marocco col 24Por Antonio Marocco

Antes que nada, un afectuoso saludo a las trabajadoras y los trabajadores salteños. Y en ese saludo no solo un reconocimiento al esfuerzo personal y familiar, ni tan solo al mérito ni a la entrega.
Más bien es un saludo reflexivo a toda la fuerza del trabajo que ha hecho de la Argentina, y de nuestra provincia en particular, nuestro lugar en el mundo.

¿Qué es acaso tener un lugar en el mundo sino es aquel que hemos ayudado a transformar para hacerlo habitable no solo para nosotros, sino para nuestros semejantes y para los que vendrán?

—Pero papá—le dijo Josep, llorando—. Si Dios no existe, ¿Quién hizo el mundo?

—Tonto—dijo el obrero, cabizbajo, casi en secreto—. Al mundo lo hicimos nosotros, los albañiles.

El fragmento corresponde a El origen del mundo, de Eduardo Galeano, y —a decir verdad— la potencia de su argumento, por más agnóstico que se presenta, no es muy diferente al que también se desprende de la tradición humanista de las religiones occidentales.

Por ejemplo, en la tradición cristiana, como es harto conocido, Dios ideó y moldeó al hombre a su imagen y semejanza: trabajó 6 días en la creación de la tierra y descansó el séptimo. Siempre respetando, por supuesto, la reserva de un tiempo para tomar conciencia, descansar y disfrutar de semejante tarea.

Desde allí que el trabajo de Adán, Eva y todos los que vinieron después, quedó para siempre vinculado a la creación y a la transformación de la naturaleza en beneficio del género humano en su búsqueda de la paz, la prosperidad y la reproducción de la especie. La popularidad de San Cayetano, el santo del trabajo, es acaso uno de los símbolos de aquel nexo sagrado que vincula al trabajador cristiano con su misión creadora.

Este primero de mayo se vivió entre sentimientos encontrados. Poco para el disfrute general o mayoritario. Más la mesa de millones angustiada por el poder adquisitivo a la baja, la incertidumbre y la inestabilidad; por la sensación de desprotección de derechos, por los empleos que se vienen perdiendo y todos los que desde hace tiempo no se encuentran.

El trabajo es el ordenador y el motor de la sociedad desde el génesis. Y las cosas, milenios después, no cambiaron demasiado. Son los trabajadores los que mueven al mundo, los que generan riquezas, los que garantizan la reproducción de la especie. Y son los trabajadores, y no otros, quienes pondrán nuevamente de pie a la Argentina.

Quizás es lo más importante a defender en estos tiempos: el trabajo. Hacerlo desde cada lugar en el que sea posible. Defender los trabajos existentes e incentivar a multiplicarlos, es imperante incorporar más salteños al mundo laboral.

En esa línea se inscriben las acciones que está tomando el Gobierno Provincial en el desafío de blindar el desarrollo salteño de los embates y las condiciones desfavorables que impone la crisis nacional.

Así por ejemplo se creó el fondo solidario para mejorar los ingresos de los jubilados salteños que cobran la mínima. ¿Cómo no mejorar la vida de aquellos que trabajaron toda su vida? Algunos pensamos y obramos en esa dirección, mientras que otros, lamentablemente, defienden la finalización de la moratoria previsional contra toda razón o sensibilidad de justicia.

Lo mismo con los miles de puestos de trabajo que se iban a perder en la producción del tabaco si no modificaba el Congreso —por iniciativa salteña— la normativa que regula la industria.

La profundización de la gestión articulada entre el Gobierno y las universidades se inscribe en igual sentido: en la educación y en la formación está la llave para que nuestros jóvenes puedan afrontar los desafíos del mundo laboral actual sin ser excluidos.

En fin, no por aciagos que se presenten los tiempos la institución del trabajo perderá su valor, pues hasta ahora la civilización no ha encontrado mejor reemplazo para articular su desarrollo.

Gobernar es crear trabajo, decía Perón. Lo demás será recordado como una deficiente administración.

 

Columna emitida por FM Aries el 2 de mayo de 2024.