El espionaje militar y las bases en zonas lejanas a su radio provocan hostilidades entre los dos estados que tienen mayor peso en la geopolítica actual: Estados Unidos y China. Una radiografía actualizada.
Por Franco Hessling
A casi un año de haber empezado la guerra entre Rusia y Ucrania, que se desató a partir de una invasión rusa tras hostilidades en ciernes con los países de la OTAN, conviene hacer un breve pantallazo geopolítico. Ese ejercicio podría ser un señuelo para observar la contingencia electoral local a la luz de ese escenario global.
Hace menos de dos semanas, en la costa oeste de los Estados Unidos fue detectado un globo aeronáutico dotado para capturar información. La Casa Blanca no demoró en sospechar de espionaje, no sin argumentos, y tras algunas idas y vueltas derribó el globo, lo estudió y, en el medio, canceló la visita que tenía prevista a China uno de sus más altos funcionarios del gobierno.
China inmediatamente repudió el derribo y adujo que el globo formaba parte de una investigación particular sobre efectos climatológicos. ¿Por qué estaba sobre espacio aéreo norteamericano, entonces? Dijeron desde Pekín que la aeronave se había desviado de su órbita programada y que por eso apareció, vaya casualidad, en la bahía americana del Pacífico.
La administración de Biden aseguró tras estudiar el objeto derribado que se había encargado de captar imágenes satelitales y otras formas de registro de información, y dejó entrever que se trataba de un plan de espionaje del gobierno chino para evaluar las fuerzas militares de otros países del orbe. Según Washington, el plan de espionaje con globos llevaba tiempo en marcha y ya había alcanzado a más de 40 países.
Ciertos detalles técnicos hacen que la conjetura norteamericana no sea del todo inverosímil. Este tipo de globos se usa para espionaje debido a que son más difíciles de captar por los radares aéreos, ofreciendo la ventaja de sobrevolar espacio prohibido sin ser advertidos. Ideales para una empresa de espionaje a escala global.
Tras aquel primer balón, otro fue detectado en Canadá y otros tres más en cielo norteamericano. Todos derribados. Mientras tanto, en Taiwán, Estados Unidos y su OTAN hacen ingentes esfuerzos por reducir la influencia, por no decir dominio pleno, que Pekín tiene en la región. Y ese foco, de incrementarse las hostilidades, podría desenmascarar lo que hay atrás de Rusia y Ucrania, o atrás de la OTAN y las fuerzas orientales: la guerra fría entre Estados Unidos y China.
Esa nueva guerra fría, con sus zonas calientes como Ucrania, en Taiwán podría desencadenar una refriega abierta entre los dos estados más poderosos/influyentes de la geopolítica actual. Por lo pronto, lo seguro es que están avanzando peligrosamente en el camino de la delimitación armamentística, que empieza con el espionaje militar. Un giro republicano en los Estados Unidos podría acabar en un delirio belicista.