abelcornejoPor Abel Cornejo

Lo primero que hay que señalar del escandaloso episodio que alcanzó ribetes cinematográficos, es que cuando explotó, en el seno del Gobierno Nacional se estaba tratando la composición de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, como así también cómo asimilar la derrota mediática de la denominada ley de Ficha Limpia, que lo dejó en un lugar absolutamente incómodo, a poco que se recuerde que el presidente Javier Milei eligió el término casta para execrar a la clase política, sin excepciones.

Durante el año que lleva de mandato, parecería que la excepción se volvió regla, y poco a poco quiso ir avanzando con sus lineamientos políticos, la repulsión originaria fue mutando hacia el mantenimiento de un discurso cada vez más violento y obsceno, pero con una tolerancia sorprendente hacia personajes como el senador entrerriano Edgardo Kueider.

Por eso cuando estalló el escándalo de Edgardo Kueider, Milei buscó despegarse rápidamente y lo vinculó con el kirchnerismo para aventar sospechas sobre el posible origen de los 200.000 dólares que intentó cruzar por la frontera en forma clandestina. En la Casa Rosada asumen que hubo un acuerdo táctico con el senador peronista derivado de la necesidad de buscar aliados, y admiten como un error haberlo promovido para presidir la comisión de los organismos de inteligencia (aunque después no prosperó el plan). En definitiva, Kueider es un exponente por antonomasia de la casta a la que, supuestamente, detesta el presidente; sin embargo, cuando les resultó funcional no dudaron en convocarlo para que les votase leyes a su favor.

¿El presidente no quiere acaso que expulsen a Kueider del Senado? ¿Alcanza con sólo decir que era kirchnerista, como pretendió exculparse? La ciudadanía espera algo bastante más de él, por si todavía no se dio cuenta. ¿Por qué lo coloca en el bando enemigo si fue presto en requerirle sus servicios cuando lo necesitó? Parecería que cuando el principio de revelación, acuñado por el primer mandatario, le toca la puerta, lo que se revela realmente es lo que el presidente no quiere ver o admitir.

Esa ética variable, ¿no es acaso lo que con tanta espectacularidad se dice que la sociedad argentina votó en contra para elegir a un outsider de la política como lo era el presidente? ¿O acaso era sólo una pose de campaña?

Recordemos que hace justamente un año atrás, Milei asumía pronunciando un discurso incendiario en las escalinatas del edificio del Congreso de la Nación, dándoles la espalda a los legisladores que minutos antes habían asistido a su asunción como presidente en la Asamblea Legislativa. Fue mucho más que un gesto y eso le deparó muchísimos réditos, seguramente porque el valor de la República, pese a los cuarenta años que transcurrieron de democracia, todavía no arraigó del todo en la sociedad argentina. Entonces cuando se hacen esos desplantes a las instituciones republicanas, el electorado mayoritario, toma al desprecio como una suerte de grito de guerra hacia la política ¿Existe acaso una preocupación por mejorar realmente la dirigencia de nuestro país? Porque si es así, Ficha Limpia no es la solución, ni por cerca, sino instaurar de una vez y para siempre la revocatoria de mandatos, con lo cual se terminarían una serie de discusiones estériles.

Kueider es en el fondo un descuidista, palabra que es sinónimo de ratero, mañoso, pillo, ladronzuelo, ladrón o caco. Y es también un tránsfuga cuya significación remite al que se cambia de bandería política por interés o promesa de un resultado inconfesable.

Nada más gráfico que el Diccionario de la Lengua para caracterizar a los sinvergüenzas. Los advenedizos pueblan varios escaños de la corporación política que también debería estar muy interesada en deshacerse de personajes nefandos. Es una de las autocríticas que más se espera. Lógicamente saneamiento de la justicia mediante, sin jueces de la Corte Suprema designados por decreto y mucho menos que lleguen a ese sitial jueces de las características de Ariel Lijo, que es dentro del Poder Judicial, el equivalente a lo más caracterizado de la casta política a la que tanto ataca el presidente, pero con un ojo con un parche.

Los juegos de palabras, más allá del divertimento que provocan, sirven como advertencia, sería bueno que el presidente no se “deskueider” cuando ataca con tanto énfasis y por abajo se le van filtrando personajes que deberían estar muy lejos de integrar las instituciones del sistema democrático. Eso sí, no sólo hace falta alejar a los Kueider de la política, sino también romper para siempre las barreras de la hipocresía y el cinismo, tan dañinos como la corrupción estructural que denunció la jueza federal Sandra Arroyo Salgado.