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medranoPor Josefina Medrano

Va terminando el fin de semana y las reuniones familiares y con amigos son parte de la dinámica de lo días de descanso. Reunirse, tener charlas banales y no tanto, desplegar el arte culinario, conocer a nuevos especialistas en cata de vinos, relajarse y olvidarse por algunas horas de las situaciones problemáticas de la vida diaria que nos afectan.

¡Y así de repente, en medio del bullicio del almuerzo, se escucha un “no seas ansioso”!

Que frase interesante para abordar en estas líneas, donde “La Ansiedad”, con mayúsculas como me gusta llamarla, es la protagonista. Y que seguramente quien exclamo esa frase desconoce la profundidad de lo dicho.

La ansiedad (del latín anxietas, angustia, aflicción) es una experiencia emocional común que afecta a millones de personas en todo el mundo. Es una emoción caracterizada por la aparición de sentimientos de preocupación, nerviosismo o temor frente a un acontecimiento futuro o incierto, que es percibido como amenazante o peligroso. Por ejemplo, el inicio de un nuevo trabajo, la presencia de un examen, una mudanza, etc. Si bien sabemos que es una respuesta adaptativa natural frente a determinadas situaciones, puede volverse realmente problemática cuando es excesiva y persistente, transformándose ya en un trastorno de ansiedad.

Está claro, por su definición, que casi todos hemos sentido en algún momento ansiedad. Recuerdo mis épocas de estudiante donde cuando tenía que rendir algún examen se presentaba el clásico “Carprex”, que dependiendo de la materia, era la magnitud y lo florido de los síntomas, que desaparecían luego de realizado el engorroso trámite. Pero son aquellas personas que experimentan miedo y preocupación excesiva e intensa las que deben estar atentas para identificar y reconocer lo que les está pasando y poder pedir ayuda profesional a tiempo. La gran dificultad actual es la falta de concientización de que esto es una afección de salud mental que puede tratarse más allá de las barreras en los servicios de salud, carentes muchas veces de profesionales idóneos, y de la estigmatización social.

Los trastornos de ansiedad afectaban según la OMS a 301 millones de personas en el mundo, convirtiéndolo en el más común de los trastornos mentales. Miren ustedes lo significativo de esto, ya que las personas que lo padecen sufren tensión física, trastornos conductuales y cognitivos, que son difíciles de controlar provocándoles angustia en exceso y muchas veces interferencias en su vida cotidiana, llegando inclusive a deteriorar su vida familiar, social o laboral.

Los pacientes pueden estar desconcentrados, irritables, inquietos, presentar síntomas físicos como nauseas, malestar abdominal, sudoración, palpitaciones que inclusive pueden confundirse con un trastorno cardiaco como un infarto. Como verán la ansiedad esta estrechamente relacionada con la salud física y es por eso que actúa muchas veces como factor de riesgo para muchas enfermedades como las cardiovasculares, por ejemplo. Y es en este ejemplo donde podríamos preguntarnos que es primero, si la afección física o la dificultad en el manejo de la misma que provoca seguramente ansiedad.

Sin querer aburrirlos, pero con la necesidad de conocer para reconocer la afección, es necesario que les comparta de manera escueta los diversos tipos de trastornos de ansiedad. A saber: trastorno de ansiedad generalizado, trastorno de angustia, trastorno de ansiedad social, agorafobia, trastorno de ansiedad por separación, fobias de distintas índoles y mutismo selectivo entre los más frecuentes. Estemos atentos entonces en la identificación de estos, ya sea en nosotros mismo o en un tercero.

Como dijo el Dr. Daniel Siegel, reconocido psiquiatra “la ansiedad es un problema complejo que requiere un enfoque integral , incluyendo terapia, medicación y cambios en el estilo de vida”. Y es en estos puntos donde enfocan los tratamientos actuales. Pero no debemos olvidar la necesidad de reconocer a esta señora, “La Ansiedad” y su trastorno, para dar el punta pie inicial en el inicio del tratamiento adecuado.