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Esta semana, la delegación Casa de Salta del Gobierno Provincial, ubicada en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, rinde homenaje al poeta Leopoldo “Teuco” Castilla con un programa de actividades denominado “Salta celebra al Teuco”. El mismo se realiza coordinadamente con la Secretaría de Cultura de la Provincia y con el auspicio de Biblioteca Nacional Mariano Moreno.

El lanzamiento de las actividades se realizó este martes y contó con la presencia del propio Castilla recitando poesía, Carla Nieto interpretando música y un panel de diálogo compuesto por Ivonne Bordelois, Aldo Parfeniuk y Santiago Sylvester.

Las actividades continuaron ayer con otro panel de conversación, esta vez entre Luisa Valenzuela y María Malusardi, y con la proyección de la película La Redada con una introducción de su director Rolando Pardo. Siguiendo con el programa, se continuarán realizando actividades culturales hasta el viernes 14 de abril.

Además de los artistas presentes, en el lanzamiento de “Salta celebra al Teuco” estuvo encabezado por el delegado de la Casa de Salta, doctor Martín Plaza, quien pronunció un discurso de apertura que despertó el aplauso de los presentes.

 

LEPOLDO “TEUCO” CASTILLA

Leopoldo “Teuco” Castilla nació en Salta, Argentina, en 1947. Es autor de 24 libros de poesía, además de 11 volúmenes de narrativa y ensayo. Poesía suya se tradujo a doce idiomas y antologías de su obra se publicaron en varios países de América Latina y Europa. Obtuvo numerosos premios nacionales e internacionales. Entre ellos el Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora, instituido por el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos de Venezuela. En este país fue condecorado por la Universidad de Carabobo en reconocimiento por su obra poética. En Argentina obtuvo entre otros, el Primer Premio de Poesía de la Ciudad de Buenos Aires; Primer Premio de Poesía del Fondo Nacional de las Artes; Libro de Oro del año de Fundarte por Libro de Egipto; el Premio Konex de Poesía; Premio Rosa de Cobre de la Biblioteca Nacional a su trayectoria; Premio de la Academia Argentina de Letras al mejor libro de poesía publicado en el trienio 2013 – 2015 por su libro Tiempos de Europa; Premio Esteban Echeverría por el conjunto de su obra con el voto de escritores de todo el país; el Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía y en 2022, en la ciudad de Salamanca, España, la medalla Fray Luis de León de la Poesía Iberoamericana, en reconocimiento al conjunto de su obra poética.

Antologías de su obra se publicaron en diversos países de Latinoamérica y Europa.

Es Miembro de Honor de la Academia Nacional del Folklore y Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional de Salta.

Sobre su cuento La Redada, se filmó el largometraje homónimo dirigido por Rolando Pardo. En 1976 se exilió en Madrid donde Residió durante 21 años y luego regresó a la Argentina donde vive actualmente.

 

APERTURA

04 13 plazaLas palabras del Dr. Martín Ignacio Plaza

Al Teuco, en Salta, lo celebramos. Porque su poesía nos celebra. Las palabras, cuando las verbaliza, se hacen imágenes, nos dan identidad, nos hacen sentir parte. Parte de la “manada”. Esa manada que quizás “empezó a rodar cuando se emocionó el carbono”, y que da identidad a todos los entes hasta “que caiga el primer rocío sobre la tierra”.

Dan ganas de hacer como un “cadáver exquisito” de párrafos del Teuco, pero ese caos surrealista encontraría siempre un centro de comprensión, porque su verba estructuró un universo propio. Y todos los seres, vivos, minerales, espaciales, o geométricos, tienen un sentido en el todo. Las mutaciones del insecto, de las plantas, de los peces, son “tenues ondulaciones del infinito, que todavía no sabe que son ángeles”.

Y la unidad se festeja en dispersión, y toda la diversidad se armoniza en sus libros.

Entonces, uno siente “que se llovizna, lejos de uno mismo; o que el hombre se ve entero en el ojo del animal dentro de una gota, y que hay una deshora en los libros sagrados; porque los objetos ahora ya yacen sin vértigo y se volvieron abstractos para la manada, ya que no tenían otro destino que su servidumbre. Sabemos entonces que no nos protege la piedra sino su secreto”.

Y sí queremos pensar en un yo, nos anoticiaremos de que el mismo brotará de una manera incierta, frágil y sagrada, y que seguro inventará el mundo… para finalmente comprender que todo será nuestro, recién solo al desconocernos.

Entonces, la tremenda orden “aquí no se muere nadie” es porque ese yo aún no terminó de contar las estrellas, y ese yo salva todo, porque blande una espada, y camina por el aire. Entonces, deberemos cumplir el mandato casi franciscano de darle pan a ese gorrión, porque puede que sea un dios, y entonces dependan de su impulso el derrotero de todas las lejanías. Porque entonces, ¡ay! “Colibrian los peces“.

Es necesario por eso que traces un mandala, querido lector, fijes un escorpión o cierres un laberinto, porque la muerte es un segundo que no tiene sitio, y no sabrás que estuvo aquí, ya que el tiempo se mató para matarla.

Y todo esto tiene sentido porque de entre todos, el Teuco alaba a Ganesha, la de cabeza de elefante, porque tiene la sabiduría del que aprendió con el cuerpo.

Esa manada que el visualizó y que experimentó en su propio cuerpo, y en la cual todos son todo, y siempre son un primer día, tiene una voz que sabe nombrar, sabe verbalizar, sabe cantar. Y nosotros celebramos, porque su poesía nos deja la boca abierta.

Sus paseos por el universo, las culturas, esas entelequias que llamamos países, los minerales, aritméticas y espíritus de otras dimensiones son paseos de uno de los nuestros. De uno de los mejores de los nuestros. Forma parte de un mandato salteño de ser una parte del paisaje, paisajes a los que el Teuco con sus oficios de mago les dio hondura universal. Un salteño universal. Una raíz con alas.

No hace falta enfatizar con entrecomillados sus párrafos de poesía en este texto, porque el Teuco ya se volvió lenguaje total, y nos habla.

Qué lindo es ser lector cuando el Teuco nos emociona mostrándonos lo profundo de las culturas del mundo. Quedamos extasiados al escucharlo. Entonces ocurre su desdoblamiento, por un lado, ese ser pura voz que va viviendo, nombrando, bautizando, que se metamorfosea en todo lo que ve, con su bastón de pastor y el espejo de Ovidio; y, por otro lado, ese amigo entrañable que regala risas, bondad y eternas charlas.

Después de leerlo, nos sentimos de una buena vez parte real de la manada.