Por César Alvarez
Una fiesta llena de tradición, color y alegría. Tiene un carácter único en el norte: las comparsas desfilan y la música de los tambores le dan un ritmo. También los caporales y las murgas danzan al compás de las sayas.
El ambiente durante esta época es muy especial: las calles se llenan de alegría, los trajes tradicionales brillan y la música no para. Es una experiencia única que muestra la identidad cultural de la región. Tiene un componente familiar muy fuerte, con vecinos que se agrupan para compartir, jugar con agua, harina y lanzanieves.
El juego con agua está mucho más restringido que en tiempos anteriores, quedan muy pocas familias que se divierten de esta forma. Gracias a Dios desaparecieron las bombuchas.
Recordemos los Corsos de Flores de la Plaza Alvarado en horas de la tarde, también la plaza 9 de Julio fue el espacio de estas manifestaciones, pasaron a la Avenida Belgrano, donde fue muy exitosa, de allí a la Ibazeta, a la cancha de Gimnasia y Tiro, también en el Estadio Martearena hasta encontrar un lugar llamado “corsódromo” en la zona Sur de Salta.
Creo que con esto, la Ciudad y sus integrantes ganaron en prevención, seguridad pero ha perdido la espontaneidad y la participación vecinal que le daba un brillo originario de estos eventos. Es decir perdimos el corso y ganamos un desfile.
El doctor en carnaval que es el Profesor Cáseres, puede ayudar a diferenciar lo que son los corsos de antaño, con la participación de todos los que quisieran participar, con los desfiles de disfraces, marionetas y carrozas de compañías artísticas.
La elección de la reina del Carnaval que también era un evento de trascendencia también perdió su brillo.
Las comparsas representaban a los barrios, y sus encuentros no siempre eran amistosos. Podían seguir bailando de barrio en barrio, y dejaban un lazo en el que los vecinos aportaban dinero para cubrir algunos gastos.
Espero que a pesar de estos cambios que se producen con el paso del tiempo, los vecinos disfrutemos esta época de alegría, que los gastos que realiza la comuna tengan este sentido, y contribuya a la paz y felicidad. Que los excesos sean los menos y que el diablo no meta la cola (especialmente en las carpas, que desde el mediodía comienza a ser tentación de encuentro de compadres y comadres que no siempre terminan afectuosamente).