugas entre los altos mandos municipales. Las dimisiones alcanzaron incluso a la amiga íntima de Bettina y funcionaria de peso, Agustina Gallo, que abandonó el barco antes de diciembre. Esos resquebrajamientos tuvieron que ver, en parte, con las exigencias públicas que empezaron a hacer el senador provincial por la capital e intendente electo y algunas voces de su equipo.
Asimismo, Romero hizo aquello que suelen hacer los gobernantes cuando están en el ocaso de sus gestiones: designar algunas personas en planta permanente, reacomodar algunos funcionarios y garantizarse aliados en espacios estratégicos de poder, como el Tribunal de Cuentas y el Tribunal de Faltas. La fuerte presión pública de una especie de zar mediático nuevo, Durand hizo que ello se visibilice ampliamente y, entonces, que reverdezcan las internas entre los funcionarios municipales de Bettina.
A la cuestión de designaciones y reacomodamientos en la planta municipal se sumaron otra clase de filtraciones impulsadas por Durand y sus operadores: la ejecución de obras públicas, algunas inconclusas y otras por las que se declaró un monto millonario que no está justificado con lo que se observa como conclusión de los trabajos, tal el caso de las reformas emprendidas en la plaza 9 de julio.
En ese marco, empalidece la figura política de Bettina. No participó en las elecciones nacionales, su padre es ahora un paladín de La Libertad Avanza y su gestión al frente del municipio está concluyendo totalmente desdibujada. La jefa comunal deberá replantearse su carrera política, reinventándose y sacando a relucir aquello que haya hecho bien durante su gestión, ya que ha sido un año catastrófico para ella. De hecho, después de perder la intendencia apoyó al que finalmente fue el candidato perdedor en la interna de Juntos por el Cambio, Horacio Rodríguez Larreta.
Durand, por su parte, ya ha venido dando pistas sobre su equipo de gestión: Juan Manuel Chalabe, Facundo Furió -ex compañero de gobierno de Durand durante la gestión de Miguel Isa- y Ezequiel Barraguirre, entre otros. Tendrá por delante la tarea, difícil para temperamentos como el suyo, de dialogar, articular y sobrellevar tensiones que no se resuelven únicamente con buenas razones o frases hechas de autoayuda y emprendedurismo neoliberal.
Cuando la transición termine, se acaban las excusas.