Josefina Medrano
Llega el final de la semana e intento hacer un balance de la misma. Estas últimas fueron intensas en varios aspectos: en lo familiar, en lo personal y por supuesto en lo laboral. Buscar soluciones y respuestas a las demandas de la vida diaria puede resultarme algunas veces llevadero, pero otras realmente agotador.
Y en este balance de la semana transcurrida, ha sido evidente que me he visto perturbada por la “fatiga por decisiones”, concepto tan trabajado en el mundo, que me gustaría compartirlo con Uds.
Todo el día nos vemos sometidos a la toma de decisiones desde pequeñas hasta otras más importantes. Tomar café con leche o té, cargar nafta ahora antes que la luz roja aparezca, permitir a mi hijo asistir a un programa o no, retirar un tratamiento a un paciente, hacer o postergar un estudio complementario invasivo a un niño con los riesgos que implica, hacer el curso de IA o mirar las redes ahora o después. Y cuantas cosas más. Sumando así miles de decisiones diarias que debemos afrontar de manera consiente o inconsciente.
Este exceso de decisiones diarias, podríamos decir miles, provoca una demanda considerable de energía a nivel mental llevando a un agotamiento a nivel cerebral que empieza a influir en la capacidad para decidir. Como resultado, terminamos sufriendo un cansancio mental similar al agotamiento físico que se convierte en un foco de estrés, frustraciones y arrepentimientos. Un enemigo silencioso que se ha denominado “fatiga por decisiones”.
La fatiga por decisiones o fatiga decisora como se la llama, también se ha estudiado a nivel mundial y un ejemplo popular que pone de manifiesto lo que sucede con esto y cómo influye la fatiga en la toma y efectividad de las decisiones, es la forma en que los jueces toman sus decisiones. Con un título convincente, una publicación resume el tema: “Los jueces a la mañana son punitivistas y a la tarde, garantistas”. Ilustra que la respuesta no es completamente lógica o racional y depende del estado de cansancio del individuo. Así mismo, en la búsqueda de disminuir la fatiga y tener la mente clara para otras decisiones, es que podemos ver que grandes figuras de los distintos sectores no pierden tiempo en pensar que ropa se pondrán, usando siempre unas pocas mudas.
Esta lógica mental de tratar de disminuir las decisiones diarias, es también las que usan muchas compañías, por ejemplo, de comida rápida que de manera inconsciente nos evitan seleccionar y nos ofrecen una presentación tipo combo para no pasar por el que elegir, y de esta manera hacer más amena y rápida la elección, teniendo en cuenta que la comida actualmente se ha vuelto foco importante a resolver día a día.
Desde la ciencia son muchas las universidades en el mundo que han invertido tiempo en el estudio de este tema y han demostrado, por ejemplo, que la presión psicológica que experimentan las personas con este cuadro de fatiga las hace más propensas a tener comportamientos impulsivos y tomar decisiones precipitadas que no siempre tienen buenos resultados. Otros comprobaron que este estado disminuye la resistencia física volviéndonos propensos a enfermar, a ser más sensibles y disminuyendo de alguna manera nuestra tolerancia al dolor. Otro estudio de la universidad de Lovaina pone de manifiesto que la fatiga decisional hace que determinadas situaciones, conflictos o problemas se vivan con mayor intensidad resultando más irritantes de los que son en realidad.
Sin saber en profundidad del tema de este enemigo oculto, y con un hábito diario que tengo hace muchos años, me siento tranquila y no abrumada por el devenir del día que se inicia. Es así que cada mañana mientras me ducho, trato de identificar entre 3 y 5 cosas importantes en el día para resolver o decidir, y a partir de ahí todo lo que surja podrá ser postergado o inclusive ignorado en mi agenda diaria. Y créanme que me da resultados a la hora de no enloquecerme con el día a día, aunque a veces, como en estas semanas, evidentemente se pierde el equilibrio y algunos síntomas aparecen.
Pensar que cocinar o comer todos los días es una situación que seguramente la sufrimos muchos. Buscar la forma de poner esto en piloto automático con un menú semanal, sería una estrategia válida para disminuir el estrés, por ejemplo. Y así deberíamos aplicar estrategias como esta a muchas otras decisiones de la vida cotidiana en la búsqueda de alivianar la fatiga.
La administración de nuestros recursos cognitivos en base a las prioridades de las decisiones que tengamos que tomar, será una protección frente a la aparición de este cuadro. Debemos poder diferenciar aquellas decisiones realmente importantes de los sucesos imprevistos de la vida diaria que parecen urgencias pero que en realidad no son tan trascendentales.
¡Ahora ojo! la fatiga decisional no debe convertirse en una excusa para no tomar decisiones, ya que terminaríamos cayendo en los brazos de la procrastinacion. No debemos traspasar la delgada línea que divide la forma óptima de tomar decisiones de la desgana cognitiva y así caer en la dejadez y la desidia.
El equilibrio, como todo en esta vida, es fundamental. Las rutinas, la planificación, los hábitos son positivos siempre que sean funcionales y cuando no se pierda el contrapeso y nos lleven a una monotonía diaria negativa. Tomar decisiones será siempre parte inevitable de nuestras vidas. Pero tomarlas en su justa medida será la clave de una vida en armonía.