columna maroccoPersiguieron, torturaron, asesinaron y desaparecieron. Cómo olvidarlo. Vos, yo, los que están en nuestras mesas. Tantos otros. Todos tenemos en estos días, como fosilizado en el alma, algún muerto o desaparecido que todavía oxida y lacera nuestros recuerdos. Los que nos hacen falta.

Por Antonio Marocco (*)

Algunos dicen que pasaron muchos años. Quieren convencernos. Otros dicen que mejor no recordar tanto y pensar en lo que viene. Tantos hablan de superar y seguir adelante. Quisiera entenderlos.

¿En dónde queda entonces todo aquello que pasó? Acaso, realmente ¿todo aquello es abstracto a lo que nos pasa ahora y a lo que nos va a seguir pasando?

Hace poco se murió uno de los grandes benefactores y beneficiados de aquel terror; y en los obituarios de los diarios hubo más adulación y honra que denuncia y horror. Será que algunos recursos todavía pueden tapizar la sangre y el dolor.

Sin embargo, afortunadamente, todo está guardado en la memoria. Así diría el estimado León Gieco.

América con almas destruidas,
los chicos que mata el escuadrón,
suplicio de Mugica por las villas,
dignidad de Rodolfo Walsh.
Todo está cargado en la memoria,
arma de la vida y de la historia.

Pasó un nuevo 24 de marzo. Un en el que detenían, sin motivos ni vergüenza, a la primera presidenta de nuestro país, a Isabel Martínez de Perón.

Se cumplió un nuevo aniversario del golpe militar que le puso un freno a una Argentina que se prometía y se encaminaba a mucho más. Un 24 de marzo que en Salta sería una afrenta soslayar. Porque si bien el golpe se digitó en Buenos Aires, como no podría ser de otra manera en este país porteñocéntrico, la noche también abrumó en estas latitudes.

Ya hubo mucho silencio. Demasiado. Porque, como justifican algunos, en algún momento el miedo impulsaba a callar. Ragone. Su provincia viuda, la hipocresía, el cinismo. Sus vecinos del aristocrático Paseo Güemes y el yo no vi nada. El yo no sabía. El algo habrán hecho. El silencio cómplice disfrazado de moral y buenas costumbres.

Pero basta, o si no hasta cuándo. Nuestros artistas proscriptos, nuestros militantes perseguidos; muchos otros exiliados, y tantos otros de los que no supimos más. La muerte, el desánimo, el terror. La persecusión. El vaciamiento del Estado y la precariedad. La irracional guerra de Malvinas: el desfinanciamiento de la salud y la educación. La abolición del progreso social y la sentencia de muerte a la industria nacional.

No tiene fecha ni nombre lo que hicieron, pero coincidimos en que empezó con vehemencia un 24 de marzo. Día que hoy convoca a la memoria, la verdad y la justicia.

Llegó, no sin lucha, la democracia. Raúl Alfonsín. Roberto Romero. El preámbulo y la constitución. Los juicios a las juntas y la explosión de la libertad. Algún alivio, alguna primavera. Un rotundo nunca más.

Pero así y todo, nada de lo que nacía devolvía todo aquello que había sido arrancado. Todavía nos faltaban cuántos: sus sueños, sus obras, sus desvelos.

Pasaron 40 años desde aquel inicio que empezó a reparar la historia y el destino. Una reparación que no debe detenerse.

Esta semana en esa línea, la Universidad Nacional de Salta otorgó el título de doctor Honoris Causa a Leopoldo Teuco Castilla. Hombre de la cultura, de la sociedad y comprometido con su pueblo. Compromiso al que no solo le puso letras sino también el cuerpo. Compromiso que le valió el exilio.

A 40 años de la democracia, reivindicar a hombres como Castilla es reivindicar a una generación. Reivindicar el espíritu de lucha y la no resignación. Las ideas colectivas, el sentido de igualdad, el bien común y el progreso social.

 

(*) Columna emitida por FM Aries el 23 de marzo de 2023.