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Por Mario Casalla
(Especial para Punto Uno)

Llegado a la mitad de su mandato, el presidente Javier Milei ha decidido apretar el acelerador a fondo y cercano ya a las fiestas de fin de año, pretende que el Congreso de la Nación le apruebe el nuevo Presupuesto Nacional y una radical Reforma Laboral (a la que eufemísticamente denomina “modernización de las relaciones laborales”) sin modificación alguna y en los pocos días hábiles que restan a este 2025 que ya se despide, en medio de cifras que meten miedo.

Permítame citar al menos cuatro como botón de muestra: el gas aumento 936%, la luz eléctrica el 795 %, la nafta 425% y se han perdido 230.000 empleos registrados de sector privado, mientras que en el sector público esa cifra se supera varias veces y al vencer el 31 de diciembre numerosos contratos de trabajo, no son pocos los trabajadores que, con la angustia del caso, aguardan el posible telegrama de despido. Si hay algo que es muy difícil de encontrar por estos lares es el denominado “espíritu navideño”, ya que armar una mesa de Navidad está fuera del alcance de vastos sectores de nuestra ciudadanía.

 

La reforma laboral

Si se la lee con detenimiento se advertirá el propósito central que la anima: reducir a un mínimo la injerencia sindical en el mundo del trabajo, por eso varios estudios jurídicos privados (asesores de empresas) han trabajado en ella bajo la coordinación del ministro Federico Sturzenegger, quien ejerce el cargo de ministro de Desregulación y Transformación del Estado, “para profundizar las reformas económicas y estatales”, con fruición por cierto digna de mejores causas.

Por cierto nuestro país tiene una vasta experiencia en materia de relaciones labores. El artículo 14 bis de nuestra Constitución Nacional es fundamental para los derechos laborales y sociales, garantizando a los trabajadores condiciones dignas, jornada limitada, descanso pago, salario justo, estabilidad para empleados públicos, organización sindical libre y el derecho a huelga. Además el Estado debe promover la seguridad social integral, la protección familiar y el acceso a una vivienda digna.

En momentos como los que corren es bueno recordar que todavía tiene plena vigencia y nada que ver con el camino hacia dónde pretenden llevarnos. Por eso es bastante probable que gran parte de ese proyecto parlamentario sea declarado inconstitucional.

Al respecto el presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Horacio Rosatti, señaló que los cambios a la legislación laboral que el Gobierno lleva adelante podrían ser motivos de controversias judiciales e incluso ser declarada inconstitucional, lo que demoraría "meses o años" su aplicación. Y subrayó que cualquier juez puede declarar su inconstitucionalidad hasta que el Tribunal Supremo modifique sus criterios. Y como el hombre no da puntada sin nudo es bastante probable que esto ocurra.

 

La dignidad del trabajo humano

El Papa Francisco, con la grandeza y seriedad que marcó su pontificado, declaró en su momento sobre este tema: “El hombre ennoblece el trabajo. Somos nosotros, y no las máquinas, el verdadero valor del trabajo. El trabajo es una dimensión esencial de la vida, un camino de crecimiento personal y de construcción de relaciones sanas y de una sociedad más justa. Ningún joven, ninguna persona, ninguna familia vive sin trabajo. El trabajo es con derechos o es esclavo. Es crucial superar la precariedad, los contratos temporales y los bajos salarios que impiden planificar la vida y generan inseguridad en la familia". Mientras que la denominada Doctrina Social de la Iglesia ha ido acumulando a lo largo de los últimos tres siglos una sólida concepción en materia de trabajo y de Justicia Social.

Aquí el nombre de León XIII brilla con luz propia y su Encíclica “Rerum Novarum”, subtitulada “Sobre la situación de los obreros”, fue pionera en la materia. Publicada el 5 de mayo de 1891 allí León XIII, partiendo del Evangelio, recuerda a los patrones y a los obreros sus obligaciones mutuas de caridad y de justicia. Este párrafo es muy claro al respecto: “…los deberes de los ricos y patronos: no considerar a los obreros como esclavos; respetar en ellos, como es justo, la dignidad de la persona. Que los trabajos remunerados, si se atiende a la naturaleza y a la filósofía cristiana, no son vergonzosos para el hombre, sino de mucha honra, en cuanto dan honesta posibilidad de ganarse la vida. Que lo realmente vergonzoso e inhumano es abusar de los hombres como de cosas de lucro y no estimarlos en más que cuanto sus nervios y músculos pueden dar de sí. E igualmente se manda que se tengan en cuenta las exigencias de la religión y los bienes de las almas de los proletarios. Por lo cual es obligación de los patronos disponer que el obrero tenga un espacio de tiempo idóneo para atender a la piedad, no exponer al hombre a los halagos de la corrupción y a las ocasiones de pecar y no apartarlo en modo alguno de sus atenciones domésticas y de la afición al ahorro. Tampoco debe imponérseles más trabajo del que puedan soportar sus fuerzas, ni de una clase que no esté conforme con su edad y su sexo”.

Entre los primordiales deberes de los patronos se destaca el de dar a cada uno lo que sea justo, mientras que a los ricos los amenazaba con el juicio divino para que cumpliesen con sus obligaciones para con los obreros.

Claro, cosas como estas son para Javier Milei comunismo en estado puro. Para él la justicia social es una inmoralidad y no pocas veces se refirió a Francisco con inusual virulencia. En reiteradas ocasiones lo atacó y cierta vez espetó con todas las letras: “Hay que decirle al imbécil que está en Roma, que defiende la justicia social, que eso es un robo y va contra los mandamientos", en una entrevista con Viviana Canosa en canal 9 de Buenos Aires. Por lo demás la dignificación del trabajo humano fue producto de una lenta evolución cultural ya que originalmente el verbo “trabajar” viene del latín vulgar “tripaliare, torturar, derivado del latín tardío “tripalium”, un instrumento de tortura compuesto de tres maderos.

El mecanismo del “garrote”, en su forma más evolucionada, consistía en un collar de hierro atravesado por un tornillo acabado en una bola. Al girarlo, causaba a la víctima la rotura del cuello. La moneda está girando en el aire, amigo lector, esta reforma laboral en curso puede caer cara o cruz.