abelcornejoPor Abel Cornejo

Mientras el gobierno tuvo su mejor semana política desde que asumió el poder, a la vez que se autopercibió exitoso ante determinados números de la economía, la realidad parece conducirse por otra parte. Particularmente en algunos distritos del conurbano bonaerense que, por su cantidad de habitantes, son determinantes al momento de emitir su voto.

Allí, la figura de Milei continúa su descenso en las preferencias populares. Si bien la imagen de Javier Milei continúa siendo más que aceptable, pese al brutal ajuste económico que puso en práctica, lo cierto es que hubo un significativo descenso en los últimos dos meses.

Aun así, lo asombroso es que, hasta ahora, en casi once meses de gestión no apareció en el horizonte ninguna alternativa capaz de disputarle el poder en las urnas. Algunos analistas opinan que si el presidente descendiera incluso hasta el 30% su intención de votos para las próximas elecciones legislativas, igualmente triunfaría en los comicios; resultan inocultables las inmensas dificultades que tiene la oposición para articular una oferta electoral atractiva y creíble. Máxime cuando siguen asomando figuras del pasado reciente que no asumen cuál fue su responsabilidad en el advenimiento del líder libertario.

No asumen el fracaso de las políticas anteriores y sobre todo de la forma de gobernar. Mucho menos el rechazo que se generó en el electorado sobre la dirigencia política argentina. Es indispensable que surjan nuevos actores, sin la agresividad y la chabacanería con la que se conduce el presidente. Alguien dijo en un reportaje: ¿qué necesidad tiene de gritar, insultar y denostar, si le va bien? Extrañamente la pregunta sería incorrecta, porque las usinas generadoras de imagen advierten que el desenfado y la falta de educación más la agresividad del presidente le da rédito. Insólito, pero cierto.

Los asesores de Milei miran este panorama y advierten que lo que les conviene no es ni siquiera tener una mayoría parlamentaria, sino simplemente tener una minoría que alcance para sostener los vetos presidenciales en las leyes que se sancionan en el Congreso. Tal como ocurrió con el aumento a los jubilados y el presupuesto a las Universidades públicas.

Han inaugurado una metodología desconocida hasta el presente que es darle fuerza legislativa al rechazo de los vetos. Es decir, que se da la paradoja que al gobierno le alcanza con la nueva conformación del partido de la minoría, y que con 80 u 85 votos, más algunas abstenciones negociadas con antelación, les alcanza para frenar cualquier atisbo de oposición. Como nunca, el que tiene menos legisladores domina la escena política.

Tampoco le interesa al gobierno constituir alianzas permanentes, sino circunstanciales, de manera de no perder la mística con la que la Libertad Avanza desembarcó en la Casa Rosada. Hasta ahora, hay que admitir que todo lo que aquí se describe ha sido en beneficio de la política del oficialismo, aún a costa de violentos insultos, agravios y pensamientos indiscutibles, cerrando una lógica autoritaria que también impacta favorablemente en la sociedad. Evidentemente, algo jamás visto en el pasado y que augura futuros acuerdos de gobernabilidad hacia el futuro.

A esto, debemos sumarle la abdicación definitiva de ese engendro ideológico llamado anarcoliberalismo, cuya aplicación en la realidad concreta es tan inviable como imposible y que el gobierno haya mutado hacia el minarquismo. Es decir, hacia el Estado mínimo. ¿A qué apunta? Si las variables económicas que el gobierno considera auspiciosas financieramente continúan, el Estado que quiere diseñar Milei solamente se ocuparía de cinco áreas, a saber: Economía, Defensa, Seguridad, Justicia y Relaciones Exteriores. Nada más. Salud, Educación, Obras Públicas, Ambiente pasarían a la órbita exclusiva de las provincias.

¿Es posible que esto ocurra? Definitivamente así será, en la medida que a ninguna facción se le ocurra tener una idea superadora y diferencial que haga pensar al electorado que con el minarquismo nunca más habrá inflación. La llave está en la monstruosa recesión que no cederá en tanto los argentinos no recuperen al menos en algo, su poder adquisitivo. Esperanza que deviene en utopía si se analiza la política económica del gobierno hacia el futuro.

La ficción entonces reside en que, aun cuando se dome hasta el fin de los tiempos a la inflación y se disminuya a niveles irrisorios el déficit fiscal, si no hay un plan de reactivación económica que arranque desde el sector productivo argentino, no con espera de inversiones extranjeras que probablemente nunca lleguen, el país seguirá sumido en la pobreza. Con precios tal vez sin alza, pero ¿qué importa el valor de las cosas si no se las puede comprar?

El congelamiento de la decadencia puede ser el motor de una nueva esperanza de reconstrucción nacional que tenga por objetivo devolverle la dignidad a la gente en su forma de vivir. El tiempo lo dirá.