01 25 milei894Por Aníbal Tejerina

Go woke, go broke, fue una expresión usada por sectores de la derecha norteamericana para oponerse a lo que en el año 2010 se empezaba a difundir como capitalismo woke. Traducida, la frase significa “si te haces woke vas a quebrar”, e iba dirigida a las empresas que empezaban a utilizar publicidades donde alentaban el empoderamiento de grupos marginados, como estrategia de ventas.

La frase citada fue sacada de Wikipedia, y ya en ella se pueden inferir por lo menos dos paradojas, la primera: que sean los sectores acusados por el progresismo de colaborar en la segmentación social excluyente, es decir las empresas de capital multimillonario, quienes hayan colaborado a la difusión de tendencias inclusivas, y segundo, que ese “empoderamiento” de sectores marginados haya significado, en el devenir histórico, un debilitamiento mundial de lo que se llamó la izquierda woke.

Paradojal o estratégico, lo cierto es que uno de los fenómenos sociales más evidentes de los últimos tiempos, es una subversión radical de las tendencias que predominaron mundialmente durante la última década, y que también mundialmente, se dieron vuelta como una media sobre todo durante la post pandemia, reflejado quizás en el avance político de las derechas en distintos puntos del planeta.

Se sabe que este empoderamiento hacia la derecha tiene atorado al progresismo mundial y la Argentina no es una excepción, ya que como se testimonia en algunos paneles de la televisión nacional, ese sector “aún no logra reacomodarse”, y brindar una alternativa a quienes vinieron a hegemonizar la nueva tendencia de manera furibunda, a saber, los seguidores del presidente Javier Milei, figura aglutinante del partido político La Libertad Avanza.

 

Introducción al wokismo

Es altamente probable que no sean pocos los que en la Argentina se interrogaron por primera vez, o más aún, tomaron un primer contacto con la palabra inglesa woke, a partir de su mención reciente por parte del presidente Javier Milei durante su exposición en el foro de Davos.

En esa intervención el mandatario argentino expresó que “la ideología woke es un virus mental. Esta es la gran epidemia de nuestra época que debe ser curada, es el cáncer que hay que extirpar", y también que: “el wokismo es un régimen de pensamiento único, sostenido por distintas instituciones cuyo propósito es penalizar el disenso. Feminismo, diversidad, inclusión, equidad, inmigración, aborto, ecologismo, ideología de género, entre otros, son cabezas de una misma criatura cuyo fin es justificar el avance del Estado mediante la apropiación y distorsión de causas nobles”.

Como puede leerse en la segunda cita del discurso de Milei en Davos, el wokismo no es ajeno a lo que la historia reciente señala que ocurrió en la Argentina, con el matrimonio igualitario, la instauración de la figura penal del femicidio, entre otras reivindicaciones que apuntaron principalmente al fortalecimiento de lo que denominó las políticas de género, durante el periodo en que el sector que las promovió, denominó como la década ganada.

La escasa o nula asociación, para la mayoría de los habitantes del país, entre lo que ocurría en los Estados Unidos, donde esa serie de reivindicaciones se asociaban a la lucha woke (despierto), nacida de las reivindicaciones raciales, y lo que ocurría en la Argentina principalmente durante los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner, probablemente no se deba a un espíritu de aldea, con el que quienes opinan que deberíamos parecernos más a los Estados Unidos muchas veces critican a sus coterráneos, sino que ese espíritu reivindicativo e inclusivo no bajó exclusivamente del norte ni cruzó el océano, sino que en muchos aspectos, el kirchnerismo actuó de vanguardia mundial.

Así como en el país del norte la lucha woke se asoció a la que ya venían sosteniendo las comunidades afroamericanas, en la Argentina el temario del progresismo inclusivo casi naturalmente se imbricó a los derechos humanos, los discursos y actuaciones políticas que mantienen las asociaciones del sector, generando un combo poderoso, que sin embargo aparenta haber sido barrido de un plumazo.

 

Falla de representatividad

No es un ejercicio nuevo el de pensar qué faltó en ese planteo inclusivo para que en las elecciones del 2023 las mayorías populares optaran por un representante de la derecha que en su discurso apuntaba directamente contra el discurso de la inclusión. Algunos creen percibir que se trató de una falla en la representación que pasó inadvertida, y no pocos apuntan a un mercado laboral cambiante donde las reivindicaciones históricas del Justicialismo ya no hacían el efecto deseado, a saber, precisamente el de la inclusión.

Sin ánimos de resolver la cuestión, podríamos señalar que, redundando en el asunto, se trató de reivindicaciones históricas para con los trabajadores o las masas asalariadas, es decir, sin demasiada renovación en ese panorama orgulloso de las reivindicaciones de género.

Desde esa perspectiva, cabría volver la mirada sobre la relación del peronismo con el kirchnerismo, y no voltear la cara sobre disidencias estructurales entre la doctrina del primero y la renovación progresista que encaró el segundo. Es decir, no todo era armónico.

Esas disonancias en el principal espacio opositor se mantienen hasta nuestros días, a meses de una elección de medio término donde una mirada superficial podría concluir que lo que está en juego es el fortalecimiento o no de La Libertad Avanza.

De trasfondo está lo que se menta como la batalla cultural, y que desde el punto de vista de quienes la impulsaron, es decir, el anti progresismo, la apuesta central podría pensarse con esa frase de las derechas norteamericanas: si te haces woke, quiebras, en el sentido de que el progresismo sería inherentemente empobrecedor.

Del lado de la oposición al Gobierno nacional se sabe que hay dispersión y la carga, en el caso del Partido Justicialista, de no haber podido empoderar durante el gobierno del Frente de Todos, a quienes vienen siendo sistemáticamente excluidos desde lo económico desde hace décadas, pero con énfasis en la gestión de Cambiemos.

El no haber podido recuperar el poder adquisitivo del salario fue el gran fraude electoral que se puede achacar a la actual oposición Justicialista, la cual ya tuvo una oportunidad como promesa, tras el macrismo, con el “volveremos mejores” de modo que esa ya no es una vía demasiado abierta.

El actual Gobierno tampoco logró hasta el momento mejorar significativamente los niveles de vida de los argentinos. Logró bajar la inflación pero a costa de paralizar la actividad económica y sostenerla principalmente mediante la instalación exitosa de que detentan el saber respecto del camino que llevaría a la salida de décadas de progresismo empobrecedor, es decir, lograron convencer que también tienen el diagnóstico certero respecto de lo que causa el malestar en la sociedad argentina.