abelcornejoPor Abel Cornejo
(Especial para Punto Uno)

Allegro ma non troppo (literalmente, "alegre pero no demasiado" o, en referencia a la música: no demasiado rápida) es un libro escrito por el historiador económico italiano Carlo Maria Cipolla, que se integra por dos cortos ensayos acerca de economía y la sociedad.

Parecería coincidir a la perfección con las manifestaciones del arzobispo de Buenos Aires, Jorge Ignacio García Cuerva, probablemente el mejor orador que tenga el país en este momento y sin duda un agudo intelectual que observa la realidad de manera descarnada y realista.

En efecto, las manifestaciones de euforia de ciertos funcionarios gubernamentales, más algunos obsecuentes que vociferan desde algunos canales de televisión, preferentemente por cable, se dan de bruces con los indicadores de una realidad que está comenzando a emitir señales de angustia, preocupación y alerta, no sólo ante la falta de sensibilidad absoluta de un gobierno que empieza a despojarse de su coraza y a comprender que únicamente mediante la política podrá continuar, sino también porque el plan financiero y exclusivamente financiero, montado por el tándem Caputo - Bausili, -quien preside aunque no se nota el Banco Central de la República Argentina- comienza a no tener las respuestas esperadas. Esta última afirmación es casi una verdad de Pero Grullo (el señor tenía nombre y apellido), debido a que ningún experimento neoliberal dogmático ha dado resultado en ningún país del mundo, aunque los soberbios teóricos de una doctrina que lleva a la gente a una suerte de holocausto social, digan lo contrario.

En el tedeum celebrado en la Catedral metropolitana, el arzobispo de Buenos Aires fue categórico al expresar que hay dos factores irrisorios que socaban la realidad: el primero el termómetro social que mide los estragos cada vez más grandes de la recesión más impiadosa de la historia económica argentina. El otro, la libertad sin odio, porque probablemente para el prelado “la religión de los odiadores”, que es el insulto y el rencor, resulta incompatible con la libertad que tanto se declama y poco se practica.

Curiosamente, en el discurso presidencial no figura la palabra “independencia”. La independencia es la consecuencia de la libertad. El Pacto de la Independencia fonética, psicológicamente hubiese tenido muchísimo más fuerza que pretender designar con el mes de mayo a un acuerdo unilateral de diez puntos básicos, con la pretensión de aunque sea merodear la gesta del 25 de mayo de 1810. En dicha gesta el pueblo quería saber de qué se trata. No sabía bien. Ahora tampoco.

Lo cierto es que, sobreactuando todo el ajuste fiscal que hundió a la clase media y pulverizó a los trabajadores argentinos, desde que Santiago Bausili tuvo la peregrina idea de bajar del 40% al 30% la tasa de interés de los ahora denominados activos remunerados, antes llamados plazos fijos, la escalada del dólar fue incesante. Con ello la tan ansiada finalización del cepo cambiario, que al comienzo del ajuste pudo haberse realizado, ahora parece una utopía inalcanzable. Junto con eso vuelve a aparecer la sombra ominosa de otra inexorable devaluación ante el evidente atraso cambiario. Si esto sucediese, el único argumento que recalca el gobierno acerca de que bajó la inflación, quedaría en el recuerdo.

La convocatoria a los gobernadores, para que estampen su firma en la histórica Casa de la Independencia, no es una concesión presidencial, sino que entre bambalinas se sabe que, si los mandatarios provinciales no acudían en forma mayoritaria, como hicieron 18 sobre 23, la gobernabilidad se hubiese tornado difusa e ilusoria. Flaco favor les hizo esa foto a los gobernadores presentes, quienes debieron soportar siete meses de agravios y faltas de respeto, ante un presidente que, aunque se autopercibe un outsider, en realidad tuvo que hacer un rápido aprendizaje de que, sin política, no hay gobierno.

En su discurso, incluso, hizo un llamado a sumarse a todo aquel que quiera hacerlo sin importar su origen, con la única condición de que no tenga prontuario. Evidentemente Daniel Scioli, comprendió el llamado antes de que lo llamen. Lo que sí es que, en esta segunda fase, deberá aparecer a la brevedad un plan de reactivación y desarrollo económico con el que actualmente el gobierno no cuenta. Y a la vez deberá revisar algunos despropósitos internacionales como la pelea con Lula, la ruptura de relaciones oficiales con España, el innecesario distanciamiento con China, las ausencias al Mercosur y la deplorable recepción de la medalla que le entregó el hijo del Jair Bolsonaro, quien por sus causas penales no podrá volver a ser presidente de Brasil, que estuvo rodeada de frases homofóbicas y con indisimulable perversión y obsesiones impropias de un Jefe de Estado. Ello por cuanto, enseña el Corán, que nunca hay que abusar de la buena estrella.