Franco Hessling Herrera

Si bien no le alcanzará para tener ser la primera minoría en ninguna de las Cámaras, en Diputados sellará un tercio propio para blindar vetos y en Senadores confirmará la absorción definitiva del PRO y su consolidación como la principal fuerza antiperonista.

Los argentinos debían asistir a las urnas por primera vez con el sistema de boleta única papel a nivel nacional, dado que el sistema ya había sido implementado en distritos como Santa Fe y Córdoba. La decisión, como toda elección de medio término, implicaba una importante definición para la gobernabilidad, habida cuenta de que se eligen diputados y senadores nacionales. Esto implica la composición de las cámaras para votar leyes que, digámoslo aunque suene mal, cada vez importan menos porque La Libertad Avanza ha inaugurado una etapa de indiferencia institucional que bordea el autoritarismo. Ello se ha visto, por ejemplo, con las más recientes ratificaciones a las leyes de financiamiento universitario, de emergencia pediátrica y de actualización de nomencladores y presupuesto para el área de discapacidad.

Sin embargo, hasta instituciones como el FMI le han recordado al Gobierno la importancia de ratificar en el Congreso y con leyes el rumbo de sus políticas económicas que, sobra decirlo, tienen llenos de júbilo a los especuladores, entidades financieras y paladines del imperialismo económico, como el Tesoro de los Estados Unidos. Por eso, la composición de los cuerpos deliberativos se torna fundamental incluso con un gobierno que desdeña las instituciones democráticas. Quiera o no, le guste o no, las necesita para ratificar su gobernabilidad porque la democracia no se basta sólo de los votos directos de las elecciones libres, porque si así fuera, como lo advirtió Tocqueville hace décadas, estaríamos frente a la dictadura de las mayorías.

El total de Diputados asciende a 257 miembros, mientras que la Cámara Alta reúne 72 escaños. Aunque suene a una clase de formación ética y ciudadana hace falta resaltar algunos aspectos constitucionales y políticos básicos, para orientar a una ciudadanía que cada vez más desconoce esos principios y, en cambio, se apoya por presunciones, intuiciones o fanatismos que bien circulan por redes sociales y, muy a menudo también, en canales de televisión y streaming. El primer cuerpo representa a los pueblos y por ende está sujeto a la variable demográfica, a mayor cantidad de población, más diputados. Por eso no todas las jurisdicciones tienen la misma cantidad de representantes en la Cámara Baja. En cambio, en el Senado se representan a los estados subnacionales -las provincias y la Capital Federal-, con 3 miembros por cada uno.

En Diputados se ponían en juego 127 bancas: 60 opositoras, 38 oficialistas y 29 de las indeterminadas u oscilantes. En Senadores se disputaban 24 escaños: 15 opositores, 7 oficialistas y 2 indeterminados. Con los resultados del acto comicial de ayer, a partir de diciembre esos 127 puestos en diputados quedarán repartidos en 48 opositores, 64 oficialistas y 15 indeterminados. En la Cámara Alta, los 24 nuevos senadores se repartirán, en principio, en 7 opositores, 13 oficialistas y 4 indeterminados.

Con este escenario, el oficialismo no tendrá la primera minoría en ninguna de las cámaras, aún habiendo deglutido definitivamente al PRO. Pero en Diputados contará con su tan ponderado poder para sostener vetos, evitar dos tercios y, así, no tener que congraciarse con asados a “85 héroes” de colores políticos variopintos. Serán todos propios. En la Cámara Alta, en cambio, sumará un bloque de 21 senadores que no suman los dos tercios. Sin embargo, habiendo absorbido al PRO, se constituirá como la segunda minoría detrás del peronismo y tendrá músculo para pujar por designaciones judiciales y fiscales en las que podría tener acuerdos con la primera mayoría.