Por Abel Cornejo
Markus Gabriel es un joven filósofo alemán, de 44 años, profesor en la Universidad de Bonn, que se ha convertido en uno de los pensadores más influyentes en la actualidad. Se especializó en metafísica, epistemología y filosofía postkantiana. Es el numen de una nueva corriente filosófica llamada Nuevo Realismo Alemán que se caracteriza por su hiperrealismo al considerar como reales tanto a los objetos materiales como a los inmateriales, por ejemplo, las ideas.
Para Markus, el mundo es el ámbito donde se dan todos los ámbitos, del cual el universo es solo un ámbito más entre todos los demás. Es decir, el universo solo es el ámbito de los objetos materiales y no debe confundirse con la definición de mundo. La existencia se da según como cada objeto vaya apareciendo en cada campo de sentido, es decir, un objeto abstracto como una bruja existe en un cuento, pero no en el dominio del universo de los objetos materiales.
Según este razonamiento, el mundo como un todo que agrupe todos los campos de sentido, no se da en ningún campo de sentido en sí, por ello Markus proclama que el mundo no existe. Ya la realidad no supera ni se mixtura con la ficción, porque conviven muchas realidades. “Porqué no existe el mundo” o “Yo no soy mi cerebro”.
Filosofía de la mente para el Siglo XXI” son dos de sus libros más consultados. En definitiva, la atomización de la realidad, llamada por Markus, provincias ontológicas parecería aproximarse a lo que realmente ocurre en la existencia de los seres humanos actualmente. Conviven una amplia gama de realidades.
En un reportaje que recientemente le hiciera Jorge Fontevecchia para el diario Perfil, Markus afirmó: en el contexto de la filosofía fundamental, el Nuevo Realismo consiste en dos tesis. La primera tesis es que la realidad existe, es decir, que hay una diferencia real, ontológica, objetiva entre realidad y ficción. Y la segunda tesis es que somos capaces de conocer la realidad tal y como es. La realidad no está más allá de la tentativa humana de conocerla. La realidad es algo que se manifiesta al pensamiento correcto. Y la tercera tesis, un poco más radical, es mi tesis según la cual el mundo no existe. Es decir, que la realidad no es una totalidad que engloba a todos los hechos. La realidad, en cuanto tal, es un fragmento, son partes sin un gran todo. Esa es la tercera tesis más radical de mi versión del Nuevo Realismo.
La frase “la realidad no es una totalidad que engloba a todos los hechos” es de por sí una nueva mirada sobre la existencia y desde luego sobre la democracia y particularmente sobre los pensamientos únicos. Markus sostiene que la falla del neoliberalismo, en teoría y práctica, es que se trata de un modelo falso del ser humano. Ello por cuanto el cree en lo que denomina la libertad social que es la capacidad de cooperación de unos con otros. Critica la polarización política porque conduce a la simplificación y no al análisis profundo que debería dar solución a los problemas.
Este pensador afirma que países como Alemania y Corea son dos países que han progresado económicamente sin apegarse al neoliberalismo. Tal vez entonces, en esta nueva corriente del pensamiento se comience a ver que el atisbo de la solución no pase por demonizar a opiniones como la del Papa Francisco sobre su visión sobre el contexto social argentino, la represión con gas pimienta y el aumento exponencial de la pobreza, sino por comprender que en esa multiplicidad de realidades, no existen soluciones mágicas ni únicas, sino que del conjunto de la problemática social, sólo podrá salirse al final del túnel en el que estamos inmersos, con diálogo, solidaridad, políticas de Estado y asumiendo que nadie, absolutamente nadie, es ni puede ser el dueño de la verdad. Acaso porque la verdad está en el otro o en la aceptación de los otros. Y reside, sobre todo, en el acuerdo entre las palabras y los actos. De allí que sea tan importante entender que: la realidad, no es una totalidad que engloba todos los hechos. Le añadiríamos simplemente una parte de ellos. Tal vez por aquello que dijo Kant, influido por Aristóteles, el todo es más que la suma de las partes.